Cervicalgia
¿A qué se debe el dolor cervical? Toda la información sobre la cervicalgia: causas, síntomas y tratamiento.
Síntomas y causas
Se denomina cervicalgia al dolor cervical, esto es, aquel que se manifiesta en la parte posterior y lateral del cuello, desde la base del cráneo hasta los hombros (zona de las vértebras cervicales), aunque puede irradiarse a los brazos (cervicobraquialgia), la cabeza o la espalda
El dolor cervical es el resultado de anomalías existentes tanto en las partes blandas (músculos, ligamentos, discos intervertebrales y nervios), como en las vértebras y sus articulaciones. Es una condición muy frecuente, ya que se trata de un área muy flexible que permite una gran movilidad, por lo que está más expuesta a lesiones.
En función de cuál sea su origen, se distinguen los siguientes tipos de cervicalgia:
- Cervicalgia mecánica: se debe a un espasmo muscular.
- Cervicalgia aguda o tortícolis: dolor repentino, intenso y limitante. Tiene una duración inferior a seis semanas.
- Cervicalgia subaguda: dolor moderado de evolución lenta, puede durar semanas o meses.
- Cervicalgia crónica: el dolor es moderado y persistente. Dura más de tres meses.
- Cervicalgia postraumática o latigazo cervical: originado por una flexo-extensión brusca del cuello.
- Cervicalgia degenerativa: debida al desgaste de las vértebras cervicales y otras partes cercanas a ellas.
Síntomas
Los principales síntomas de la cervicalgia son:
- Dolor en la zona del cuello.
- Rigidez y movilidad limitada.
- Dolor de cabeza.
- Mareos, vértigos.
- Puede aparecer sensación de hormigueo o pinchazos en los brazos y las manos.
Causas
Las causas del dolor cervical más comunes son las lesiones de las partes blandas:
- Contractura muscular por sobrecarga, sobreesfuerzo físico o malas posturas mantenidas.
- Radiculopatías o pinzamientos del nervio: compresión de la raíz de los nervios cervicales.
- Mielopatías: lesiones en la médula espinal.
- Lesiones en los ligamentos.
- Maloclusión mandibular o bruxismo: puede causar tensión en los músculos del cuello y bloqueo de las articulaciones cervicales.
Asimismo, la cervicalgia puede derivarse de luxaciones o fracturas cervicales. El "latigazo cervical" puede producirse por cualquier traumatismo brusco que provoque flexión, extensión o rotación brusca del cuello, como caídas, golpes por detrás o accidentes de tráfico. La degeneración de las vértebras, por su parte, es provocada por afecciones subyacentes como artrosis, artritis, espondilitis o hernias discales. En raras ocasiones, la cervicalgia puede deberse a infecciones inflamatorias, a tumores óseos o medulares o al desgarro en el revestimiento de una arteria del cuello.
Factores de riesgo
Son varios los factores que aumentan el riesgo de sufrir cervicalgia:
- Edad: afecta más entre los 35 y los 50 años.
- Sexo: es más frecuente en mujeres.
- Ocupación que obliga a pasar largos periodos de tiempo en mala postura, como la conducción o trabajar frente al ordenador.
- Sedentarismo: la falta de actividad física debilita los músculos que aseguran una postura correcta.
- Practicar deportes de contacto, propensos a traumatismos.
- Practicar ciclismo: la posición en la bicicleta puede causar tensión excesiva en las cervicales.
- Situaciones de estrés emocional: el estrés prolongado causa tensión muscular.
- Descanso inadecuado: utilizar colchones o almohadas que no proporcionan el soporte necesario.
- Antecedentes de dolor cervical.
- Presencia de lumbalgia.
Complicaciones
Además de la posibilidad de cronificarse y causar un dolor permanente con una limitación de la movilidad incapacitante, cuando la cervicalgia se irradia a otras partes del cuerpo puede provocar dolor en los oídos, problemas de visión e inmovilidad de las extremidades superiores. Asimismo, aunque no es habitual, la complicación más peligrosa de la cervicalgia es que se trate de un síntoma de una afección subyacente grave, como puede ser una meningitis, un tumor espinal o un infarto de miocardio, que, en caso no ser diagnosticados a tiempo, pueden suponer un riesgo para la vida.
