Quirónsalud
Blog de Salud y bienestar mental del Hospital Quirónsalud Digital
Mónica Sagardoy Fidalgo, psicóloga general sanitaria en Hospital Quirónsalud Digital
Diversos estudios sobre la calidad relacional de las parejas estiman que un 70 % de las mismas no se encuentran satisfechas con su relación. Sin embargo, de ellas solo un 25 % busca ayuda profesional en servicios de atención psicológica.
¿Por qué esta diferencia? Una de las razones apunta al desconocimiento sobre la dinámica interna de la terapia para parejas. A lo largo de estas líneas trataremos de desvelar en qué consiste realmente esta psicoterapia.
En primer lugar, la terapia de pareja no se focaliza en los problemas individuales, sino en la interacción entre ambas personas. Se trata de dirigir una mirada atenta, reflexiva y esperanzada sobre la relación, con el objetivo de comprender dónde se encuentran los obstáculos y cómo superarlos.
La terapia de pareja está pensada para quienes sienten que su relación ya no funciona como antes. Personas que, pese a intentarlo una y otra vez, no logran cambiar el rumbo de la convivencia y viven atrapadas en dinámicas insatisfactorias.
Más que un «último recurso», la terapia es un espacio de trabajo conjunto, una oportunidad nueva y diferente para lograr el cambio. Permite reconstruir el vínculo con nuevas herramientas o bien separarse con el menor daño posible, especialmente cuando hay hijos en común.
Al comenzar, es importante el acuerdo entre ambos integrantes. La clave es doble: consentimiento y compromiso. No basta con aceptar asistir; es necesario tener la voluntad real de trabajar por la relación, incluso si el camino implica cambios difíciles.
En algunos casos la terapia puede comenzar individualmente procurando la incorporación de la otra persona en cuanto sea posible
Siendo la relación el objetivo terapéutico del psicólogo, este evaluará las dinámicas generadas en la convivencia a través de entrevistas conjuntas e individuales. Posteriormente elaborará hipótesis explicativas que compartirá con los participantes. Este proceso libera la culpa que a menudo la pareja trae consigo. Finalmente se plantean conjuntamente los objetivos que se quieren alcanzar.
Se atienden especialmente aspectos como la comunicación o la presencia de un adecuado intercambio de refuerzos en la pareja, puesto que ambos elementos son indicadores de buena salud en la convivencia.
El psicoterapeuta de parejas también centrará su mirada en cuestiones prácticas como las relacionadas con la familia política, el reparto de tareas en casa, el tiempo de ocio, el autocuidado, la educación de los hijos o los distintos modos de administrar la economía familiar. Los desacuerdos en cuanto a la calidad y frecuencia de las relaciones íntimas constituyen también un motivo frecuente de consulta.
El contenido y metodología a seguir en cada consulta puede variar de acuerdo con el psicoterapeuta y su enfoque, con las características del problema consultado y si se trata sesiones iniciales o finales, pero en general toda consulta debería incluir:
El entorno de la terapia es en sí mismo algo artificial, de modo que todo esfuerzo por acomodarlo y vivenciarlo de forma que se asemeje al hogar resultará beneficioso. Para ello, se prioriza un estilo activo y dinámico provocando los diálogos entre los participantes de manera que puedan entrenarse en la comunicación de sus desacuerdos de modo adecuado y empático.
Podría decirse que la sesión de terapia de pareja termina siendo un permanente ejercicio — real o simulado (role-playing) -— con actividades para la reflexión, la comprensión, el perdón y el reconocimiento mutuo.
También es recomendable trasladar el contexto del hogar a la sesión de psicoterapia mediante la grabación y posterior escucha de interacciones no satisfactorias.
No todo ocurre en la consulta. Muchas veces, la terapia incluye tareas para practicar en el día a día, como mejorar la escucha activa, acordar tiempos de ocio compartido o ensayar nuevas formas de resolver conflictos.
