Quirónsalud
Blog de los residentes de Psicología de la FJD
Pérdida perinatal: pérdida ocurrida en cualquier momento de la gestación hasta el primer mes de vida del bebé, que incluye: abortos espontáneos o inducidos, embarazo ectópico, reducción selectiva (aborto inducido de uno o más fetos en una gestante múltiple), muerte de un gemelo en gestación, feto muerto intraútero o durante el parto, muerte de prematuro o de neonato. Así como la cesión de un niño en adopción.
Duelo perinatal: Respuesta natural de padres y familiares ante una pérdida perinatal. Implica la pérdida de otros aspectos, p.ej., expectativas truncadas, pérdida del hijo proyectado, pérdida de una etapa de la vida y de identidad como padre/madre, duelo por la infertilidad, pérdida de compartir la vivencia con el entorno que sí tiene o espera hijos…
Se considera que un 22 por ciento de las madres que han tenido una pérdida perinatal sufre algún trastorno psicológico como depresión o ansiedad, y un 15-20 por ciento de las parejas tienen problemas para superar el duelo.
Aunque no hay acuerdo acerca de cuándo termina el proceso de duelo perinatal, hay autores que afirman que puede durar de dos a cuatro años, aunque al cabo de seis meses-un año del acontecimiento ya no suele constituir el centro de la vida emocional de los padres.
Manifestaciones frecuentes:
Proceso de duelo en la pérdida perinatal (Payás, 2010)
¿Qué se puede hacer si tenemos cerca a una persona que está pasando por un duelo perinatal?
Habla si tienes palabras más fuertes
que el silencio, de lo contrario,
guarda silencio (Eurípides)
Adela Sánchez-Escribano Martínez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Todos estaremos de acuerdo en que dormir es un placer, pero además es una de las funciones corporales básicas de nuestro organismo. Mientras dormimos se cumplen funciones de regulación y recuperación fundamentales. Gracias al sueño nos reponemos del desgaste físico y mental que conlleva nuestra actividad diaria. De hecho, dormir es tan importante que en, condiciones normales, pasamos un tercio del día en la cama. Cuando tenemos problemas para dormir de forma recurrente, nuestro estado físico, cognitivo y anímico se verán afectados de forma negativa.
Aunque lo más común es que sea suficiente dormir entre siete y ocho horas al día, las necesidades de sueño varían mucho dependiendo de diversos factores. A continuación, pasaremos a enumerar algunos de ellos y cómo nos afectan a la hora de dormir.
Estos son solo algunos de los factores que pueden influir en la cantidad y calidad de nuestro sueño, pero hay que tener en cuenta que estos actúan de diferente forma en cada persona. Es normal que a lo largo de nuestra vida pasemos por periodos en los que algunos de estos factores nos impidan descansar, pero el problema viene cuando esta falta de sueño se perpetúa en el tiempo.
Para evitar que esto ocurra o revertir el problema una vez instaurado, contamos con diversos tratamientos. Uno de los más utilizados son los fármacos que, aunque su uso está muy extendido y cuentan con algunas ventajas, realmente no solucionan el problema. Las benzodiazepinas suponen un alivio inmediato que suele traer consecuencias al dejar de usarlas: el temido efecto rebote y el riesgo de dependencia.
Uno de los tratamientos con más evidencia son las técnicas de relajación. Una de las más estudiadas es la relajación muscular progresiva de Jacobson. Mediante estas estrategias se reduce el elevado nivel de activación que nos impide conciliar el sueño durante la noche.
Lo ideal es combinar estrategias como la relajación con otras técnicas conductuales como el control de estímulos. Esta técnica tiene como base algunas recomendaciones, como por ejemplo acostarse solo cuando se tenga sueño sin permanecer más de 15 ó 20 minutos despierto en la cama, tener unos horarios regulares de irse a dormir o usar el dormitorio sólo para dormir, y no para realizar otras actividades como ver la televisión.
