Quirónsalud
Blog del Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez. Psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos y especialista en Psicología Deportiva
La pérdida es algo inherente al ser humano. Para entender la experiencia de la pérdida, suele ser útil reconocer su omnipresencia en la vida humana.
A lo largo de nuestra existencia nos enfrentamos a multitud de situaciones de pérdida. Desde la infancia, cuando un niño pierde su juguete predilecto o su lugar como hijo único. Así como en la adolescencia, cuando perdemos nuestro primer amor o a nuestra amiga del alma, y también en la adultez, cuando perdemos un trabajo, una pareja, un rol o renunciamos a un sueño que terminamos por asumir inalcanzable. Crecer implica perder, dejar atrás. Cada decisión supone una renuncia. Todo cambio, aunque nos enriquezca, también implica algo de pérdida... vivir, a fin de cuentas, es una acumulación de pérdidas, aunque también de aprendizajes. En cierto modo, perdemos algo con cada paso que avanzamos en el viaje que la vida. Perdemos objetos, lugares, momentos, ideales, sueños, metas y, por supuesto, perdemos personas a las que queremos. Aunque toda pérdida supone un duelo, podríamos decir que la muerte de un ser querido es la pérdida por antonomasia. Es en este tipo de pérdida, que todos experimentamos a lo largo de la vida, donde el duelo aparece en todo su esplendor y se manifiesta con toda su crudeza, por eso será en este tipo de duelo en el que nos enfocaremos en las siguientes líneas.
¿Qué es el duelo?
El término duelo tiene su origen etimológico en el latín, procede de la palabra "dolus" que significaba, literalmente, "dolor". Así, aunque se trate, en principio, de una reacción adaptativa normal ante la pérdida de un ser querido, no deja de ser una de las experiencias más dolorosas de la vida y un acontecimiento vital estresante de primera magnitud que se ha relacionado con la aparición de diversos problemas de salud (por ejemplo, se ha asociado el duelo con mayor riesgo de depresión, ansiedad o el abuso de alcohol y fármacos).
El duelo es un proceso único e irrepetible, dinámico y cambiante cuya forma de presentación varía entre personas, familias, sociedades y culturas. Durante mucho tiempo, las teorías tradicionales sobre el duelo presentaban a los dolientes como víctimas, como sujetos pasivos de una experiencia no elegida que deben superar, pero sobre la que tienen poco o ningún control. Esta concepción del duelo, presupone que las personas que han sufrido una pérdida poco pueden hacer con su dolor más que esperar que "el tiempo cure sus heridas". Hoy en día, sin embargo, se defiende una concepción del duelo diferente, otorgando un papel activo al doliente, quien, para superar la pérdida, no solo tendrá que transitar por el dolor de la ausencia, sino que tendrá que enfrentarse a una serie de desafíos o tareas para una adecuada elaboración del duelo.
¿Qué debo tener en cuenta si he perdido a alguien?
o En primer lugar, hay que saber que cada duelo es único, ni todas las personas viven igual el proceso de duelo, ni la misma persona atraviesa de la misma manera diferentes duelos.
o El duelo es un proceso, palabra que implica tiempo. Cada persona necesita una cantidad de tiempo diferente, conviene ser paciente y no intentar acelerarlo.
o El duelo no es una enfermedad, aunque puede compartir sintomatología con otras categorías diagnósticas, como ansiedad o depresión. Destacan síntomas como la sensación de ahogo, la falta de ilusión, el agotamiento, la hipersomnia o el insomnio o los síntomas somáticos.
o Conviene aceptar y compartir los diferentes sentimientos que surjan en relación con la pérdida. Para aceptar que nuestro ser querido ya no está, hay que hablarlo, recordarle, compartir el dolor y expresar las emociones que le acompañan cuando lo necesitemos.
o Es importante intentar mantener la rutina en la medida de lo posible. La vida continúa y es posible que otras personas nos necesiten. Realizar actividades que nos resulten satisfactorias puede ayudarnos a sobrellevar el dolor y pueden favorecer emociones positivas.
o Cuida tu salud, en ocasiones el dolor puede hacer que descuidemos la alimentación, el ejercicio y los buenos hábitos, repercutiendo en nuestra calidad de vida e influyendo negativamente en nuestro estado anímico, favoreciendo la sensación de malestar.
