Quirónsalud
Blog de Salud y bienestar mental del Hospital Quirónsalud Digital
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
El uso de videojuegos forma parte habitual del ocio infantil y adolescente. En la mayoría de los casos constituye una actividad lúdica y social, pero cuando su uso se vuelve excesivo o desregulado puede interferir en el desarrollo emocional, social y académico. Con la llegada de la Navidad y los Reyes, periodos en los que muchos niños y adolescentes reciben nuevas consolas y videojuegos, es especialmente relevante comprender los riesgos y establecer pautas de prevención.
En edades tempranas, la capacidad de autorregulación aún está en desarrollo, lo que hace a los niños más vulnerables a un uso desmesurado del videojuego. Entre los efectos más frecuentes se encuentran:
En la adolescencia, los videojuegos pueden convertirse en un espacio de evasión, competencia o pertenencia social. Cuando aparece un patrón problemático, se observan efectos específicos:
La prevención exige una combinación de límites claros, acompañamiento y educación digital. En épocas como Navidad y Reyes, cuando aumenta la probabilidad de recibir nuevos dispositivos o videojuegos, estas pautas se vuelven esenciales:
La adicción a los videojuegos
no es un fenómeno inevitable, pero requiere prevención activa por parte de las familias. Comprender cómo afecta a niños y adolescentes, especialmente en periodos como Navidad y Reyes, permite anticiparse a los riesgos y construir hábitos saludables desde el inicio. Con límites adecuados, acompañamiento y una comunicación abierta, los videojuegos pueden integrarse de manera equilibrada en el ocio, favoreciendo un desarrollo emocional y social más saludable.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
Cuando una persona expresa pensamientos suicidas, quienes la rodean suelen experimentar una mezcla de preocupación, miedo e incertidumbre respecto a cómo actuar. La respuesta que reciba en esos primeros momentos puede influir significativamente en su seguridad emocional y en su disposición a aceptar ayuda profesional. Por ello, es fundamental entender cuáles son las señales más frecuentes, cómo intervenir de manera adecuada y qué conductas conviene evitar.
Los pensamientos suicidas pueden expresarse de múltiples modos, desde declaraciones explícitas hasta señales más sutiles. Entre las manifestaciones más comunes se encuentran:
Reconocer estas señales no implica diagnosticar, pero sí permite activar medidas de apoyo y orientación adecuadas.
Ofrecer ayuda requiere presencia, escucha activa y una actitud de respeto. Las siguientes pautas pueden resultar útiles:
Algunas reacciones bienintencionadas pueden resultar contraproducentes:
En definitiva, afrontar una situación en la que alguien verbaliza pensamientos suicidas exige sensibilidad, claridad y responsabilidad. Escuchar, validar y facilitar el acceso a ayuda profesional constituye la base de una intervención adecuada. A la vez, es imprescindible evitar actitudes que minimicen el sufrimiento o aumenten la sensación de soledad. La prevención se fortalece cuando la persona encuentra un entorno seguro y dispuesto a acompañar, y cuando se recurre de manera temprana a profesionales
capacitados para ofrecer tratamiento y orientación.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico en Hospital Quirónsalud Digital
La ludopatía, también conocida como juego patológico, es una adicción conductual con graves consecuencias emocionales, sociales y económicas. Su detección temprana es fundamental para evitar la progresión hacia un deterioro mayor. Para ello, es fundamental saber cómo reconocer el problema.
La ludopatía es un trastorno del comportamiento caracterizado por la incapacidad persistente para controlar el impulso de jugar, pese a las consecuencias negativas. Las personas con esta adicción experimentan una necesidad creciente de apostar, pérdida de control y una interferencia significativa en su vida personal, laboral y familiar.
Este trastorno suele asociarse a distorsiones cognitivas (como la ilusión de control), activación intensa del sistema de recompensa y dificultades en la regulación emocional. No se trata de una falta de fuerza de voluntad, sino de un trastorno reconocido clínicamente, descrito en manuales diagnósticos como el DSM-5 bajo el nombre de trastorno por juego
.
Detectar las señales tempranas permite intervenir antes de que el problema se cronifique. Estas señales afectan al ámbito emocional, cognitivo, económico y social. No es necesario que aparezcan todas, pero la presencia de varias puede ser motivo para solicitar evaluación profesional.
Pensar de forma recurrente en apostar, planificar nuevas partidas o recordar experiencias de juego. La actividad ocupa un espacio mental desproporcionado.
Aparece tolerancia. Es decir, para experimentar la misma excitación o alivio emocional, la persona incrementa progresivamente las cantidades apostadas.