En definitiva, la terapia de pareja no es una varita mágica, pero sí un espacio de trabajo estructurado, profesional y transformador, capaz de marcar la diferencia entre una relación que se deteriora sin freno y otra que encuentra un nuevo rumbo.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
Cada año, el 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Se trata de una fecha que nos invita a detenernos, reflexionar y tomar conciencia sobre una realidad que, aunque dolorosa, es posible prevenir con información, acompañamiento y acciones colectivas. El suicidio no es solo un problema de salud individual, sino un fenómeno social y comunitario que nos interpela a todos. Hablar de ello de manera responsable y sin estigmas es el primer paso para salvar vidas.
El Día Mundial para la Prevención del Suicidio fue instaurado en 2003 por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). El objetivo principal es sensibilizar a la población sobre la magnitud del suicidio, sus factores de riesgo y las estrategias para prevenirlo. Durante mucho tiempo, el suicidio fue un tema silenciado, envuelto en tabúes y estigmas que dificultaban su abordaje. La creación de esta jornada supuso un punto de inflexión: reconocer públicamente que el suicidio es una prioridad de salud pública, que requiere visibilidad, recursos y un compromiso social amplio.
Esta conmemoración no se limita a difundir cifras o mensajes de alerta, sino que busca generar una cultura de cuidado mutuo. Cada año, instituciones, profesionales de la salud y organizaciones comunitarias promueven actividades de información y apoyo, con la finalidad de transmitir un mensaje claro: el suicidio puede prevenirse.
Las cifras actuales muestran la urgencia de este desafío. La OMS estima que más de 700.000 personas mueren por suicidio cada año en el mundo, lo que equivale a una muerte cada 40 segundos. En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el suicidio constituye la primera causa de muerte externa, por encima de los accidentes de tráfico. Además, preocupa especialmente el aumento de casos en población adolescente y joven, un grupo especialmente vulnerable a la presión social, el aislamiento y la falta de recursos emocionales.
Detrás de cada dato hay una vida, una familia y una comunidad impactada. No se trata solo de números, sino de historias truncadas que ponen de manifiesto la necesidad de un esfuerzo coordinado. Los datos también nos recuerdan que el suicidio no aparece de forma aislada: suele estar relacionado con factores como la depresión, los trastornos de ansiedad, las adicciones, la violencia o las situaciones de soledad y exclusión social.
La prevención del suicidio no recae únicamente en los profesionales de la salud; es una tarea colectiva en la que cada persona puede desempeñar un papel significativo. Algunas claves son:
Prevenir el suicidio no implica tener todas las respuestas, sino estar presentes, mostrar empatía y facilitar el acceso a recursos adecuados.
Cada año, el Día Mundial para la Prevención del Suicidio se articula en torno a un lema que sintetiza los retos de la jornada. Para 2025, la consigna ha sido "Esperanza a través de la acción", un recordatorio de que las palabras deben traducirse en gestos concretos. La esperanza no es una idea abstracta, sino una fuerza que se alimenta de la solidaridad, la escucha y las políticas de salud mental efectivas.
En este marco, se insiste en la importancia de políticas preventivas que incluyan programas escolares, campañas de sensibilización y recursos accesibles para toda la población.
El Día Mundial para la Prevención del Suicidio nos recuerda que ninguna vida es prescindible. La prevención comienza con la escucha y el reconocimiento del sufrimiento ajeno, continúa con la eliminación del estigma y se consolida con la creación de entornos seguros y solidarios. Hablar del suicidio no aumenta el riesgo, al contrario: abre caminos para que quienes sufren encuentren apoyo y esperanza.
Como sociedad, tenemos la responsabilidad de no mirar hacia otro lado. Y como individuos, siempre podemos ser un eslabón en la cadena de prevención: alguien que escucha, que acompaña y que orienta hacia la ayuda adecuada. Porque la vida, con todos sus matices, siempre merece ser vivida.
Dra. Adriana Atencio Antoranz, psicóloga general sanitaria en la Unidad de Salud Mental y Bienestar de Hospital Quirónsalud Digital
¿Por qué es importante insistir en retomar el tema de la prevención del acoso escolar, si tanto se ha dicho e investigado al respecto?
Si algo insiste es porque persiste y es susceptible de ser revisado, reflexionado y actualizado. Bien porque no todo está escrito, bien porque quizá nunca pueda estarlo; es el quid entre otros asuntos de los llamados síntomas sociales.
