Quirónsalud
Blog del Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez. Psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos y especialista en Psicología Deportiva
Elisabeth Kübler-Ross fue una psiquiatra suiza que trabajó con personas en fase terminal y describió el proceso de duelo en cinco etapas:
Otro autor que se ha dedicado a trabajar con el duelo es J. William Worden, miembro de la Asociación Americana de Psicología, el cual describió las tareas que el doliente necesita resolver:
Es importante tener en cuenta que las fases del duelo no ocurren necesariamente de forma sucesiva, sino que pueden darse varias al mismo tiempo, incluso retroceder. Lo mismo ocurre con las tareas, el orden, tiempo y la manera en que se realicen serán particulares de cada persona.
El proceso de duelo es individual, no habiendo ni una forma correcta, ni una sola forma de producirse.
Al igual que es importante conocer las fases y tareas del duelo, resulta fundamental hacer un buen acompañamiento, por lo que vamos a hacer una breve descripción sobre "qué decir y qué no", a una persona que está atravesando un duelo reciente:
Qué no decir
Frases que pueden ayudar en duelo
Reconocer ante una persona que la situación que está viviendo es difícil, que eres consciente de que no hay palabras que puedan calmar su malestar y darle espacio para que comparta su tristeza cuándo quiera, es el mejor de los apoyos que podemos ofrecer a un doliente.
‘Y entendí que lo que me esperaba no era seguir sin ti,
era seguir contigo acompañándome desde otro lugar’
Adela Sánchez-Escribano Martínez
Residente de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Conocer cómo funcionan las emociones, comprenderlas y saber cómo regularlas son habilidades que resultarán en beneficio de nuestra salud física y mental.
Dentro de una cultura que fomenta el estar felices y evitar a toda costa las emociones desagradables, debemos tener presente que todas las emociones existen por una razón: son necesarias para la supervivencia del ser humano y la vida en sociedad.
En cualquier momento podemos ser conscientes de nuestras emociones, sobre todo si son intensas. Cuando sentimos una emoción fuerte y nos paramos a escucharla, seguramente descubramos que se debe a que algo ha cambiado, algo nos ha afectado. Aunque las emociones son algo cotidiano, no resultan fáciles de comprender para todo el mundo, quizá por el énfasis que se ha hecho desde tiempo atrás en los procesos racionales e intelectuales.
Las emociones se activan cuando nuestro aparato psíquico detecta algún cambio significativo, precisamente por eso son tan necesarias para la supervivencia. Para entender bien la importancia de las emociones pensemos en un ejemplo: cuando somos bebés dependemos completamente del cuidado de los adultos que nos rodean y sólo disponemos de la expresión emocional para comunicarnos con ellos. Gracias a la risa o el llanto del niño/a los padres entienden que el bebé necesita algo y se sienten atraídos a interactuar con él.
Cómo podemos ver, las emociones no solo tienen una función adaptativa, sino también una función social.
Veamos algunas de las funciones de la emoción para entender mejor su importancia:
·Alegría: es la emoción que nos une a los demás. También incrementa nuestra energía y capacidad de disfrute.
·Sorpresa: es una emoción que nos incita a la exploración y fomenta nuestra curiosidad e interés.
·Asco: nos ayuda a evitar estímulos desagradables y aumentar nuestros hábitos de higiene.
·Miedo: aunque es una emoción que no nos gusta sentir, tiene una importante función, protegernos escapando o evitando peligros.
·La ira: es la emoción que nos ayuda a defendernos y enfrentar obstáculos que bloquean la consecución de objetivos.
·Tristeza: de nuevo otra emoción que no nos damos permiso a sentir ni expresar, pero con una importante función. La tristeza nos permite una pausa en la vida para recuperarnos de algún acontecimiento doloroso. También fomenta que las demás personas se acerquen a nosotros para ayudarnos y así reintegrarnos de nuevo, poco a poco a las actividades de nuestra vida.
Como vemos, todas existen por algún motivo. Dejar que se expresen las emociones agradables y las desagradables, escucharlas y comprenderlas es fundamental para que cumplan esta función.
El problema surge cuando la frecuencia, duración e intensidad de estas emociones son tan grandes que hacen que dejen de ayudarnos y nos causen dificultades y limitaciones en nuestra vida diaria. También es igual de problemático intentar "controlar" y bloquear una emoción, ya que impedir su expresión nos privará de que cumpla su cometido.