A continuación, nos detendremos un poco más en las pautas de higiene del sueño que intentan modificar nuestros hábitos inadecuados y los factores ambientales que pueden estar manteniendo nuestros problemas de descanso nocturno:
En ocasiones, cumpliendo estas sencillas pautas que instauren unos adecuados hábitos y rutinas seremos capaces de recobrar un sueño normalizado. De todas formas, para los problemas de insomnio mas cronificados y complejos, puede ser necesaria la ayuda de un profesional de la salud mental que evalúe nuestro sueño y los factores que puedan estar afectándolo para proponernos un tratamiento adecuado a nuestra situación.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Para comenzar, es importante señalar que no hay "pautas", "herramientas" o una "llave mágica" que solucione los problemas que pueden presentar los niños, por lo que responder a las preguntas "qué hago cuando…" es difícil, e incluso puede llegar a ser contraproducente por las particularidades de cada niño, porque no existe la forma correcta de actuar.
Cada familia vive unas circunstancias distintas, donde entran en juego también las propias experiencias personales de cada padre y madre, como pareja, como individuos, el pasado de cada uno, sus resistencias, sus fortalezas, etc. De forma que es importante poder mirar qué cosas nuestras intervienen en el día a día con los hijos, en las interacciones, en los momentos que se nos hacen más difíciles cuáles son las barreras personales que tenemos, e ir descubriendo aquellas dificultades que impiden sobrellevar la situación. Aprender a observarnos a nosotros mismos, ver cómo hemos estado actuando, si hay alguna cosa que creemos que se podría hacer de forma distinta, si algo de lo que hemos estado haciendo hasta ahora contribuye a que la situación no cambie.
Es importante tener en cuenta que los diagnósticos que puedan tener nuestros hijos no implican conductas inmutables, se debe intentar no etiquetar a los niños, no achacar como causa de su comportamiento el que le hayan diagnosticado autismo, TDAH, etc. Hay que hablar de ellos en relación a cómo actúan o reaccionan, como niños que son.
Por otro lado, es fundamental tener en cuenta que el concepto de portarse bien tiene un significado ambiguo que no especifica qué se espera de los niños. Es imprescindible que los pequeños sepan qué conductas pueden o no realizar, lo que también entraña el peligro de caer en dar múltiples órdenes que sean difíciles, e incluso imposibles, de ejecutar, las cuales podrían ser "estate quieto", "no hagas eso", "no molestes".
A pesar de que, en ocasiones, existen varias conductas que se deberían cambiar en los niños, lo recomendable sería comenzar con tres o cuatro reglas sobre cómo hacer las cosas y, a medida que éstas se vayan introduciendo en su forma de operar, ir añadiendo otras paulatinamente.
También es indispensable tener en cuenta qué castigos ponemos a nuestros hijos, ya que, en ocasiones, se puede entrar en la dinámica de que estas consecuencias resulten excesivas o inverosímiles, como "estás castigado seis meses"; de forma que el resultado sea el contrario a lo que buscamos, porque ¿para qué va a hacer las cosas de otra manera, si ya está castigado seis meses…? Además, es muy importante tener en cuenta, a la hora de intentar modificar su comportamiento, el no caer en la manipulación de sus emociones con frases tan lapidarias como "ya no te quiero", "mira a tu hermano qué bien se porta…"
Para que los niños se den cuenta de que lo que están haciendo no es lo correcto, las consecuencias deben estar ajustadas, lo primero, al momento evolutivo por el que pasan, y también es importante que estén relacionadas, en la medida de lo que se pueda, con lo que queremos modificar, de forma que, por ejemplo, si ha roto algo, debe recogerlo y contribuir a que ese objeto sea repuesto. Otro aspecto a tener en cuenta es que el castigo debe ser inmediato y corto, de manera que al día siguiente tenga oportunidad de volver a empezar de cero y hacer las cosas de forma más ajustada a lo que se espera de él.
A la hora de enfrentarse a los conflictos cotidianos que ocurren en casa es importante poder mirar qué les estamos pidiendo a nuestros hijos que nosotros no hacemos como, por ejemplo, en lo relacionado a la explosión de emociones: es común ver en consulta a padres que reconocen gritar a sus hijos al querer que se tranquilicen, llegando incluso a la agresión física del muy mal entendido ‘cachete educativo’, de forma que le estamos pidiendo a un niño que tenga una gestión emocional y conductual que los adultos no tienen, llegando a enseñarles que la violencia física es una forma de control emocional y de conseguir que el otro haga lo que queremos.