¿Cómo puedo apoyar a alguien que ha sufrido una pérdida?
En muchas ocasiones, cuando un amigo o allegado pierde a un ser querido nos invade la tensión de no saber qué decirle o cómo actuar. Muchas veces intentamos "animar" a esa persona con frases como "no pienses más en eso", "tienes que ser fuerte", "el/ella no querría verte llorar", a pesar de su buena intención, este tipo de comentarios son desaconsejables, pues no conviene tratar de reprimir la expresión de sentimientos por parte de quién sufre. Por el contrario, lo ideal es abrir las puertas a la comunicación, manifestando interés mediante preguntas que permitan a la otra persona expresarse si así lo quiere "¿cómo estás hoy?". Es aconsejable sustituir ofrecimientos generales del tipo "llámame si necesitas algo", que tienden a declinarse, por ayudas concretas y tomar la iniciativa de llamar a la persona. Además, hablar de nuestras propias pérdidas y de cómo las afrontamos y adaptamos a ellas puede resultar de utilidad a la persona y puede favorecer que se sienta comprendido y que hable de su propio proceso.
En definitiva, hay pocas normas para ayudar a la persona, se trata de "estar ahí", mostrarse disponible, permitiéndole compartir su experiencia y acompañándole en el tránsito de su pérdida.
Cristina Ruiz Nogales
Residente del Servicio de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Comúnmente se piensa que estar triste implica tener depresión, pero la realidad es que son dos aspectos emocionales diferentes, en la medida en que, estar triste es una emoción adaptativa que todas las personas experimentan y estar deprimido es una enfermedad que solo algunas personas padecen.
La tristeza es una de las emociones básicas que, junto con la ira, la alegría, el miedo, el asco y la sorpresa se van desarrollando a lo largo del crecimiento de los individuos, de forma que no nacemos con la capacidad para expresarla, pero este aprendizaje se produce muy tempranamente, entre los dos y los ocho primeros meses de vida ya están desarrolladas.
Las emociones tienen diferentes funciones, entre las que se encuentran:
·Función adaptativa: facilita el ajuste a nuevas condiciones del entorno.
·Función social: informa al otro sobre como estamos y permite a los demás anticipar nuestras conductas.
·Función motivacional: las emociones potencian y dirigen nuestras conductas.
Debido a todo esto, la tristeza es adaptativa ya que permite que nos adaptemos a la situación que estamos viviendo, motiva y dirige nuestro comportamiento para realizar los cambios necesarios para encontrarnos mejor, además de informar a nuestro entorno sobre como nos sentimos y de esta manera facilita conductas de atención, acercamiento y cuidado por parte de los demás.
Sin embargo, la depresión implica un estado emocional que es desadaptativo en la medida en la que no permite a la persona continuar con su rutina diaria y dirigirse a sus objetivos, bien por la intensidad de la tristeza y/o por la elevada frecuencia con la que aparece, pero además tienen que aparecer otros síntomas.
De forma obligatoria para el diagnóstico de depresión la persona debe tener un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día y/o manifestar disminución del interés en los eventos que habitualmente le gustaban, o un empobrecimiento en la capacidad para experimentar placer mientras las realiza, durante al menos dos semanas, junto con al menos cuatro síntomas entre los que están:
·Insomnio o necesidad excesiva de dormir.
·Conductas enlentecidas o por el contrario agitación, que sea observable por los demás.
·Fatiga, pérdida de energía.
·Sentimientos de inutilidad o de culpa, excesivos o inapropiados.
·Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión.
·Pensamientos recurrentes de muerte o de suicidio.
A pesar de que hay unos criterios comunes para identificar esta enfermedad, la realidad es que las personas que la padecen pueden experimentar síntomas y estados completamente diferentes unas a las otras, incluso una misma persona que tiene diferentes episodios depresivos a lo largo de su vida, la forma en que los viva pueden no tener mucho en común.