Hasta aquí hemos visto el proceso de comprensión de nuestras emociones, ahora vamos a profundizar en la habilidad para saber regularlas cuando nos sintamos desbordados por ellas.
Técnicas para la regulación emocional
El concepto regulación emocional es acuñado por Gross en 1998, se refiere al proceso por el cual las personas influyen en sus emociones, en cuándo y cómo las experimentan y expresan.
La desregulación implicaría la incapacidad para aceptar y gestionar las emociones o aquellos momentos en que la intensidad de la emoción es tan alta que interfiere con el autocontrol.
Las técnicas para la regulación emocional van dirigidas a dar a las personas la capacidad para experimentar, influenciar, gestionar o expresar emociones de tal manera que faciliten la conducta dirigida a objetivos y no interfieran en la consecución de estos.
Hay dos estrategias generales para la regulación emocional:
·Dirigidas a la aceptación emocional:
-Educación emocional en relación con conocer las distintas emociones, ponerle nombre, discriminarlas.
-Expresión emocional ajustada a la situación, aumentando la tolerancia a estados emocionales difíciles y poniendo en marcha estrategias de autocontrol.
-Comprender que las emociones nos están indicando algo sobre la situación, parar y escuchar qué información nos están dando.
-Realización de Mindfulness, técnica dirigida a estar conectados con el presente, a través del cuerpo, los sonidos, los pensamientos…
·Estrategias de cambio:
-Aumentar la actividad, la pasividad fomenta que se viva el malestar con más intensidad, lo que a su vez impide que se generen nuevas emociones.
-Provocar la distracción en las situaciones en las que no se puede cambiar de actividad
-aumentar las relaciones sociales.
-Establecer pequeñas metas para resolver los problemas.
-Desactivación de estados de ansiedad con técnicas de relajación como la respiración abdominal, la relajación de Jacobson o la visualización en imaginación de algún entorno agradable.
-Exponerse a situaciones que se temen sin evitarlas, al mismo tiempo que se debe disminuir el contacto con eventos que generan excesivo malestar.
En resumen, facilitar la expresión de nuestras emociones, comprenderlas y regularlas es importante para manejarnos en la vida, estar en sociedad y disfrutar de una buena salud física y mental.
Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Adela Sánchez-Escribano Martínez
Residentes de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
La pérdida es algo inherente al ser humano. Para entender la experiencia de la pérdida, suele ser útil reconocer su omnipresencia en la vida humana.
A lo largo de nuestra existencia nos enfrentamos a multitud de situaciones de pérdida. Desde la infancia, cuando un niño pierde su juguete predilecto o su lugar como hijo único. Así como en la adolescencia, cuando perdemos nuestro primer amor o a nuestra amiga del alma, y también en la adultez, cuando perdemos un trabajo, una pareja, un rol o renunciamos a un sueño que terminamos por asumir inalcanzable. Crecer implica perder, dejar atrás. Cada decisión supone una renuncia. Todo cambio, aunque nos enriquezca, también implica algo de pérdida... vivir, a fin de cuentas, es una acumulación de pérdidas, aunque también de aprendizajes. En cierto modo, perdemos algo con cada paso que avanzamos en el viaje que la vida. Perdemos objetos, lugares, momentos, ideales, sueños, metas y, por supuesto, perdemos personas a las que queremos. Aunque toda pérdida supone un duelo, podríamos decir que la muerte de un ser querido es la pérdida por antonomasia. Es en este tipo de pérdida, que todos experimentamos a lo largo de la vida, donde el duelo aparece en todo su esplendor y se manifiesta con toda su crudeza, por eso será en este tipo de duelo en el que nos enfocaremos en las siguientes líneas.
¿Qué es el duelo?
El término duelo tiene su origen etimológico en el latín, procede de la palabra "dolus" que significaba, literalmente, "dolor". Así, aunque se trate, en principio, de una reacción adaptativa normal ante la pérdida de un ser querido, no deja de ser una de las experiencias más dolorosas de la vida y un acontecimiento vital estresante de primera magnitud que se ha relacionado con la aparición de diversos problemas de salud (por ejemplo, se ha asociado el duelo con mayor riesgo de depresión, ansiedad o el abuso de alcohol y fármacos).