Además, el concepto de obedecer es otro que entraña dificultades, porque ¿es bueno que obedezcan siempre? Hay ciertas características que incomodan, como por ejemplo el que no obedezcan, pero, ¿deberían obedecer a todo el mundo?, ¿a todos los adultos?
A veces aquello que creemos es un defecto del niño, no lo es al cien por cien. En consulta se ven casos de niños que sufren abusos, muchas veces por parte de alguien al que consideran que deben de obedecer, como una autoridad, alguien cercano o de la familia, y no dicen nada porque les han dicho que no digan nada y obedecen. En ese caso, ¿es positivo que el niño obedezca? Hay niños que se oponen más, que protestan, que son más críticos… a veces esto es un incordio, sobre todo en el día a día con los padres, pero quizás esos niños no se irían con un desconocido, no permitirían que un compañero les agrediera, etc.
La sociedad nunca se ha cuestionado el formarse en campos ocupacionales, pero en algún momento de la historia se implantó la idea de que educar a los hijos debe ser algo "natural" y necesitar ayuda era admitir la ineptitud de los padres. La verdad es que los buenos padres son los que se dan cuenta de sus errores, los que se forman, hacen preguntas y piden ayuda cuando la necesitan.
"Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos" (Sócrates, s. V a.C)
"Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura" (Escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia, 4.000 años de existencia)
Adela Sánchez-Escribano Martínez e Inés Menéndez Cuiñas
Residentes del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
En la actualidad el mindfulness ha cobrado mucha fama llegando a impartirse cursos y talleres a una amplia gama de personas en muy diferentes ámbitos, como por ejemplo en el laboral, escolar, en el ámbito hospitalario… y no sólo dirigido a pacientes con diversas patologías, sino también para el personal sanitario.
Esta gran notoriedad ha permitido que estas técnicas se popularicen, pero también se ha generado cierta confusión, ya que en ocasiones se equiparan las técnicas de relajación y el mindfulness o se cree que es un subtipo de estas, cuando la realidad es que son opuestas.
Las técnicas de relajación como la respiración diafragmática, la relajación muscular de Jacobson, el entrenamiento autógeno de Schultz o las estrategias de visualización, lo que buscan es disminuir, o incluso eliminar, síntomas de ansiedad tanto físicos como mentales, como pudieran ser sudoración, temblores, taquicardia, o pensamientos negativos. Sin embargo, el mindfulness o atención plena va dirigido a que, a pesar de que estos síntomas pudieran resultar molestos, hay que estar en el presente y no centrar nuestros esfuerzos en intentar modificarlos.
El mindfulness tiene sus orígenes en la meditación budista zen y es Jon Kabat-Zin quien promueve su interés en occidente. Se entiende como un proceso no valorativo, de focalización de la atención en el momento presente, y entiende que está en la condición humana cierto grado de malestar y sufrimiento, de forma que debemos aceptar lo que ocurre y dirigir nuestros esfuerzos a la consecución de nuestras metas y no a cambiar lo que pensamos o sentimos.
Los componentes principales de la atención plena incluyen:
Hay diferentes procedimientos para el entrenamiento de mindfulness, que incluso pueden ser similares a los de las técnicas de relajación, como pudiera ser la respiración, aunque el objetivo en lugar de dirigirse a disminuir la hiperactivación del cuerpo y reeducar la forma de respirar para que sea diafragmática en lugar de superficial, va encaminado a observar la respiración que cada uno presenta de forma individual, sin modificar nada, solo con atención plena a como entra y sale el aire del cuerpo y los diferentes movimientos que lo acompañan.
Otras estrategias incluyen la atención a los sonidos, el ejercicio de comer una uva pasa, meditación en los pensamientos, siendo el body scan uno de los más practicados, esta técnica está dirigida a centrar la atención en de las sensaciones mientras se hace un recorrido mental por todo el cuerpo.
El mindfulness utiliza el cuerpo para estar conectado con el presente, ya que la mente se puede ir al pasado, lo que se relaciona con síntomas de depresión y al futuro, que implicaría síntomas de ansiedad, pero el cuerpo siempre está en el presente, y gracias a eso podemos conectar con el aquí y ahora cuando lo necesitemos, practicando la atención plena en nuestras sensaciones corporales.