El acoso escolar siempre ha existido en las escuelas, parte de los factores que especialmente preocupan tanto a los profesionales de la salud y la educación como a la sociedad en general es el aumento de casuística, la intensidad en las agresiones y las consecuencias de los dispositivos y las redes sociales (RRSS) como medio de agresión y vía de información para difundir información.
José Ramón Ubieto en su texto Bullying. Una falsa salida para los adolescentes de 2016, hace referencia a que cada vez es mayor el número de casos que pueden haber vivido una situación de acoso escolar en cualquiera de sus actuaciones: agresor, víctima o testigo. El trabajo de este autor y otros investigadores en España resulta de valor fundamental y referencia para desarrollar una lectura y una reflexión para generar nuevos planteamientos o ratificar ciertos aspectos, al menos es uno de los objetivos de este post.
Según UNICEF (United Nations Children's Fund), es la agresión para ejercer poder sobre otra persona. Concretamente, los investigadores lo han definido como una serie de amenazas hostiles, físicas o verbales, que se repiten, angustiando a la víctima y estableciendo un desequilibrio de poder entre ella y su acosador.
Entre las principales características se encuentran, según la Asociación Española Prevención Acoso Escolar (AEPAE):
- La reiteración: tiene que ver con la frecuencia del episodio de maltrato, se considera que es acoso cuando ocurre más de tres veces y empieza a tener un carácter sistemático.
- El desequilibrio de poder: está relacionado con el establecimiento de una relación desigual donde el victimario gana poder y la víctima lo va perdiendo poco a poco. Parte de la complejidad de este aspecto es su carácter poco visible pero no del todo invisible. Se suele inferir una vez detectada la situación de acoso y algunas veces los adultos o compañeros pueden observar cambios en la relación que denotan que algo no va bien.
- La intencionalidad: se manifiesta en el conocimiento que se tiene sobre los efectos en la víctima y en la obtención de un beneficio que, por lo general, es social y tiene que ver con un rol protagónico que le da un lugar de relevancia.
- El proceso sumatorio: se trata de la tendencia a escalar en cuanto a frecuencia e impacto sobre la víctima.
- El proceso incremental: tiene que ver con el momento de vulnerabilidad donde puede presentarse un episodio de especial intensidad produciendo un desbordamiento.
- Los puntos de inflexión: hacen referencia a la presencia de momentos críticos que suelen caracterizarse, en la mayoría de los procesos de acoso escolar, por dos puntos de inflexión:
El bullying se puede llevar a cabo de formas diferentes y, en muchas ocasiones, con una combinación de varios tipos.
Se caracteriza por comportamientos agresivos de contacto físico: golpes, empujones, patadas, arañazos... También incluye acciones de robo o daño a las pertenencias de la víctima.
Tiene que ver con el uso de palabras hirientes e insultos para causar daño a la víctima. Se admite el insulto directo así como el indirecto. En este sentido, los rumores, las bromas, las burlas y los chistes ofensivos hacia el otro serían también formas de acoso verbal.
Implica actos de manipular, perseguir, intimidar, chantajear y amenazar a las víctimas.
Supone comentarios y actos de índole sexual, tales como acotaciones sobre el cuerpo de la víctima o compartir en redes sociales fotos íntimas de una persona sin su consentimiento, pudiendo evolucionar hasta el abuso sexual. También se considera acoso sexual los ataques verbales o físicos a personas por su orientación sexual.
Suele iniciarse en pequeños grupos, para condicionar el tipo de relación que se venía dando hasta el momento de crisis. Puede evolucionar al establecimiento de acuerdos para aislar a la víctima privándola de contacto con los demás.
Consiste en comentarios y mensajes ofensivos hacia las víctimas en redes sociales, memes insultantes, grupos en línea para intercambiar insultos hacia una persona, críticas destructivas o difundir fotos personales sin su consentimiento para ridiculizar un aspecto de su modo de ser.
