Quirónsalud
Blog del Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez. Psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos y especialista en Psicología Deportiva
Beber alcohol es una conducta muy arraigada y, de hecho, constituye la sustancia psicoactiva de mayor consumo en España. A pesar de acarrear muchas dificultades, su consumo forma parte de los patrones culturales de la sociedad actual. El alcoholismo es uno de los problemas más importantes y que más daños produce. Dentro del consumo de sustancias, el alcohol es la que mayor número de problemas personales, sociales y sanitarios causa en España.
¿Cuándo podemos hablar de un problema de alcoholismo?
Cuando se produce un abuso y/o dependencia de de esta sustancia. El abuso conlleva un consumo recurrente de alcohol que lleva a descuidar obligaciones, poner en riesgo a la persona, ocasionar problemas con la justicia y, a pesar de experimentar numerosos problemas sociales y personales, continuar bebiendo. Hablamos de dependencia cuando se necesita mayor cantidad de alcohol para conseguir el mismo efecto, hay un síndrome de abstinencia cuando cesa el consumo, apareciendo un fuerte deseo de beber. Este consumo de alcohol se lleva a cabo a pesar de ser consciente de los problemas, de dedicar la mayor parte del tiempo a este consumo y abandonar otras actividades y obligaciones.
Otra pregunta importante es ¿Cómo de motivada está la persona a acudir a un tratamiento para dejar de beber alcohol?
Desde los años 80 se usa el modelo transteórico de cambio formulado por los psicólogos Prochaska y DiClemente. Este modelo describe una rueda del cambio con diferentes estadios que se ha mostrado útil a la hora de predecir si una persona adicta acudirá o no a tratamiento:
Estado de precontemplación: La persona no ve su consumo de alcohol como un problema y por lo tanto no está pensando en cambiar ni acudir a tratamiento. En esta fase el adicto no se percata del alcance del problema.
Estadio de contemplación: La persona empieza a ser consciente de que existe un problema con el alcohol. Se empieza a pensar en el cambio aunque no se está dispuesto a intentar dejarlo por el momento.
Estadio de preparación para la acción: La persona ya es consciente de que los problemas que ocasiona beber son mayores que los beneficios y por tanto está dispuesta a intentar cambiar. Incluso es posible que lo haya intentado. Este es un buen momento para iniciar un tratamiento ya que existe motivación a cambiar.
Estadio de acción: Es cuando se inicia el cambio. Si la persona está en tratamiento cumplirá todas las prescripciones terapéuticas con el objetivo de mantenerse sin consumir alcohol.
Estadio de mantenimiento: Si la persona llega a mantenerse abstinente durante más de 6 meses, se pasa a esta fase de mantenimiento. En esta fase es importante aplicar las estrategias de prevención de recaídas.
La recaída: Es importante saber que este proceso de cambio no es lineal y que puede ocurrir la recaída en el consumo. Esto supone dar un paso atrás a los estadios iniciales. Está comprobado que la recaída es un suceso frecuente ya que el patrón de cambio es cíclico.
La recaída ocasiona un estado emocional negativo y puede crear dudas a la persona sobre su capacidad de dejar la adicción, por lo que es un momento importante para intensificar los esfuerzos terapéuticos. Es importante analizar los factores que han llevado a recaer y seguir entrenando habilidades para afrontar situaciones de alto riesgo. El cambio del estilo de vida es fundamental para mantener la abstinencia.
Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Psicólogo Clínico Residente
Fundación Jiménez Díaz
Uno de los eventos más negativos y estresantes que puede sufrir un deportista es lesionarse. Dependiendo de la gravedad de la lesión y el momento en que se produzca, va a ocasionar mayor estrés y emociones negativas.
A mayor gravedad y mayor tiempo estimado de recuperación, más dificultades de afrontamiento a nivel psicológico supondrán una lesión. El momento en que se produce la lesión durante la temporada también es relevante, ya que no es lo mismo lesionarse en la fase regular de la temporada que antes de las fases finales. El momento vital del deportista también es muy importante ya que una lesión puede producirse en un momento de gran progresión o en etapas finales de la carrera deportiva. Las lesiones siempre son inoportunas, pero en ocasiones pueden tener una gran influencia en la carrera deportiva, causando pérdida de oportunidades o incluso la retirada.
Ya estemos hablando de deportistas de élite como a nivel recreativo, el deporte puede suponer un pilar importante en la vida de la persona. La lesión puede poner en riesgo la práctica de un rol importante y la pérdida de un fuerte reforzador que genera bienestar tanto físico como psicológico.