Por todo lo anterior, la depresión en una enfermedad mental que requiere un tratamiento especializado, sin embargo en la práctica clínica lo que nos encontramos es, que desde el inicio de ésta hasta que la persona llega a las consultas de Salud Mental ha pasado por muchos sitios y tomado decisiones, que en pocas ocasiones han mejorado la situación en la que se encuentra, como pueda ser, tomar un tratamiento farmacológico que le ha recomendado un familiar porque a él le vino bien, haber acudido a personas que nada tienen de especialistas en busca de una cura inmediata, o por el contrario sentirse tan avergonzados por percibir que están pasando por un momento vital difícil que no pueden superar ellos mismos, retrasando la petición de ayuda.
Por el contrario, la tristeza no requiere de tratamiento, pero también encontramos gente que ante esta emoción demandan, o mucho más peligroso, comienzan un tratamiento por su cuenta ante el malestar que perciben, devolviéndose a sí mismos el mensaje de que no es válido lo que están sintiendo, impidiendo que otros puedan acompañar, consolar y contener la emoción, además de no poder generar cambios en el entorno que resultarían muy adaptativos y beneficiosos.
Es importante tener en cuenta estas diferencias para poder identificar los casos en que es necesario pedir ayuda a profesionales, de los que son estados habituales en las personas, pero en ambos casos es necesario permitirse atender a la emoción, escucharla y compartir con su entorno cómo se encuentran.
"Las personas auténticas viven como sienten"
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
El diagnóstico de un cáncer es un golpe tan importante que provoca cambios en todas las áreas de la vida, obligando a dejar el proyecto vital y a hacer cosas que no estaban planeadas, como ir a múltiples médicos, pruebas y tratamientos que colocan a la persona en una situación de incertidumbre, inseguridad y sensación de pérdida de control.
El cáncer de mama, además, tiene un impacto en la propia identidad, el autoconcepto y la autoestima, por los cambios que genera en la imagen corporal, afectando además al rol femenino, social, maternal, sexual que ocasiona diferentes emociones y puede generar alteraciones en las relaciones sociales.
Todas las emociones que aparecen ante un diagnóstico de cáncer de mama se entienden como una reacción emocional adaptativa; es decir, una reacción normal ante una situación anormal. Estas emociones intensas ayudan a asimilar el diagnóstico, a afrontar la situación y a darnos cuenta de qué cosas necesitamos.
De manera que las emociones son nuestras aliadas, ya que facilitan la toma conciencia de las necesidades, ayudan a movilizar energía para el afrontamiento y permiten comunicar a otros lo que necesitamos.
¿Qué es normal sentir?
Estas emociones son muy diferentes, pero entran todas dentro de lo normal, son esperables y lo habitual es que estén un periodo de tiempo y remitan después.
¿Qué puede ayudar durante el proceso médico?:
¿Cuándo pedir valoración con un especialista en salud mental?
Crecimiento personal
Algunas personas describen sentimientos de fortaleza y capacidad de afrontamiento activo, positivo y optimista. Sentimientos de los que no eran muy conscientes antes del diagnóstico porque no habían tenido oportunidad y se sorprenden de haber podido superar situaciones que no habrían imaginado. El proceso médico les ha permitido haber vivido momentos que ofrecen la oportunidad de enriquecerse y autodescubrirse.
También muchas pacientes describen un cambio en las prioridades de la vida y en las relaciones interpersonales, por ejemplo menos dedicación por el trabajo, más disfrute situaciones cotidianas y aumento del autocuidado.
Pero este crecimiento personal no es un objetivo al que haya que llegar, ni lo experimenta todo el mundo, a veces ocurre con distinta intensidad, en diferentes etapas del proceso.
"No tengas miedo de tus miedos. No están ahí para asustar, están ahí para hacerte saber que algo vale la pena"
C. JoyBell
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Quizás no nos resulte extraña la escena, a menudo en películas americanas, de comer helado (tamaño familiar) a altas horas de la noche, como mejor solución encontrada para combatir el malestar tras una ruptura sentimental.
