Quirónsalud
Blog del Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez. Psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos y especialista en Psicología Deportiva
La resiliencia es un concepto del que se habla desde hace varios años en el campo de la psicología y es muy útil en momentos como los que estamos viviendo ahora a nivel mundial, que implican tanto malestar y condiciones tan adversas para tanta gente.
El término fue acuñado por Rutter en 1993 para describir a las personas que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos. Por lo que los resilientes son aquellos que, al estar en una situación de adversidad, tienen la capacidad de sobreponerse, crecer y desarrollarse adecuadamente, a pesar de los pronósticos desfavorables.
Tiene dos componentes principales, las dos ‘R’:
La resiliencia se sostiene en la interacción entre la persona y el entorno, por lo tanto, no procede exclusivamente del medio externo, ni es algo exclusivamente innato. Además, hay que tener en cuenta que nunca es absoluta, ni permanece siempre estable.
Este concepto lo que nos enseña es que, en ciertas circunstancias, los eventos displacenteros y potencialmente negativos pueden fortalecer a las personas frente a eventos futuros previsiblemente dañinos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en otras circunstancias puede darse el efecto contrario y que los eventos estresantes actúen como factores de riesgo, sensibilizando frente a futuras experiencias de estrés.
Otras definiciones de este concepto según otros autores son:
Como podemos facilitar la resiliencia en nuestro entorno social:
En relación al manejo del estrés, los autores señalan como aspectos a potenciar:
Grotberg en 1995 crea un modelo en que describe las características del niño resiliente a través de la posesión de atribuciones verbales: "Yo tengo", "Yo soy", "Yo estoy", "Yo puedo"
Algunos ejemplos que pueden explicar mejor el uso de estos verbos son:
Yo tengo:
Yo soy:
Yo estoy:
Yo puedo:
De manera que la resiliencia no es algo con lo que se nace, es una habilidad que se adquiere al enfrentarse a situaciones difíciles y por lo tanto está al alcance de todos. Los eventos que nos ocurren no determinan en su totalidad cómo nos encontramos, las personas tenemos la capacidad de manejar las situaciones adversas al poner en marcha nuestras estrategias de afrontamiento, entre las que se encuentran, pedir ayuda al entorno para el manejo de los problemas y emociones cuando nos sentimos desbordados, y la aceptación de los escenarios que no podemos modificar.
"La resiliencia es aceptar tu nueva realidad,
incluso si es menos buena de la que tenías antes"
Elizabeth Edwards
Adela Sánchez-Escribano Martínez
Residente de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
La situación actual del covid supone un escenario de incertidumbre que nos exige un esfuerzo extra para manejar el estrés que genera en nuestras vidas. Convivir con el coronavirus genera unas demandas que repercuten en nuestro estado emocional. Ante estas circunstancias tan especiales, las personas ponemos en marcha estrategias de afrontamiento para hacer frente a los estados de estrés.
Esta pandemia supone un factor de estrés severo para cualquier persona ya que se trata de una experiencia totalmente excepcional. La amenaza que genera el virus puede causar miedo e impotencia. Es en este tipo de condiciones en las que se pone en marcha una respuesta adaptativa para facilitar el afrontamiento.
Las estrategias de afrontamiento que utilizamos en situaciones de exigencia y estrés pueden desempeñar un papel importante en nuestro bienestar emocional y nuestra salud. Sin embargo, también pueden dar lugar a síntomas o trastornos que dificulten nuestro día a día. Un aumento de las emociones negativas, síntomas de ansiedad, depresión, enfado ypreocupación por la salud son reacciones frecuentes en esta situación que estamos viviendo.
Todos tenemos unestilo particular de afrontar las situaciones estresantes. Algunas personas se enfrentaran con mayor o menor grado de ansiedad y con mayor o menor grado de respuestas fisiológicas (hiperventilación, incremento de tasa cardiaca, tensión muscular…).
Afrontar una situación significa poner en marcha esfuerzos cognitivos, conductuales y emocionales para manejarla. Que afrontemos de una determinada manera va a depender, por una parte, de nuestro estilo habitual, nuestra personalidad y vivencias pasadas, aunque también del tipo de situación a la que nos enfrentemos.
El afrontamiento consiste en un proceso. Lo primero que hacemos ante un estresor es generar una respuesta emocional. Estas emociones a pesar de poder generar malestar, están cumpliendo una función: El objetivo es ayudarnos a evaluar la situación y a poner en marchar acciones que nos devuelvan a un funcionamiento normal.