Intentos repetidos e infructuosos de reducir o abandonar el juego. A menudo la persona promete que será la última vez, pero no consigue detenerse.
El juego se utiliza como vía de escape para aliviar ansiedad, estrés, aburrimiento o tristeza. La apuesta funciona como un regulador emocional disfuncional.
La persona oculta, minimiza o falsea la realidad del juego ante familiares, amigos o profesionales.
Endeudamiento, uso de créditos rápidos, incumplimiento de obligaciones económicas o desaparición recurrente de dinero en casa.
Discusiones, pérdida de confianza, disminución del rendimiento laboral o riesgo de sanciones o despido.
Tras una pérdida económica, la persona vuelve a jugar buscando compensar el dinero perdido, lo que aumenta todavía más la espiral de endeudamiento.
Irritabilidad, ansiedad o inquietud cuando no se puede jugar. También pueden aparecer síntomas depresivos por culpa y sensación de fracaso.
Pérdida de interés en hobbies, relaciones sociales o responsabilidades. El juego pasa a ser la actividad central de la vida del individuo.
La ludopatía es un trastorno serio, pero tratable. Reconocer las señales de alerta es el primer paso hacia la recuperación. La intervención psicológica especializada —junto con el acompañamiento familiar y, en ocasiones, apoyo farmacológico— permite romper el ciclo adictivo y restablecer el bienestar emocional y funcional.
Si observas estas señales en ti o en alguien cercano, buscar ayuda profesional de manera temprana puede marcar una diferencia sustancial en el pronóstico y la calidad de vida.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
La ansiedad crónica es uno de los motivos de consulta más frecuentes en salud mental. A pesar de su prevalencia, sigue rodeada de malentendidos que pueden dificultar el acceso a un tratamiento adecuado. Este artículo revisa, desde una perspectiva clínica, qué sabemos realmente sobre esta condición, desmonta mitos comunes y reafirma verdades esenciales basadas en la evidencia.
La ansiedad crónica se caracteriza por un estado persistente de preocupación y activación fisiológica que se mantiene durante meses o años, incluso en ausencia de amenazas reales. No es un episodio puntual ni una reacción adaptativa aislada, sino un patrón estable que interfiere significativamente en la vida diaria. Puede aparecer como parte de trastornos específicos —como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico o la fobia
social— o manifestarse de manera mixta, acompañada de síntomas depresivos o somáticos.
A nivel neurobiológico, implica una hiperactivación sostenida de los circuitos relacionados con la alerta —principalmente la amígdala y los sistemas de respuesta al estrés— que se mantienen hiperreactivos incluso ante estímulos neutros. Este funcionamiento prolongado genera desgaste emocional y físico.
Entre los síntomas más comunes destacan:
Estos síntomas tienden a fluctuar según el contexto, pero en ausencia de intervención persisten y pueden intensificarse.
Los mitos influyen en la forma en que las personas interpretan sus síntomas y buscan ayuda. Desmontarlos es clave para evitar estigmas y fomentar intervenciones tempranas. Algunos de los más extendidos son:
Aunque el estrés puede desencadenarla, reducir la ansiedad crónica a una simple falta de gestión emocional es erróneo y culpabilizante. Implica factores biológicos, temperamentales, cognitivos y ambientales que van más allá de la voluntad personal.
Evitar la incomodidad favorece un círculo de refuerzo negativo: cuanto más se evita, mayor se vuelve el miedo. Los tratamientos eficaces incluyen la exposición gradual y la tolerancia al malestar, no la evitación total.
La cronicidad no implica irreversibilidad. Con tratamiento psicológico basado en evidencia —terapias cognitivo-conductuales, terapia de aceptación y compromiso— y, cuando es necesario, apoyo farmacológico, la mayoría de personas experimentan mejoras significativas.
Aclarar aquello que sí es cierto ayuda a establecer expectativas realistas y facilita el proceso terapéutico.
Existe un amplio consenso clínico en que, con intervención adecuada, la sintomatología puede reducirse notablemente. La plasticidad cerebral permite modificar patrones de respuesta profundamente arraigados.
La ansiedad crónica afecta al organismo —tensión muscular, problemas digestivos, cefaleas— y, a su vez, el estado físico influye en la ansiedad. Por ello, los enfoques integrados (psicoterapia, ejercicio, sueño, regulación fisiológica) son más eficaces.
Cuanto antes se interviene, menores son las probabilidades de que la ansiedad derive en un trastorno más complejo o acompañe a otros problemas como depresión, abuso de sustancias o agotamiento profesional.