Sin ir tan lejos, pensemos en nuestra última celebración: fiestas navideñas, aquella cena de empresa o esa comida con los amigos. Vivimos en una sociedad en la que festejo y festín van de la mano, pareciendo que la calidad de estos se midiese por el número de kilocalorías ingeridas.
Y en el día a día, cuando nuestra compañera televisión (o smartphone en su defecto) nos acompaña a la hora de comer, tan amena y entretenida que consigue casi "hacernos olvidar" qué y cuánto estamos comiendo.
Pero… ¿es realmente el hambre el que nos reclama ese helado?, ¿son saludables estos excesos?, ¿somos conscientes de lo que comemos?
El ritmo de vida frenético, las tecnologías, el estrés diario… pueden dificultarnos vivir el momento presente. A menudo pensamos en aquello que nos ha pasado, en lo que tenemos que hacer después o incluso en nuestras propias fantasías, pero pocas veces en cómo nos encontramos ahora, en lo que hacemos o en lo que estamos sintiendo. Esto se extiende a nuestros hábitos alimentarios: ya no sólo comemos para sobrevivir (hambre fisiológica), sino que existen otros motivos que nos llevan a ello. Abordamos a continuación algunos tipos de hambre y posibles alternativas más saludables para combatirla y evitar así comer en exceso:
¿Qué hacer? Tomar conciencia de nuestro estado interno, tratar de "escuchar" y "permitir" la emoción que estemos sintiendo y, si lo necesitamos, buscar otras alternativas para lidiar con dicho malestar. Actuar siempre en la línea del autocuidado. Podemos, por ejemplo, detenernos y realizar respiraciones conscientes o reservar algún instante en nuestro día a día para realizar aquello que nos reporte satisfacción, por pequeña que esta sea.
¿Qué hacer? Es importante alimentar a nuestros sentidos. Esto lo podemos realizar por ejemplo elaborando platos apetecibles en los que se combinen distintos colores y texturas, deteniéndonos a percibir su olor o saboreando conscientemente cada bocado. Es interesante observar las reacciones que se suceden en nuestro cuerpo cuando actuamos de esta manera.
¿Qué hacer? Realizar una dieta sana y variada, dentro de la cual debemos buscar un equilibrio en lugar de realizar grandes restricciones. Comer de una manera consciente puede ayudarnos a disminuir la cantidad de ingesta, ajustándola a lo que realmente precisa nuestro cuerpo. Es recomendable también establecer unas rutinas alimentarias, de modo que no espaciemos en exceso las comidas, ya que esto propiciará una ingesta menos controlada. Dicho de forma más sencilla: si nuestro patrón de comidas es anárquico, poco predecible, nuestro organismo no sabrá cuándo será la próxima vez que lo alimentemos con lo cual, cuando sí encuentre comida, se asegurará de obtener las reservas suficientes por si posteriormente sucediese un ayuno (es una cuestión de supervivencia). Es por tanto aconsejable administrarle a nuestro cuerpo pequeñas dosis de "combustible" (como frutos secos o fruta) entre las tres comidas principales, sin necesidad de esperar al rugir del estómago (pues esto es señal de que nos encontramos ya en un estado de privación).
Resumiendo, estas son algunas recomendaciones para favorecer la alimentación consciente:
Realizar una dieta sana y equilibrada, así como llevar una vida activa (evitando el sedentarismo) y ordenada nos puede ayudar a sentirnos mejor.
Para finalizar, es importante añadir que lo anteriormente expuesto son pautas generales y que, en caso de dificultades importantes, se debe consultar a un profesional para una atención individualizada, sea en el ámbito de la alimentación o en el de la salud mental.
Inés Menéndez Cuiñas
Residente del Servicio de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Referencia bibliográfica:
Bays, J. (2013) Comer atentos. Guía para redescubrir una relación sana con los alimentos. Barcelona. Editorial Kairós
Actualmente, el abuso de sustancias constituye uno de los principales problemas de salud pública y un problema mundial de gran magnitud.