Prevención
Para prevenir la cervicalgia se pueden tomar varias medidas:
- Cuidar la higiene postural, especialmente al dormir y frente al escritorio: mantener una postura adecuada, con la espalda y el cuello rectos, siguiendo la curvatura natural de la columna.
- Si se debe mantener la misma postura en el cuello de forma prologada, realizar estiramientos y ejercicios cada dos horas para liberar la tensión.
- Hacer ejercicio de forma regular para fortalecer la musculatura.
- Evitar cargar con bolsos o mochilas demasiado pesados.
- Controlar el estrés mediante técnicas de relajación.
Diagnóstico
Para confirmar una cervicalgia es necesario realizar varias pruebas:
- Exploración clínica que incluya examen de la postura, de la movilidad y de las zonas dolorosas, así como una evaluación de la función nerviosa y muscular para detectar signos de compresión nerviosa o medular (debilidad, reflejos anormales, pérdida de sensibilidad o incontinencia).
- Radiografía: donde se pueden apreciar anomalías en las vértebras.
- Tomografía computarizada: si la radiografía no es suficiente, la tomografía ofrece imágenes más nítidas de las estructuras óseas.
- Resonancia magnética: si se sospecha de disfunción en el sistema nervioso, esta prueba permiten visualizar los discos, nervios y tejidos blandos de la columna para detectar lesiones causantes de la cervicalgia.
- Electromiografía o estudio de conducción nerviosa: con estas pruebas se estudian las señales eléctricas de los músculos y de los nervios, respectivamente, para detectar posibles daños en su función.
Tratamiento
El tratamiento de la cervicalgia tiene como objetivo aliviar o eliminar el dolor y mejorar la movilidad y la fuerza del cuello, así como evitar una recaída. Existen varios tratamientos disponibles, en función de la causa subyacente y la gravedad del dolor:
- Administración de analgésicos, antiinflamatorios o relajantes musculares para el dolor.
- Collarín, si es necesario inmovilizar la zona. Sin embargo, no es recomendable prolongar su uso más allá de 48 horas.
- Fisioterapia: los masajes y los ejercicios localizados favorecen la relajación de los músculos, mejoran la movilidad y alivian el dolor.
En casos de dolor crónico o afección subyacente, se pueden aplicar terapias del dolor específicas:
- Infiltración epidural: especialmente indicado para la estenosis espinal. Consiste en introducir una cánula en el espacio epidural y administrar una solución de medicamentos directamente en el área afectada.
- Bloqueos radiculares nerviosos selectivos: si hay radiculopatías, se inyecta un anestésico local en la raíz nerviosa correspondiente para bloquear las señales del nervio que provoca el dolor.
- Radiofrecuencia: mediante la colocación de electrodos sobre la zona afectada, se aplican pulsos de ondas de radio que relajan los nervios transmisores del dolor.
- Ozonoterapia: recomendado cuando existe estenosis espinal, artrosis cervical o hernia discal. Se infiltra ozono en el área afectada por diferentes vías (subcutánea, intradiscal o intramuscular) para aliviar la inflamación y el dolor, favorecer la regeneración y mejorar la perfusión de oxígeno en la zona tratada.
- Estimulación eléctrica transcutánea: el dolor se reduce mediante la aplicación de corriente eléctrica sobre la piel.
- Ionforesis transcutánea: se aplica corriente de baja intensidad para infiltrar medicamentos ionizados a través de la piel.
- Cirugía: cuando existe una estenosis espinal o una hernia discal que no mejora con los anteriores tratamientos, se puede recurrir a cirugía para extirpar el disco dañado, fusionar las vértebras afectadas o reducir la presión en la médula espinal y en las raíces nerviosas. Asimismo, también puede ser necesaria para la estabilización de la columna tras una fractura o luxación.