En definitiva, la ansiedad crónica es una condición compleja, pero comprensible y tratable. Desmontar mitos y reforzar verdades basadas en la evidencia permite a los pacientes tomar decisiones informadas y buscar apoyo sin culpa ni estigma. Desde la práctica clínica, promover una comprensión realista y compasiva de la ansiedad es esencial para facilitar procesos terapéuticos efectivos y sostenibles.
Dra. Adriana Atencio Antoranz, psicóloga adjunta de la Unidad de Salud Mental y Bienestar de Hospital Quirónsalud Digital
La vida conlleva, de manera inevitable, ciertas nociones que intentamos asumir con los recursos que tenemos disponibles. Una de ellas es la noción de transición, es decir, deseamos poder asimilar los cambios lo mejor posible, pero la experiencia nos dice que hace falta tiempo y esfuerzo mental para poder adaptarnos. Además, es frecuente que, aunque lo intentemos, apreciamos que puede haber un desfase entre lo que queremos sentir y lo que realmente sentimos. Aunque sabemos que la muerte es parte del ciclo de la vida, nos cuesta mucho trabajo psíquico asimilar las pérdidas, sobre todo si se trata de la de un ser amado, pudiéramos decir, que es de los trabajos psíquicos y afectivos que más nos cuesta. No en vano, solemos apoyarnos en nuestra fe, en nuestros seres queridos o en alguna creencia que nos ayude a transitar esa dura realidad.
Cuando la pérdida irrumpe en la vida la sensación que se experimenta es un vacío que provoca miedo, tristeza, angustia y dolor, entre otras reacciones propias y esperadas ante la muerte de un ser querido.
Desde que somos pequeños a través del juego vamos ensayando mentalmente la ausencia y cómo establecer una continuidad frente a lo que ya no está. Pensemos, por ejemplo, en el juego del «cucú tras» o, un poco más avanzada la infancia, el escondite Ambos juegos son maneras de ir representando psicológicamente el circuito desaparición - aparición. Esta función, entre otras, será la que nos permitirá en gran medida lidiar con el dolor de la pérdida y construir puentes para hacer soportable la ausencia.
Es común escuchar decir «no estamos preparados para asimilar la muerte», ¿podemos estarlo? Evolutivamente nuestra psique es capaz de pasar de lo manipulativo a lo abstracto y, sin duda, es algo que nos va preparando para asimilar las ausencias y las pérdidas, pero queda el trabajo afectivo que concierne al duelo, como un trabajo inexorable de la condición humana y que nos concierne a cada uno.
Sigamos pensando en la infancia, podemos apreciar también que los juegos suelen ser repetitivos, porque de esta manera el niño es capaz de crear seguridad y hacer que la pérdida transitoria sea soportable, pudiendo también desarrollar la noción de continuidad ante la desaparición. El cómo seamos capaces de atravesar este proceso caracterizará en parte el modo en que podamos vincularnos con otros significativos y hacer frente a la separación de nuestras principales figuras de apego en nuestra vida cotidiana.
Más allá de nuestros recursos cognitivos y emocionales que sirven de base para lidiar con las pérdidas y las ausencias, es de esperar que la pérdida de un ser amado siempre genere dolor y un desajuste en nuestra vida cotidiana, pero antes de precisar más en detalle el proceso del duelo, vamos a definir lo que se entiende por duelo.
El duelo se concibe como un afecto normal y forma parte de nuestra vida emocional.
Es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga de sus veces, por ejemplo: la patria, la libertad, un ideal, etc.
Se caracteriza por:
De manera esperada o abrupta, se produce un corte en la relación con la persona que en la mayoría de los casos tenía un lugar significativo de amor y satisfacción en nuestra vida. Como dijimos en párrafos anteriores, la tendencia general es que tengamos dificultad para manejar la pérdida o renunciar a algo cuando nos gusta o nos sentimos bien. Ante esa renuncia impuesta se suele responder acatando la realidad, pero es una orden que toma tiempo poder cumplir.
La persona que partió sigue presente a nivel psicológico a través del recuerdo, es por ello que los que quedamos solemos dedicar un tiempo importante a recordar. Algunas religiones y culturas se apoyan en los rituales como vías para rememorar pero también para elaborar el dolor.
Es solo después de ese trabajo psíquico que podemos retomar en gran medida el funcionamiento de la vida cotidiana. Insistimos en la noción de que se necesita un tiempo para poder rehacer la vida a la que se estaba acostumbrado en relación con la persona que partió. A simple vista, se observa decaimiento y tristeza, pero paradójicamente a nivel interno y muchas veces sin ser del todo conscientes, hay todo un trabajo y esfuerzo de adaptación.