Entender su naturaleza inevitable en los espacios sociales permite poder aceptar que se trata de una realidad que requiere de la presencia de los adultos responsables de la educación. No sería adecuado hablar de detección sin tener en cuenta la particularidad del momento evolutivo en que se presenta. Según el autor antes mencionado, el acoso surge en la escuela primaria, continúa en la secundaria y declina sobre los 16 años. Resulta de especial interés en cómo toma los episodios de acoso para contextualizarlos estableciendo una especie de espectro que desgrana el conglomerado agresividad en actos y comportamientos relacionados con el modo de relación y de expresión de inquietud en la infancia.
En tercero de primaria, se dan inicio los primeros episodios de intranquilidad y nerviosismo que se actúan con pequeños golpes, patadas, empujones, golpes y conductas de ninguneo; en general, se interpretan como comportamientos propios de la edad y existe la tendencia a normalizarlos. José Ramón Ubieto lo asocia con un instante de ver, como algo que es preciso observar y que queda en una especie de pausa.
Un segundo tiempo se caracteriza por la presencia de ciertos sucesos imprevistos. La reacción ante ellos pone en evidencia que algo permanecía latente y se da un posible aumento del comportamiento agresivo o, por el contrario, puede suceder que lo que se había presentado en un inicio desaparezca y no logre obtener consistencia en el modo de ser. Se trata aquí, del tiempo para comprender lo que ha sucedido y se da sobre quinto y sexto de primaria.
Siguiendo esta hipótesis, cuando la pubertad no concluye, que sería el momento final del proceso, puede provocar una crisis que se manifiesta a través de relaciones de acoso en primero de la ESO. Dos datos llaman especialmente la atención, según nos comenta el autor, casi siempre se trata de acoso sexual y se calcula que el 90 % de los episodios que se evidencian en la escuela secundaria tuvieron su inicio en la escuela primaria.
Un aspecto que hace especialmente compleja la detección del acoso escolar es que está sujeto a una ley del silencio que hace que se cronifique la relación de dominio - sumisión. Los episodios suelen esconderse de la presencia de los adultos pero, por el contrario, requieren de la visibilidad de los iguales. Esto nos permite poner especial atención a los puntos de inflexión que han mencionado previamente, entre los principales síntomas que pueden estar reflejando una somatización se encuentran:
- A nivel físico: dolores de cabeza, estómago, espalda y fenómenos de vértigo, entre otros.
- A nivel psicológico: cambios de humor, bajo estado de ánimo, irritabilidad, estrés y ansiedad, entre otros.
Si la víctima ha buscado apoyo en sus padres o sus profesores, son muy importantes, y casi es determinantes, los pasos a seguir para que el acoso escolar tenga un lugar de tratamiento con consecuencias para reconducir y prevenir la rendición.
Contemplar que es una realidad inherente permite tomar acción a través de programas de mejora de la convivencia donde la participación y la corresponsabilidad es de todos los actores implicados en el acto educativo.
Una vez que se detecten situaciones sospechosas de ser o estar relacionadas con acoso, pedir ayuda y hacer uso de los canales y dispositivos correspondientes a nivel de centro.
Es fundamental que haya espacios para el apoyo y la conversación entre alumnos y profesores. En ellos, se fomenta un punto de detenimiento para poner en suspenso un problema sobre el que es preciso hablar.
Se refiere al momento en el que se activa el protocolo sobre acoso escolar a nivel de centro y se contempla la revisión del mismo en función de los resultados observados.
A modo de recapitulación, podemos decir que, ante la realidad cambiante, se trata de ofrecer maneras de acompañar y estar presentes en los procesos de transición. Los protocolos ayudan a la prevención y a la actuación en momentos críticos, pero hay que estar preparados para saber qué hacer en esos momentos donde la diferencia se vuelve un problema.
Queda mucho por abordar, es por ello que abrir espacios para entender el sinsentido de la agresión y la degradación como consecuencia resulta fundamental.
Jose Jiménez González, psicólogo clínico de Hospital Quirónsalud Digital
Los trastornos de la personalidad son alteraciones profundas y persistentes en la forma en que una persona percibe, se relaciona y responde a su entorno. A diferencia de otros trastornos mentales más episódicos, los de personalidad se caracterizan por patrones rígidos e inflexibles que dificultan la adaptación social, laboral o familiar. Comprender sus causas y variedades es esencial para promover el diagnóstico temprano y una intervención adecuada.