Todas las emociones se activan junto a los cambios fisiológicos que las caracterizan. Una vez puesta en marcha la emoción, podemos valorar la situación estresante y decidir si podemos o no hacer algo para cambiarla. Llevaremos a cabo un afrontamiento centrado en el problema si consideramos que podemos hacer algo, o centrado en el manejo de la emoción si consideramos que no podemos hacer nada para cambiar la situación. También es posible una combinación de ambos tipos de afrontamiento.
Veamos algunos ejemplos de estas formas de afrontamiento que nos puedan servir para entender como nos enfrentamosa la situación actual creada por el covid-19.
Algunas estrategias que pueden asociarse a mayor bienestar y que pueden considerarse adaptativas son:
Por el contrario, también existen estrategias que pueden llevar a mayor malestar y que pueden generarnos consecuencias negativas a largo plazo:
Como podemos ver, la forma de afrontar una situación de tal magnitud como es la crisis actual del coronavirus depende tanto de nuestro estilo de afrontamiento personal, como de las situaciones a las que nos vemos expuestos por culpa de la pandemia. Un afrontamiento activo de problemas concretos, un adecuado manejo emocional, el autocuidado y recurrir a apoyo social pueden ser estrategias que alivien y amortigüen el impacto del estrés en nuestra salud.
Francisco Javier Bonilla Rodríguez y Beatriz Villar Sevilla
Residentes del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
El estrés es una respuesta de nuestro organismo que moviliza recursos fisiológicos y psicológicos con la finalidad de afrontar alguna demanda. Se podría afirmar que es una respuesta adaptativa, es decir, beneficiosa de cara a ponernos en marcha y ayudaros a funcionar en situaciones exigentes.
Seguramente todos tenemos la idea de que el estrés es dañino, algo a evitar. Incluso ya hemos hablado en este mismo blog de los efectos perjudiciales que puede tener para nuestra salud. Entonces… ¿Por qué también decimos que es una respuesta adaptativa y beneficiosa?
Es el exceso de estrés lo que realmente resulta dañino. El sobrefuncionamiento al que se somete nuestro organismo cuando la respuesta de estrés esta crónicamente activada va a ser lo que provoque que nuestra salud se resienta. Y no sólo será nuestro estado físico y mental los que se vean afectados, ya que esto nos llevará a un descenso de nuestro rendimiento en nuestra actividad laboral, académica o deportiva. Por lo tanto, podemos ver que estrés, salud y rendimiento van de la mano.
A lo largo de nuestro día a día podemos enfrentarnos a infinidad de situaciones potencialmente estresantes que nos vayan afectando según nuestra capacidad de afrontamiento y la actitud que adoptemos ante dichas situaciones. Pero no son sólo situaciones de "exceso" la que nos pueden generar estrés, también las situaciones de "privación" pueden ser estresantes, como por ejemplo un trabajo rutinario y sin alicientes, encontrase en el paro, sufrir una lesión que limite nuestra actividad normal.
Debemos aprender a convivir con el estrés ya que es una respuesta humana totalmente normal y de la que podemos sacar provecho si sabemos escucharla y observar de qué nos está avisando. Por ejemplo, estar preocupado por un examen puede hacer que dediques más tiempo a su preparación y que saques una buena nota; estar más alerta cuando conduces bajo la lluvia puede hacer que moderes la velocidad y prestes más atención a la carretera evitando un posible accidente… Son situaciones en las que el estrés está cumpliendo su finalidad adaptativa y beneficiosa movilizando nuestros recursos.
El hecho de que el estrés resulte en una respuesta perjudicial o adaptativa para nosotros depende de muchos factores, veamos algunos ejemplos:
·Nuestra personalidad (impacientes, competitivos, hostiles…)
·Habilidades de afrontamiento de las que disponemos
·Nuestras creencias y actitudes ante los problemas
·La valoración que hagamos de las situaciones cómo amenaza o cómo reto
·El apoyo social que percibimos de los otros
·Predisposición biológica
La combinación de estos factores será la responsable de que sintamos un nivel de activación que influya en nuestro rendimiento y nuestro estado de salud físico y mental.