El duelo se considera patológico cuando:
Es cuando experimentamos uno o varios de estos síntomas o cuando sentimos un desbordamiento que obstaculiza el poder retomar el día a día, que sugerimos buscar apoyo especializado
.
Un modelo que ha sido ampliamente difundido y orienta la práctica clínica fue elaborado por Kübler-Ross y plantea que el duelo consta de 5 fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Aunque la noción de fases sugiere un orden y una cronología, la experiencia clínica muestra que es un proceso dinámico, donde las fases no siempre se experimentan en el orden establecido, y no todas las personas las viven de la misma manera. Se trataría más bien de un proceso que es dinámico.
Explicaremos brevemente las 5 fases del duelo como el trabajo psíquico que en sí mismo es un proceso que permite hacer un tratamiento del dolor causado por la pérdida.
Se trata de una primera reacción de incredulidad ante la pérdida. La persona niega lo sucedido, implica un rechazo de la realidad. Se vive como estado de shock donde la persona no es capaz de asimilar información.
Suele surgir en un segundo momento donde emergen sentimientos de enfado y rabia. Aparece una intensa frustración, impotencia y una necesidad de culpar a alguien o a sí mismo sobre lo sucedido, para intentar encontrar una respuesta que de sentido a tan irreparable realidad.
Es una manera que trata de introducir un condicional que sirva de justificación al presente sobre el pasado de lo que no se hizo. Pensamientos del tipo: «¿qué hubiera pasado si...?» o «si hubiera hecho otra cosa...»; son modos que funcionan como autoengaño, tratando de hacer soportable pensar en la pérdida, pero sólo desde lo que se pudo haber hecho.
La tristeza y el dolor emergen de manera profunda; así como el desánimo, la apatía y preguntas sobre el sentido que tiene la vida sin la persona amada.
Es el momento donde psíquicamente somos capaces de aceptar la realidad de la pérdida y aprender a vivir con ella. Es posible retomar o rehacer la vida y seguir adelante, siendo capaz de vivir del recuerdo, sin miedo a olvidar.
Una larga tradición cultural es respaldada por la mayoría de los autores y coincide con:
La pérdida de un ser querido puede vivirse de una manera muy devastadora, es de las tareas más dolorosas que nos toca enfrentar como humanos; pero, en algunos casos, puede activar una necesidad de transformar el afecto en algo de lo que se pueda hablar y pensar, cuando esa necesidad de transformación está presente o si percibes que tienes síntomas de un duelo patológico, puede ser de ayuda buscar apoyo psicológico. En Hospital Digital Quirónsalud estaremos dispuestos a trabajar contigo en ese proceso tan humano y sensible a través de nuestras sesiones de terapia para el duelo.
La salud mental influye en las relaciones sociales y en el bienestar emocional. Cuidarla resulta fundamental para alcanzar la serenidad y la calidad de vida que todos buscamos. En este blog, profesionales expertos en psicología y psiquiatría nos invitan a profundizar en los distintos aspectos que influyen en la salud y bienestar mental con el objetivo de comprenderla, cuidarla y desterrar tabúes y estigmas.
Psiquiatría y Psicología delHospital Quirónsalud DigitalLa finalidad de este blog es proporcionar información de salud que, en ningún caso sustituye la consulta con su médico. Este blog está sujeto a moderación, de manera que se excluyen de él los comentarios ofensivos, publicitarios, o que no se consideren oportunos en relación con el tema que trata cada uno de los artículos.
Quirónsalud no se hace responsable de los contenidos, opiniones e imágenes que aparezcan en los "blogs". En cualquier caso, si Quirónsalud es informado de que existe cualquier contenido inapropiado o ilícito, procederá a su eliminación de forma inmediata.
Los textos, artículos y contenidos de este BLOG están sujetos y protegidos por derechos de propiedad intelectual e industrial, disponiendo Quirónsalud de los permisos necesarios para la utilización de las imágenes, fotografías, textos, diseños, animaciones y demás contenido o elementos del blog. El acceso y utilización de este Blog no confiere al Visitante ningún tipo de licencia o derecho de uso o explotación alguno, por lo que el uso, reproducción, distribución, comunicación pública, transformación o cualquier otra actividad similar o análoga, queda totalmente prohibida salvo que medie expresa autorización por escrito de Quirónsalud.
Quirónsalud se reserva la facultad de retirar o suspender temporal o definitivamente, en cualquier momento y sin necesidad de aviso previo, el acceso al Blog y/o a los contenidos del mismo a aquellos Visitantes, internautas o usuarios de internet que incumplan lo establecido en el presente Aviso, todo ello sin perjuicio del ejercicio de las acciones contra los mismos que procedan conforme a la Ley y al Derecho.