Desde la Psicología, cada vez está mejor establecida la relación entre factores psicológicos y las lesiones. Lesionarse tiene consecuencias con clara repercusión en la esfera psíquica y emocional:
Todos estos factores influyen en el bienestar psicológico de la persona. Síntomas como mayor irritabilidad, hostilidad, pensamientos negativos, síntomas depresivos o ansiedad son frecuentes en deportistas lesionados.
El control del estrés y manejo de las emociones y pensamientos negativos asociados a la lesión son aspectos donde la psicología puede ayudar. La intervención psicológica en caso necesario puede contribuir a una correcta recuperación, mejorar la adherencia a los tratamientos y mejorar los plazos, así como prevenir complicaciones mas graves en torno a la salud mental.
Además de ponerse en manos de profesionales para la recuperación (médicos, fisioterapeutas, psicólogos...), el apoyo social por parte de familia, compañeros, técnicos y club es fundamental para amortiguar todo el estrés que genera un proceso de lesión. El entorno debe contribuir a fortalecer las habilidades de afrontamiento del deportista y no ser un foco de mayor estrés o presión.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
La resiliencia es un concepto del que se habla desde hace varios años en el campo de la psicología y es muy útil en momentos como los que estamos viviendo ahora a nivel mundial, que implican tanto malestar y condiciones tan adversas para tanta gente.
El término fue acuñado por Rutter en 1993 para describir a las personas que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos. Por lo que los resilientes son aquellos que, al estar en una situación de adversidad, tienen la capacidad de sobreponerse, crecer y desarrollarse adecuadamente, a pesar de los pronósticos desfavorables.
Tiene dos componentes principales, las dos ‘R’:
La resiliencia se sostiene en la interacción entre la persona y el entorno, por lo tanto, no procede exclusivamente del medio externo, ni es algo exclusivamente innato. Además, hay que tener en cuenta que nunca es absoluta, ni permanece siempre estable.
Este concepto lo que nos enseña es que, en ciertas circunstancias, los eventos displacenteros y potencialmente negativos pueden fortalecer a las personas frente a eventos futuros previsiblemente dañinos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en otras circunstancias puede darse el efecto contrario y que los eventos estresantes actúen como factores de riesgo, sensibilizando frente a futuras experiencias de estrés.
Otras definiciones de este concepto según otros autores son:
Como podemos facilitar la resiliencia en nuestro entorno social:
En relación al manejo del estrés, los autores señalan como aspectos a potenciar:
Grotberg en 1995 crea un modelo en que describe las características del niño resiliente a través de la posesión de atribuciones verbales: "Yo tengo", "Yo soy", "Yo estoy", "Yo puedo"
Algunos ejemplos que pueden explicar mejor el uso de estos verbos son:
Yo tengo:
Yo soy:
Yo estoy:
Yo puedo:
De manera que la resiliencia no es algo con lo que se nace, es una habilidad que se adquiere al enfrentarse a situaciones difíciles y por lo tanto está al alcance de todos. Los eventos que nos ocurren no determinan en su totalidad cómo nos encontramos, las personas tenemos la capacidad de manejar las situaciones adversas al poner en marcha nuestras estrategias de afrontamiento, entre las que se encuentran, pedir ayuda al entorno para el manejo de los problemas y emociones cuando nos sentimos desbordados, y la aceptación de los escenarios que no podemos modificar.
"La resiliencia es aceptar tu nueva realidad,
incluso si es menos buena de la que tenías antes"
Elizabeth Edwards
Adela Sánchez-Escribano Martínez
Residente de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
La situación actual del covid supone un escenario de incertidumbre que nos exige un esfuerzo extra para manejar el estrés que genera en nuestras vidas. Convivir con el coronavirus genera unas demandas que repercuten en nuestro estado emocional. Ante estas circunstancias tan especiales, las personas ponemos en marcha estrategias de afrontamiento para hacer frente a los estados de estrés.
Esta pandemia supone un factor de estrés severo para cualquier persona ya que se trata de una experiencia totalmente excepcional. La amenaza que genera el virus puede causar miedo e impotencia. Es en este tipo de condiciones en las que se pone en marcha una respuesta adaptativa para facilitar el afrontamiento.
Las estrategias de afrontamiento que utilizamos en situaciones de exigencia y estrés pueden desempeñar un papel importante en nuestro bienestar emocional y nuestra salud. Sin embargo, también pueden dar lugar a síntomas o trastornos que dificulten nuestro día a día. Un aumento de las emociones negativas, síntomas de ansiedad, depresión, enfado ypreocupación por la salud son reacciones frecuentes en esta situación que estamos viviendo.
Todos tenemos unestilo particular de afrontar las situaciones estresantes. Algunas personas se enfrentaran con mayor o menor grado de ansiedad y con mayor o menor grado de respuestas fisiológicas (hiperventilación, incremento de tasa cardiaca, tensión muscular…).