De manera que, a pesar de que las técnicas de relajación y de mindfulness en ocasiones pueden parecer similares, incluso aunque como consecuencia de la realización de la atención plena consigamos relajarnos, lo cierto es que el objetivo que persigue cada estrategia es completamente distinto.
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Respetarse a sí mismo y respetar a los demás. Esta frase que parece fácil, esconde tras de sí uno de los conceptos de más actualidad en el ámbito de la psicología: la asertividad.
La forma en la que nos comunicamos con los demás refleja también la forma en la que pensamos sobre nosotros mismos, sobre los demás, y sobre cómo deben ser las relaciones. Los sentimientos que nos surgen en las interacciones con otras personas son clave en el tipo de relación que establecemos, siendo estas satisfactorias o decepcionantes.
En torno a este concepto de asertividad ha surgido una vasta literatura que nos enseña cómo decir no y cómo poner límites a los otros. Pero lo que esconde esta conducta final de decir NO es la interiorización de unos derechos fundamentales que poseemos por el simple hecho de ser seres humanos.
Veamos en qué consiste una comunicación asertiva para pasar a continuación a explicar cómo ponerla en práctica y las repercusiones positivas que puede tener en nuestra salud y autoestima.
La asertividad forma parte de un continuo donde la agresividad y la pasividad serían los extremos.
Según Manuel J. Smith, autor de uno de los libros más influyentes sobre la asertividad, lo primero que debemos hacer es dar valor a nuestra propia opinión, es decir "ser tu propio juez". Ya que si confías en tu criterio sobre cómo debes sentir, pensar o actuar no dependerás de juicios ajenos que pretendan influir en estas variables. Es decir, no dependerás de que nadie decida qué es lo correcto o incorrecto para ti.
Una vez nos liberamos de la presión que ejercen las opiniones ajenas, seremos libres de actuar sin dar explicaciones y de decidir siguiendo nuestra propia lógica sin miedo de quedar mal frente a los otros. Por lo que es fundamental prestar atención a las emociones, siendo necesario expresar lo que estamos sintiendo en la relación con el otro de forma que pueda comprender cómo nos encontramos.
Mantener una actitud de calma, firmeza y perseverancia en la defensa de nuestros intereses es fundamental de cara a tener interacciones sociales en las que no salgamos siempre perjudicados.
En las relaciones familiares, de amistad o laborales podemos actuar de una manera agresiva, pasiva o asertiva, teniendo esto consecuencias diferentes en nuestro bienestar. Una persona pasiva, que ceda ante los demás y que siempre ponga sus intereses en segundo plano frente al de otros verá mermada su autoestima, sentirá que tiene poco control sobre lo que le ocurre y se sentirá insatisfecho con las relaciones personales. Esto puede derivar en un bajo estado de ánimo y en sentimientos de indefensión.
Una persona agresiva, a pesar de conseguir sus metas a costa de las necesidades de los demás, también tendrá relaciones insatisfactorias y puede acabar sintiéndose rechazado, con baja autoestima y sensación de poco control sobre su estado emocional.
Sin embargo, una persona con un estilo asertivo verá aumentado su sentimiento de valía, ya que tendrá una consideración positiva de sí mismo, sentirá que tiene control sobre su entorno y disfrutará de relaciones interpersonales sanas y satisfactorias.
La comunicación asertiva forma parte de un conjunto de técnicas de afrontamiento que pueden hacer que nos veamos menos expuestos a estrés y ansiedad. Al sentir que tenemos herramientas, nos veremos más capaces de llevar a cabo nuestros objetivos, ya sean laborales, sociales o de autocuidado.
Hay personas que de forma natural cuentan con habilidades asertivas en su día a día, ya sea por la educación recibida o por los modelos de conducta que han observado en su entorno… Pero la buena noticia es que la asertividad se puede entrenar y adquirir. Hacer el ejercicio de hacer valer nuestros derechos y necesidades con serenidad y firmeza lleva tiempo y esfuerzo por lo que hay que ser persistentes, pero los beneficios merecen la pena.
Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Hábitos beneficiosos para nuestra salud mental y bienestar psicológico. Educación sobre nuestras emociones y pensamientos. Consejos para promover el bienestar psicológico...
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