Existen muchos tipos de drogas que pueden ser categorizadas de distintas formas y un tipo de clasificación sería ilegales vs legales, que incluiría:
- Ilegales: Cannabis, estimulantes (cocaína, metanfetamina, anfetamina, metilfenidato...), alucinógenos (Lsd), fenciclidina, opiáceos, inhalantes, ketamina…
- Legales: Benzodiacepinas y otros sedantes-hipnóticos, alcohol y tabaco.
A nivel social parece que las drogas legales son menos dañinas, no solo porque están permitidas, sino también porque se asocian a momentos tanto de celebración como de malestar, permitiendo que su uso sea aceptado por los demás en múltiples entornos, lo que facilita el abuso y las consecuencias derivadas del mismo.
Pero… ¿las drogas legales no son tan perjudiciales?
Benzodiacepinas y otros sedantes-hipnóticos
Son un tratamiento farmacológico utilizado para el insomnio y la ansiedad, pero hay personas que las utilizan como forma recreativa. El consumo crónico de benzodiacepinas, como de sedantes-hipnóticos a dosis superiores a las terapéuticas produce dependencia física y síndrome de abstinencia que pueden ser graves y constituir una amenaza para la vida.
Ø Consumo:
- Efectos físicos: En intoxicaciones no demasiado intensas el sujeto experimenta sequedad de boca, apatía, disminución de tono muscular, incoordinación, afectación de conciencia en forma de obnubilación y somnolencia. Si el consumo progresa, los signos se hacen más intensos, pudiendo llegar al coma y a la depresión respiratoria.
- Efectos psicológicos: En la intoxicación por benzodiacepinas suelen aparecer problemas de memoria, disminución de la capacidad de juicio, problemas en la coordinación y el habla entre otros síntomas cognitivos y motores.
A nivel conductual puede asociarse con desinhibición conductual, que en algunas personas puede llegar a comportamiento hostil o agresivo; este efecto es quizás más frecuente cuando se ingieren mezcladas con el alcohol. La intoxicación con estos fármacos es similar a la intoxicación por alcohol y el efecto deseado es un estado de desinhibición, elevación del estado de ánimo, con reducción de la autocrítica, la ansiedad y la culpa. Pero el estado de ánimo puede pasar rápidamente de la euforia a disforia y los consumidores pueden mostrarse irritables, hipocondríacos, ansiosos y agitados.
Ø Abstinencia:
Los síntomas de la abstinencia incluyen intolerancia a la luz brillante y a ruidos fuertes, sudoración, nauseas, vómitos y disminución de apetito, contracturas musculares, temblores que puede derivar en convulsiones. Con relación a las consecuencias emocionales puede aparecer malestar afectivo, disforia y ansiedad. Puede llegar a alterarse gravemente el ciclo sueño-vigilia, generando insomnio y pesadillas, ya que una consecuencia que se encuentra tras el consumo excesivo de estos fármacos son los síntomas de rebote, que consiste en que los síntomas para los que se prescribió el fármaco, por ejemplo ansiedad o insomnio, se vuelven a presentar después de unos cuantos días o semanas tras suspender el consumo.
Alcohol
Según la Organización Mundial de la Salud, "puede existir daño por la ingestión de alcohol si se consumen 20g de etanol diarios"; esta cantidad supone aproximadamente tres copas de vino diario. El consumo continuado, aunque sea de poca cantidad y que produzca problemas, puede ser considerado consumo de riesgo. El riesgo no está solo relacionado con una cantidad elevada de consumo, sino también con la forma en que se lleva a cabo, el consumo moderado y continuo, o el consumo excesivo puntual, son peligrosos tanto por el riesgo de desarrollo de alcoholismo como por las consecuencias de las intoxicaciones agudas que desembocan en coma etílico, actos violentos, accidentes con lesiones físicas y problemas en las relaciones interpersonales.
