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Blog del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz

Anticoagulantes y antiagregantes: ¿por qué es importante conocer qué son y cómo funcionan?

¿Qué son los anticoagulantes y los antiagregantes?

Los anticoagulantes y antiagregantes son dos tipos de medicamentos que ayudan a prevenir problemas graves relacionados con los coágulos sanguíneos, esos "tapones" que nuestro cuerpo crea y que, si se alojan en una vena o arteria, pueden bloquear su flujo normal. Ambos medicamentos están diseñados para evitar la formación de "coágulos anormales" que pongan en peligro la vida. Por ello, en conjunto, se les llama "fármacos antitrombóticos", si bien actúan sobre distintas partes del proceso de coagulación.

2025 01 08 Anticoagulantes y antiagregantes (1)Imagen en alta resolución. Este enlace se abrirá mediante lightbox, puede haber un cambio de contexto2025 01 08 Anticoagulantes y antiagregantes (1)

¿Cómo se forman los coágulos en el cuerpo?

La coagulación es un proceso natural que nuestro cuerpo utiliza para detener el sangrado cuando sufrimos una herida. Este proceso tiene tres componentes principales: las plaquetas/los vasos sanguíneos, la cascada de coagulación y el sistema fibrinolítico.

  1. Las plaquetas: las "primeras en llegar". Las plaquetas son células pequeñas que circulan por nuestra sangre. Cuando hay una lesión en un vaso sanguíneo, como un corte, se activan rápidamente, se adhieren a la zona dañada y forman un "tapón inicial" para detener el sangrado. Sin embargo, este tapón es débil y necesita reforzarse.
  2. La cascada de coagulación: el "refuerzo del tapón". Aquí entran en acción unas proteínas especiales llamadas factores de coagulación. Estas proteínas trabajan juntas en una reacción en cadena para convertir el fibrinógeno en fibrina, que es como una red resistente. Esta red refuerza el tapón de plaquetas y forma un coágulo estable que asegura que el sangrado se detenga por completo.
  3. El sistema fibrinolítico: "limpiando cuando ya no se necesita". Una vez que el coágulo ha cumplido su función y la herida está cerrada, el cuerpo activa el sistema fibrinolítico. Este se encarga de disolver los restos del coágulo formado, con la ayuda de enzimas como la plasmina, permitiendo que el flujo de sangre vuelva a la normalidad.

Todo este sistema está cuidadosamente equilibrado para que los coágulos se formen únicamente cuando son necesarios y se disuelvan cuando ya no lo son. Sin embargo, a veces este equilibrio falla.

¿Qué sucede cuando se forman coágulos donde no deberían?

La aparición de coágulos dentro de vasos sanguíneos, pueden bloquear el flujo de la sangre. Esto puede provocar problemas graves como: una trombosis, cuando un coágulo obstruye una vena o arteria; o una embolia, cuando el coágulo formado se desprende, viaja por el torrente sanguíneo y bloquea el flujo sanguíneo en otro lugar.
Ambos tratamientos son fundamentales para prevenir y tratar problemas relacionados con la formación de coágulos en vasos sanguíneos aparentemente sanos, y la elección de uno u otro depende del problema específico y de la recomendación médica.

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¿Cómo funcionan los anticoagulantes y antiagregantes?

El tratamiento anticoagulante se centra en la cascada de coagulación, ese proceso en cadena que produce fibrina para reforzar "el tapón plaquetario inicial". Su objetivo es interferir esta cascada en diferentes puntos (según el tipo de anticoagulante) para evitar que se formen coágulos anormales. Esto puede lograrse de dos formas principales:

  1. Bloqueando factores de la coagulación: algunos medicamentos, como la warfarina o el acenocumarol (conocido como Sintrom®) y otros anticoagulantes orales más recientes (dabigatrán, apixabán, edoxabán y rivaroxabán), impiden que ciertas proteínas clave (factores de coagulación) hagan su trabajo correctamente. Esto reduce la producción de fibrina.
  2. Potenciando anticoagulantes naturales: Otros medicamentos, como la heparina, aumentan la actividad de las proteínas anticoagulantes que nuestro cuerpo produce de forma natural, lo que ayuda a mantener el equilibrio y evita la formación excesiva de coágulos.