Afrontar una situación significa poner en marcha esfuerzos cognitivos, conductuales y emocionales para manejarla. Que afrontemos de una determinada manera va a depender, por una parte, de nuestro estilo habitual, nuestra personalidad y vivencias pasadas, aunque también del tipo de situación a la que nos enfrentemos.
El afrontamiento consiste en un proceso. Lo primero que hacemos ante un estresor es generar una respuesta emocional. Estas emociones a pesar de poder generar malestar, están cumpliendo una función: El objetivo es ayudarnos a evaluar la situación y a poner en marchar acciones que nos devuelvan a un funcionamiento normal.
Todas las emociones se activan junto a los cambios fisiológicos que las caracterizan. Una vez puesta en marcha la emoción, podemos valorar la situación estresante y decidir si podemos o no hacer algo para cambiarla. Llevaremos a cabo un afrontamiento centrado en el problema si consideramos que podemos hacer algo, o centrado en el manejo de la emoción si consideramos que no podemos hacer nada para cambiar la situación. También es posible una combinación de ambos tipos de afrontamiento.
Veamos algunos ejemplos de estas formas de afrontamiento que nos puedan servir para entender como nos enfrentamosa la situación actual creada por el covid-19.
Algunas estrategias que pueden asociarse a mayor bienestar y que pueden considerarse adaptativas son:
Por el contrario, también existen estrategias que pueden llevar a mayor malestar y que pueden generarnos consecuencias negativas a largo plazo:
Como podemos ver, la forma de afrontar una situación de tal magnitud como es la crisis actual del coronavirus depende tanto de nuestro estilo de afrontamiento personal, como de las situaciones a las que nos vemos expuestos por culpa de la pandemia. Un afrontamiento activo de problemas concretos, un adecuado manejo emocional, el autocuidado y recurrir a apoyo social pueden ser estrategias que alivien y amortigüen el impacto del estrés en nuestra salud.
Francisco Javier Bonilla Rodríguez y Beatriz Villar Sevilla
Residentes del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Todos somos capaces de reconocer una escena de emergencia en la vía pública, no sólo por las ambulancias y policía que hay en la calle, sino por la cantidad de gente que se aglutina alrededor del suceso. Esta expectación se produce no sólo cuando la víctima ya está siendo atendida, sino también cuando todavía necesita ayuda; sin embargo, se observa el fenómeno de que a las personas nos cuesta prestar auxilio.
Desde la psicología social, los autores Bibb Latané y John Darley, en 1970 estudiaron esta ausencia de ayuda en situaciones sociales, a la que llamaron el efecto espectador, que consiste en que cuanto mayor es el número de personas que presencia una situación de emergencia, menor es la probabilidad de recibir auxilio. Por lo que es más probable ser socorrido si hay una sola persona que si hay varias.
Este fenómeno se empezó a estudiar en los años 60 a raíz de casos de espectadores pasivos ante crímenes en los que era posible conseguir ayuda, como ocurrió en el asesinato de Kitty Genovese, una mujer de 28 años, en Nueva York.
El 13 de marzo de 1964, un hombre persiguió a Kitty Genovese y la apuñaló en la espalda. Kitty pidió ayuda, pero sólo una persona gritó que la dejara en paz. El ladrón huyó, pero volvió diez minutos después para continuar agrediéndola, robarla y abusar sexualmente de ella. Este ataque duró en torno a 30 minutos y ocurrió ante al menos 38 personas, quienes a pesar de escuchar los gritos de la víctima no acudieron a socorrerla. ¿Por qué nadie se acercó a ayudar a Kitty? La respuesta está en el efecto espectador.
Darley y Latané publican en el Journal of Personality and Social Psychology una investigación titulada "La intervención de los espectadores en emergencias: la difusión de la responsabilidad", donde concluyen que:
La explicación a este efecto incluye diferentes elementos:
Este efecto no se produce sólo en víctimas de agresiones físicas o emergencias médicas en lugares públicos, también es posible vivirlo en situaciones sociales. En la prensa aparece con cierta frecuencia casos en los que alguien es atacado verbalmente o acosado y nadie hace o dice nada para defender a la víctima.
¿Cómo evitarlo?
Cuando somos el espectador:
Cuando somos la víctima:
"La empatía reside en la habilidad de estar presente sin opinión"
M. Rosemberg
Adela Sánchez-Escribano Martínez
Residente de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Hábitos beneficiosos para nuestra salud mental y bienestar psicológico. Educación sobre nuestras emociones y pensamientos. Consejos para promover el bienestar psicológico...
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