Ø Consumo:
- Con consumo moderado: los efectos son de sedación, lentitud de pensamiento, desinhibición, leve torpeza y dificultad en la pronunciación, euforia o irritabilidad leve que puede derivar en alteraciones de conducta con posibles episodios de agresividad, impulsividad y pérdida de control.
- Con consumo elevado: Aparece obnubilación de conciencia con deterioro generalizado de todas las funciones cognitivas, como el juicio, la memoria y la atención. Importante dificultad para la marcha y el habla. Disforia y alteraciones de conducta, que se acompaña de importante hostilidad y agresividad.
- Consumo muy elevado: Puede generar estupor con progresiva disminución de la respuesta a estímulos hasta su ausencia y coma. Riesgo elevado de broncoaspiración y compromiso respiratorio. Conflictos sociofamiliares, con dificultades laborales y legales.
- Existe un trastorno inducido por el alcohol que se denomina Intoxicación patológica y es aquella que ocurre con pequeñas cantidades de alcohol que normalmente no producen síntoma alguno, pero que en individuos predispuestos ocasionan graves alteraciones de conducta y agresividad, acompañado en ocasiones de alucinaciones. Habitualmente finalizan con sueño espontáneo o inducido y se consideran una reacción negativa al alcohol.
Ø Abstinencia:
Tras el cese o reducción de la ingestión excesiva de alcohol puede aparecer, sudoración, elevación de la presión sanguínea, taquicardia, temblor de las manos, insomnio, ansiedad, náuseas o vómitos, alucinaciones transitorias visuales, táctiles o auditivas y agitación. Estos síntomas pueden derivar en convulsiones, alteración de la conciencia, dificultad para el mantenimiento de la atención, desorientación y puede justificar la hospitalización inmediata. La abstinencia al alcohol es una de las más graves de todas las drogas y puede derivar en la muerte.
Tabaco
Cada vez está más clara la relación entre fumar y la aparición de enfermedades graves, lo que ha supuesto un aumento de las demandas en la comunidad sanitaria. Durante los últimos años la desaprobación social y las sanciones legales han favorecido la reducción del consumo de tabaco.
Ø Consumo:
El efecto del tabaco sobre la mortalidad por enfermedad crónica es muy grande:
- Un fumador tiene diez veces más probabilidad de sufrir un cáncer de pulmón que un no fumador y en fumadores intensos (dos paquetes o más) es de 15 a 25 veces mayor.
- El tabaco explica el 90 por ciento del desarrollo de bronquitis crónica y el enfisema.
- Los fumadores tienen riesgo de morir por enfermedad coronaria de dos a cuatro veces más.
- El hábito de fumar influye negativamente en la fertilidad, en las mujeres es comparable a tener diez años más con relación a la calidad de los óvulos; en los hombres provoca alteraciones en los niveles de hormonas que afectan a la calidad y cantidad del esperma.
- Los niños de madres fumadoras pesan menos al nacer, aumenta el riesgo de parto de feto muerto y de muerte neonatal, seguramente por la absorción de plomo, cadmio y cianuro del humo.
- Como síntomas inmediatos, aparecen tos matinal, deficiencia en la respiración, fatiga, producción de esputo, ronquera, aumento del pulso, manchas en la piel y los dientes, aumento en frecuencia, duración y gravedad de los resfriados.
Ø Abstinencia:
En ocasiones los fumadores consideran que el daño ya está causado y no tiene sentido dejar de fumar, pero en realidad no es así: dejar de fumar provoca beneficios inmediatos y a largo plazo. La expectativa de vida es más larga en pacientes que dejan el consumo después de un diagnóstico de enfermedad, que en los que continúan fumando. El riesgo de enfermedad cardíaca atribuible al tabaco en el primer año de abstinencia se reduce un 50 por ciento y al año siguiente llega al nivel de personas que no han fumado nunca.
Los vicios vienen como pasajeros, nos vistan como huéspedes y se quedan como amos
Confucio
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Hábitos beneficiosos para nuestra salud mental y bienestar psicológico. Educación sobre nuestras emociones y pensamientos. Consejos para promover el bienestar psicológico...
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