El duelo es un proceso único e irrepetible, dinámico y cambiante cuya forma de presentación varía entre personas, familias, sociedades y culturas. Durante mucho tiempo, las teorías tradicionales sobre el duelo presentaban a los dolientes como víctimas, como sujetos pasivos de una experiencia no elegida que deben superar, pero sobre la que tienen poco o ningún control. Esta concepción del duelo, presupone que las personas que han sufrido una pérdida poco pueden hacer con su dolor más que esperar que "el tiempo cure sus heridas". Hoy en día, sin embargo, se defiende una concepción del duelo diferente, otorgando un papel activo al doliente, quien, para superar la pérdida, no solo tendrá que transitar por el dolor de la ausencia, sino que tendrá que enfrentarse a una serie de desafíos o tareas para una adecuada elaboración del duelo.
¿Qué debo tener en cuenta si he perdido a alguien?
o En primer lugar, hay que saber que cada duelo es único, ni todas las personas viven igual el proceso de duelo, ni la misma persona atraviesa de la misma manera diferentes duelos.
o El duelo es un proceso, palabra que implica tiempo. Cada persona necesita una cantidad de tiempo diferente, conviene ser paciente y no intentar acelerarlo.
o El duelo no es una enfermedad, aunque puede compartir sintomatología con otras categorías diagnósticas, como ansiedad o depresión. Destacan síntomas como la sensación de ahogo, la falta de ilusión, el agotamiento, la hipersomnia o el insomnio o los síntomas somáticos.
o Conviene aceptar y compartir los diferentes sentimientos que surjan en relación con la pérdida. Para aceptar que nuestro ser querido ya no está, hay que hablarlo, recordarle, compartir el dolor y expresar las emociones que le acompañan cuando lo necesitemos.
o Es importante intentar mantener la rutina en la medida de lo posible. La vida continúa y es posible que otras personas nos necesiten. Realizar actividades que nos resulten satisfactorias puede ayudarnos a sobrellevar el dolor y pueden favorecer emociones positivas.
o Cuida tu salud, en ocasiones el dolor puede hacer que descuidemos la alimentación, el ejercicio y los buenos hábitos, repercutiendo en nuestra calidad de vida e influyendo negativamente en nuestro estado anímico, favoreciendo la sensación de malestar.
¿Cómo puedo apoyar a alguien que ha sufrido una pérdida?
En muchas ocasiones, cuando un amigo o allegado pierde a un ser querido nos invade la tensión de no saber qué decirle o cómo actuar. Muchas veces intentamos "animar" a esa persona con frases como "no pienses más en eso", "tienes que ser fuerte", "el/ella no querría verte llorar", a pesar de su buena intención, este tipo de comentarios son desaconsejables, pues no conviene tratar de reprimir la expresión de sentimientos por parte de quién sufre. Por el contrario, lo ideal es abrir las puertas a la comunicación, manifestando interés mediante preguntas que permitan a la otra persona expresarse si así lo quiere "¿cómo estás hoy?". Es aconsejable sustituir ofrecimientos generales del tipo "llámame si necesitas algo", que tienden a declinarse, por ayudas concretas y tomar la iniciativa de llamar a la persona. Además, hablar de nuestras propias pérdidas y de cómo las afrontamos y adaptamos a ellas puede resultar de utilidad a la persona y puede favorecer que se sienta comprendido y que hable de su propio proceso.
En definitiva, hay pocas normas para ayudar a la persona, se trata de "estar ahí", mostrarse disponible, permitiéndole compartir su experiencia y acompañándole en el tránsito de su pérdida.
Cristina Ruiz Nogales
Residente del Servicio de Psicología Clínica
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Comúnmente se piensa que estar triste implica tener depresión, pero la realidad es que son dos aspectos emocionales diferentes, en la medida en que, estar triste es una emoción adaptativa que todas las personas experimentan y estar deprimido es una enfermedad que solo algunas personas padecen.
La tristeza es una de las emociones básicas que, junto con la ira, la alegría, el miedo, el asco y la sorpresa se van desarrollando a lo largo del crecimiento de los individuos, de forma que no nacemos con la capacidad para expresarla, pero este aprendizaje se produce muy tempranamente, entre los dos y los ocho primeros meses de vida ya están desarrolladas.
Las emociones tienen diferentes funciones, entre las que se encuentran:
·Función adaptativa: facilita el ajuste a nuevas condiciones del entorno.
·Función social: informa al otro sobre como estamos y permite a los demás anticipar nuestras conductas.
·Función motivacional: las emociones potencian y dirigen nuestras conductas.
Debido a todo esto, la tristeza es adaptativa ya que permite que nos adaptemos a la situación que estamos viviendo, motiva y dirige nuestro comportamiento para realizar los cambios necesarios para encontrarnos mejor, además de informar a nuestro entorno sobre como nos sentimos y de esta manera facilita conductas de atención, acercamiento y cuidado por parte de los demás.