Los trastornos de la personalidad no tienen una única causa definida; más bien, se desarrollan a partir de una combinación compleja de factores biológicos, psicológicos y sociales. Entre las principales causas se encuentran:
• Factores genéticos: existen evidencias de que ciertos rasgos temperamentales pueden heredarse, predisponiendo a algunas personas a desarrollar trastornos de personalidad.
• Experiencias tempranas: abusos físicos o emocionales, negligencia, traumas infantiles o entornos familiares caóticos pueden alterar el desarrollo emocional del individuo.
• Alteraciones neurobiológicas: cambios en la estructura y la función cerebral, especialmente en áreas relacionadas con el control emocional y la toma de decisiones, también se han relacionado con algunos trastornos.
• Ambiente social y cultural: la falta de apoyo emocional, las relaciones disfuncionales o contextos sociales inestables pueden contribuir a la consolidación de patrones de personalidad disfuncionales.
Los trastornos de la personalidad se agrupan generalmente en tres grandes clústeres o grupos, según sus características predominantes: A (raros o excéntricos), B (dramáticos o emocionales) y C (ansiosos o temerosos).
Caracterizado por una desconfianza generalizada hacia los demás, incluso sin justificación. Las personas con este trastorno suelen interpretar las acciones de otros como malintencionadas o amenazantes.
Las personas esquizoides tienden a evitar las relaciones sociales y muestran poco interés por interactuar con otros. Son frías emocionalmente y prefieren actividades solitarias.
Incluye patrones de pensamiento y comportamiento excéntricos, como creencias mágicas, dificultades para establecer relaciones y una tendencia al aislamiento.
Asociado con una falta de empatía, impulsividad y comportamiento irresponsable o incluso delictivo. Es más frecuente en hombres y suele empezar en la adolescencia.
Implica una inestabilidad emocional intensa, relaciones interpersonales caóticas, miedo al abandono, impulsividad y conductas autodestructivas.
Las personas con este trastorno buscan constantemente atención y aprobación. Son muy emocionales, dramáticas y se preocupan excesivamente por su imagen.
Se caracteriza por una autoimagen grandiosa, necesidad de admiración y una falta de empatía hacia los demás. Puede ocultar una autoestima muy frágil.
Implica una inhibición social marcada, sentimientos de inferioridad y una gran sensibilidad a la crítica. Las personas suelen evitar interacciones por temor al rechazo.
Las personas dependientes tienen una necesidad excesiva de ser cuidadas, lo que genera sumisión, miedo a la separación y dificultad para tomar decisiones por sí mismas.
No debe confundirse con el TOC. Aquí, las personas presentan una preocupación excesiva por el orden, el perfeccionismo y el control, afectando su flexibilidad y eficacia.
El tratamiento de estos trastornos es un desafío, ya que suelen formar parte de la identidad del individuo. Sin embargo, la psicoterapia, especialmente la terapia cognitivo-conductual o la dialéctica conductual, puede ayudar a modificar patrones disfuncionales. En algunos casos, se recurre a medicación para tratar síntomas asociados como ansiedad, depresión o impulsividad.
El apoyo familiar y social, la educación emocional y el desarrollo de habilidades interpersonales también son claves para mejorar la calidad de vida del paciente.
En definitiva, los trastornos de la personalidad son complejos, pero no inmodificables. Con un diagnóstico oportuno y un enfoque terapéutico adecuado, es posible mejorar significativamente la vida de quienes los padecen. Comprender sus causas y manifestaciones es el primer paso hacia la empatía, el acompañamiento y la salud mental integral.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico, adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
Cada 24 de julio, se celebra el Día Internacional del Autocuidado, una fecha impulsada para fomentar la responsabilidad individual sobre nuestra salud física y mental. En un contexto en el que el estrés, el agotamiento emocional y los estilos de vida poco saludables son cada vez más frecuentes, detenernos a reflexionar sobre cómo nos cuidamos a nosotros mismos es más necesario que nunca. Esta jornada no solo invita a adoptar hábitos saludables, sino también a desarrollar una actitud más compasiva hacia uno mismo.