Una baja respuesta de estrés ante situaciones que nos demanden movilizar mayores recursos puede hacer que nuestro rendimiento sea inferior al esperado. Por ejemplo, si tengo una enfermedad diagnosticada, pero ésta no me preocupa, no me movilizaré de cara a llevar un tratamiento correcto. Si una oferta de trabajo no me "activa" para enviar mi currículum y acudir a una entrevista, perderé una oportunidad profesional valiosa…
Una respuesta excesiva de estrés también perjudicará nuestra actividad cotidiana ya que nos generará angustia, tensión, dificultad en la toma de decisiones… y por tanto también nos impide un rendimiento normal y nos genera perdida de oportunidades.
Es el nivel óptimo de activación o estrés el que nos dará la energía y capacidad de movilización necesaria para afrontar demandas con un adecuado rendimiento y sin comprometer nuestra salud.
En esta línea la psicología puede ser una gran ayuda de cara a saber gestionar este nivel de estrés para que no se convierta en algo patológico. Entender y aceptar las emociones y las respuestas fisiológicas que estas provocan es una de las claves para perder el miedo a sentir estrés y ansiedad. El aprendizaje de habilidades de afrontamiento como pueden ser la relajación, la solución de problemas, comunicación asertiva, puede hacer que nos enfrentemos a las situaciones demandantes del día a día sintiéndonos más capaces y con más confianza en nuestros recursos.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Todos estaremos de acuerdo en que dormir es un placer, pero además es una de las funciones corporales básicas de nuestro organismo. Mientras dormimos se cumplen funciones de regulación y recuperación fundamentales. Gracias al sueño nos reponemos del desgaste físico y mental que conlleva nuestra actividad diaria. De hecho, dormir es tan importante que en, condiciones normales, pasamos un tercio del día en la cama. Cuando tenemos problemas para dormir de forma recurrente, nuestro estado físico, cognitivo y anímico se verán afectados de forma negativa.
Aunque lo más común es que sea suficiente dormir entre siete y ocho horas al día, las necesidades de sueño varían mucho dependiendo de diversos factores. A continuación, pasaremos a enumerar algunos de ellos y cómo nos afectan a la hora de dormir.
Estos son solo algunos de los factores que pueden influir en la cantidad y calidad de nuestro sueño, pero hay que tener en cuenta que estos actúan de diferente forma en cada persona. Es normal que a lo largo de nuestra vida pasemos por periodos en los que algunos de estos factores nos impidan descansar, pero el problema viene cuando esta falta de sueño se perpetúa en el tiempo.
Para evitar que esto ocurra o revertir el problema una vez instaurado, contamos con diversos tratamientos. Uno de los más utilizados son los fármacos que, aunque su uso está muy extendido y cuentan con algunas ventajas, realmente no solucionan el problema. Las benzodiazepinas suponen un alivio inmediato que suele traer consecuencias al dejar de usarlas: el temido efecto rebote y el riesgo de dependencia.
Uno de los tratamientos con más evidencia son las técnicas de relajación. Una de las más estudiadas es la relajación muscular progresiva de Jacobson. Mediante estas estrategias se reduce el elevado nivel de activación que nos impide conciliar el sueño durante la noche.
Lo ideal es combinar estrategias como la relajación con otras técnicas conductuales como el control de estímulos. Esta técnica tiene como base algunas recomendaciones, como por ejemplo acostarse solo cuando se tenga sueño sin permanecer más de 15 ó 20 minutos despierto en la cama, tener unos horarios regulares de irse a dormir o usar el dormitorio sólo para dormir, y no para realizar otras actividades como ver la televisión.
A continuación, nos detendremos un poco más en las pautas de higiene del sueño que intentan modificar nuestros hábitos inadecuados y los factores ambientales que pueden estar manteniendo nuestros problemas de descanso nocturno:
En ocasiones, cumpliendo estas sencillas pautas que instauren unos adecuados hábitos y rutinas seremos capaces de recobrar un sueño normalizado. De todas formas, para los problemas de insomnio mas cronificados y complejos, puede ser necesaria la ayuda de un profesional de la salud mental que evalúe nuestro sueño y los factores que puedan estar afectándolo para proponernos un tratamiento adecuado a nuestra situación.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
El estrés es uno de los principales factores de riesgo relacionado con importantes alteraciones de la salud, como enfermedades del corazón, accidentes cerebrovasculares y el cáncer. Además de su implicación directa en algunas de estas enfermedades, también influye indirectamente al favorecer otros factores de riesgo, como por ejemplo la obesidad, el consumo de tabaco, la hipertensión. En definitiva, el estrés hace a nuestro organismo mucho más vulnerable a desarrollar trastornos de la salud que nos pueden costar la vida.