Los anticoagulantes son especialmente útiles en problemas relacionados con las venas, como la trombosis venosa profunda (coágulos en las venas de las piernas) o en condiciones como la fibrilación auricular, donde hay un alto riesgo de que se formen coágulos en el corazón y estos viajen al cerebro o a otras partes del cuerpo.

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El tratamiento antiagregante, en cambio, actúa sobre las plaquetas, esas pequeñas células que forman el "tapón hemostático inicial" cuando hay una lesión en un vaso sanguíneo. Los antiagregantes, evitan que las plaquetas se activen y se adhieran unas a otras, lo que es especialmente importante en las arterias. ¿Por qué? Porque en las arterias los coágulos suelen formarse por la ruptura de placas de colesterol (ateromas) que se acumulan en las paredes de los vasos. Cuando una placa se rompe, las plaquetas tienden a agruparse, formando un coágulo que puede bloquear el flujo sanguíneo. Este mecanismo está detrás de problemas graves como los infartos de miocardio ("ataques al corazón") o los accidentes cerebrovasculares (infartos cerebrales). Los medicamentos antiagregantes, como la aspirina o el clopidogrel, se utilizan egantes para reducir este riesgo.

En resumen, ambos grupos de medicamentos antitrombóticos tienen el mismo objetivo: evitar problemas causados por los coágulos de la sangre, si bien actúan en puntos diferentes del sistema de la coagulación sanguínea. Los antiagregantes, como se ha comentado, actúan en las etapas iniciales, evitando que las plaquetas se adhieran a la pared vascular. Los anticoagulantes, sin embargo, interfieren en la cascada de coagulación, bloqueando el desarrollo de coágulos más grandes. Esto les permite ser más efectivos en la prevención de problemas graves relacionados con coágulos en las venas o en el corazón, como es el caso de la trombosis venosa profunda, la embolia pulmonar o los ictus relacionados con fibrilación auricular.

Estos tratamientos son muy efectivos, si bien deben usarse bajo supervisión médica, ya que afectan procesos clave de nuestro organismo y pueden aumentar el riesgo de sangrados si no se dosifican correctamente. Por eso, es esencial seguir siempre las indicaciones de su médico y acudir a las revisiones periódicas. ¡Cuidar nuestra salud circulatoria puede salvar vidas!


Elena Vega Romero
Residente de tercer año del Servicio de Hematología y Hemoterapia
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz

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Sobre este blog

Información divulgativa sobre los problemas de coagulación, prevención, diagnóstico, tipología, tratamientos y problemas asociados.

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Dra. Pilar LlamasDra. Pilar Llamas SilleroJefe del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz. Directora de la Unidad de Trombosis y Hemostasia de la Fundación Jiménez Díaz.Dra. Rosa VidalMédico Adjunto del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz. Miembro de la Unidad de Trombosis y Hemostasia de la Fundación Jiménez Díaz.
Dr. Diego Velasco RodríguezMédico Adjunto del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz. Miembro de la Unidad de Trombosis y Hemostasia de la Fundación Jiménez Díaz.
Dra. Sara Martín HerreroMédico Adjunto del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz. Miembro de la Unidad de Trombosis y Hemostasia de la Fundación Jiménez Díaz.
Dra. Inés Martínez AlfonzoMédico Adjunto del Servicio de Hematología de la Fundación Jiménez Díaz. Miembro de la Unidad de Trombosis y Hemostasia de la Fundación Jiménez Díaz.
Carmen López ÁlvarezEnfermera de la Unidad de Terapia Antitrombótica de la Fundación Jiménez Díaz.

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