El autocuidado no es un lujo, ni un acto egoísta, es una práctica fundamental para mantener el equilibrio psicológico, prevenir enfermedades y mejorar nuestra calidad de vida. Desde la psicología clínica, sabemos que las personas que se cuidan de forma regular presentan menor incidencia de trastornos de ansiedad, depresión y estrés crónico. Además, el autocuidado permite sostener relaciones más sanas, mejorar el rendimiento laboral y aumentar la resiliencia emocional frente a las adversidades.
El autocuidado se expresa en diferentes áreas que interactúan entre sí. A continuación, revisamos algunas de las más relevantes.
Cuidar de nuestras emociones implica escucharnos con honestidad, reconocer lo que sentimos sin juzgarnos y responder a esas emociones de manera saludable. Practicar la regulación emocional, pedir ayuda cuando la necesitamos y permitirnos descansar o poner límites cuando algo nos sobrepasa son formas concretas de autocuidado emocional. Validar nuestras emociones en lugar de reprimirlas también ayuda a prevenir malestares más profundos.
Nuestra salud mental se beneficia de hábitos como la desconexión digital, el descanso adecuado y la práctica de técnicas de atención plena. Leer, escribir, meditar o, simplemente, permitirnos tiempo para no hacer nada puede ser profundamente reparador. También es fundamental revisar nuestros pensamientos automáticos, identificar creencias limitantes y, si es necesario, acudir a terapia psicológica como parte de un compromiso serio con nuestro bienestar.
Dormir bien, alimentarse de forma equilibrada, mantenerse activo físicamente y acudir a revisiones médicas periódicas son los pilares del autocuidado físico. Estos hábitos no solo protegen la salud corporal, sino que también influyen positivamente en nuestro estado de ánimo, nuestro nivel de energía y nuestro funcionamiento cognitivo. Recordemos que el cuerpo y la mente no están separados: lo que afecta a uno, impacta al otro.
Cultivar vínculos sanos, rodearse de personas que nos nutren emocionalmente y aprender a pedir apoyo son formas de autocuidado social. También implica saber poner límites a relaciones que nos desgastan o nos hacen daño. Somos seres relacionales y cuidar nuestra red de apoyo contribuye directamente a nuestra salud emocional.
En 2025, el Día Internacional del Autocuidado se centra en el lema: «Cuidarte es un acto de responsabilidad y amor». El objetivo principal de este año es sensibilizar sobre la importancia de integrar el autocuidado en la rutina diaria, no solo como una respuesta ante el malestar, sino como una práctica preventiva.
Durante esta jornada, se celebrarán múltiples actividades a nivel mundial: charlas educativas sobre salud mental y física, campañas informativas en redes sociales, talleres de mindfulness, encuentros comunitarios y sesiones abiertas con profesionales de la salud. Muchas instituciones sanitarias también ofrecerán revisiones gratuitas y recursos prácticos para fomentar el autocuidado en distintos contextos: escuelas, empresas, centros de salud y espacios públicos.
El autocuidado es una herramienta poderosa para proteger nuestra salud, fortalecer nuestra autoestima y sostenernos en la vida cotidiana. En lugar de verlo como un capricho, debemos entenderlo como una necesidad básica. Aprovechar este 24 de julio para revisar cómo nos estamos cuidando —y qué aspectos podríamos mejorar— es una oportunidad para reconectarnos con nosotros mismos y promover una cultura del bienestar integral. Porque cuidarte no solo te beneficia a ti, también beneficia a quienes te rodean.
La salud mental influye en las relaciones sociales y en el bienestar emocional. Cuidarla resulta fundamental para alcanzar la serenidad y la calidad de vida que todos buscamos. En este blog, profesionales expertos en psicología y psiquiatría nos invitan a profundizar en los distintos aspectos que influyen en la salud y bienestar mental con el objetivo de comprenderla, cuidarla y desterrar tabúes y estigmas.
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