Imagen en alta resolución. Este enlace se abrirá mediante lightbox, puede haber un cambio de contextoAdemás, se relaciona con diversas enfermedades como las gastrointestinales, el dolor crónico, los problemas de sueño, aumentando el impacto de estas en nuestras vidas. El estrés puede deteriorar de forma importante nuestro funcionamiento cotidiano normal, afectando a nuestro bienestar y calidad de vida.
Cuando hablamos de estrés, estamos utilizando un término muy utilizado en el leguaje cotidiano. Por lo tanto, la palabra estrés puede significar cosas diferentes para diferentes personas. Pero cuando nos referimos al estrés desde el ámbito de la salud mental, nos referimos al algo más concreto, a una forma de respuesta de nuestro organismo ante las demandas hechas sobre él. El estrés es un proceso en el que están implicadas variables fisiológicas que son desencadenadas ante una situación o estímulo, sin olvidar la percepción e interpretación cognitiva que media entre esta situación y nuestra respuesta.
Hace siglos, se usaba la palabra estrés para indicar la fuerza que podía soportar un cuerpo físico, como por ejemplo un puente, antes de ser deformado. Con este ejemplo podemos ver que, en líneas generales, al hablar de estrés nos estamos refiriendo a una situación de sobreesfuerzo.
En la actualidad, al hablar de estrés, no se pone el foco solamente en el estímulo que nos lleva a este sobreesfuerzo, ni tampoco únicamente a la reacción de nuestro organismo. El concepto de estrés se entiende como un proceso en el que nuestros procesos cognitivos son mediadores entre la situación y nuestra respuesta a esa situación. Es lo que suele llamarse Teoría Interaccional del Estrés, cuyo máximo exponente es el psicólogo Richard S. Lázarus.
Uno de los mecanismos por los que el estrés puede ser tan nocivo para nosotros es porque provoca un sobrefuncionamiento de múltiples sistemas en nuestro organismo, debilitando a la larga funciones tan importantes como el sistema inmune. Algunas de las respuestas fisiológicas y cambios orgánicos asociados al estrés son el incremento de las tasa cardiaca y presión sanguínea, hiperventilación, catabolismo proteico, reducción de la competencia inmunológica… por citar sólo unos ejemplos.
Teniendo en cuenta los efectos tan perniciosos que tiene la respuesta de estrés sobre nosotros, es de vital importancia que cada uno desarrolle las estrategias más apropiadas para prevenir el estrés o minimizar al máximo sus consecuencias.
La psicología cuenta con una variedad de estrategias para poder hacer frente al estrés. Una de las más potentes es el entrenamiento en técnicas de relajación.
Aparte de las estrategias de relajación, es importante adquirir herramientas para afrontar las situaciones que nos causan estrés, como por ejemplo el entrenamiento en técnicas de solución de problemas, el entrenamiento en habilidades sociales… estrategias que nos ayudarán a enfrentarnos a las dificultades del día a día de manera menos amenazante para nosotros.
Una vez hemos hablado de cómo regular nuestro estado fisiológico mediante la relajación, y de aprender a afrontar diversas situaciones, es importante prestar atención a los pensamientos que nos surgen ante el estrés. Con respecto a nuestros procesos cognitivos, debemos aprender a vivir más centrados en el presente, en el aquí y ahora, sin anticipar situaciones futuras de manera catastrófica. En definitiva, aprender que las dificultades forman parte del día a día, sin verlas como algo amenazante, sino como oportunidades para poner en práctica nuestras habilidades de afrontamiento.
Por último, es importante prestar atención a nuestro entrono, ya sea laboral, escolar o familiar, para conseguir eliminar o aliviar las situaciones potencialmente estresantes más habituales, siempre que dicho cambio esté en nuestras manos. El apoyo social es un arma esencial en nuestra lucha contra el estrés, ya que percibir apoyo de los nuestros es una de las mejores formas de amortiguar el efecto que dicho estrés tiene sobre nuestro organismo.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Hábitos beneficiosos para nuestra salud mental y bienestar psicológico. Educación sobre nuestras emociones y pensamientos. Consejos para promover el bienestar psicológico...
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