Sin embargo, la depresión implica un estado emocional que es desadaptativo en la medida en la que no permite a la persona continuar con su rutina diaria y dirigirse a sus objetivos, bien por la intensidad de la tristeza y/o por la elevada frecuencia con la que aparece, pero además tienen que aparecer otros síntomas.
De forma obligatoria para el diagnóstico de depresión la persona debe tener un estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día y/o manifestar disminución del interés en los eventos que habitualmente le gustaban, o un empobrecimiento en la capacidad para experimentar placer mientras las realiza, durante al menos dos semanas, junto con al menos cuatro síntomas entre los que están:
·Insomnio o necesidad excesiva de dormir.
·Conductas enlentecidas o por el contrario agitación, que sea observable por los demás.
·Fatiga, pérdida de energía.
·Sentimientos de inutilidad o de culpa, excesivos o inapropiados.
·Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión.
·Pensamientos recurrentes de muerte o de suicidio.
A pesar de que hay unos criterios comunes para identificar esta enfermedad, la realidad es que las personas que la padecen pueden experimentar síntomas y estados completamente diferentes unas a las otras, incluso una misma persona que tiene diferentes episodios depresivos a lo largo de su vida, la forma en que los viva pueden no tener mucho en común.
Por todo lo anterior, la depresión en una enfermedad mental que requiere un tratamiento especializado, sin embargo en la práctica clínica lo que nos encontramos es, que desde el inicio de ésta hasta que la persona llega a las consultas de Salud Mental ha pasado por muchos sitios y tomado decisiones, que en pocas ocasiones han mejorado la situación en la que se encuentra, como pueda ser, tomar un tratamiento farmacológico que le ha recomendado un familiar porque a él le vino bien, haber acudido a personas que nada tienen de especialistas en busca de una cura inmediata, o por el contrario sentirse tan avergonzados por percibir que están pasando por un momento vital difícil que no pueden superar ellos mismos, retrasando la petición de ayuda.
Por el contrario, la tristeza no requiere de tratamiento, pero también encontramos gente que ante esta emoción demandan, o mucho más peligroso, comienzan un tratamiento por su cuenta ante el malestar que perciben, devolviéndose a sí mismos el mensaje de que no es válido lo que están sintiendo, impidiendo que otros puedan acompañar, consolar y contener la emoción, además de no poder generar cambios en el entorno que resultarían muy adaptativos y beneficiosos.
Es importante tener en cuenta estas diferencias para poder identificar los casos en que es necesario pedir ayuda a profesionales, de los que son estados habituales en las personas, pero en ambos casos es necesario permitirse atender a la emoción, escucharla y compartir con su entorno cómo se encuentran.
"Las personas auténticas viven como sienten"
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
El diagnóstico de un cáncer es un golpe tan importante que provoca cambios en todas las áreas de la vida, obligando a dejar el proyecto vital y a hacer cosas que no estaban planeadas, como ir a múltiples médicos, pruebas y tratamientos que colocan a la persona en una situación de incertidumbre, inseguridad y sensación de pérdida de control.
El cáncer de mama, además, tiene un impacto en la propia identidad, el autoconcepto y la autoestima, por los cambios que genera en la imagen corporal, afectando además al rol femenino, social, maternal, sexual que ocasiona diferentes emociones y puede generar alteraciones en las relaciones sociales.
Todas las emociones que aparecen ante un diagnóstico de cáncer de mama se entienden como una reacción emocional adaptativa; es decir, una reacción normal ante una situación anormal. Estas emociones intensas ayudan a asimilar el diagnóstico, a afrontar la situación y a darnos cuenta de qué cosas necesitamos.
De manera que las emociones son nuestras aliadas, ya que facilitan la toma conciencia de las necesidades, ayudan a movilizar energía para el afrontamiento y permiten comunicar a otros lo que necesitamos.
¿Qué es normal sentir?
Estas emociones son muy diferentes, pero entran todas dentro de lo normal, son esperables y lo habitual es que estén un periodo de tiempo y remitan después.
¿Qué puede ayudar durante el proceso médico?:
¿Cuándo pedir valoración con un especialista en salud mental?
Crecimiento personal
Algunas personas describen sentimientos de fortaleza y capacidad de afrontamiento activo, positivo y optimista. Sentimientos de los que no eran muy conscientes antes del diagnóstico porque no habían tenido oportunidad y se sorprenden de haber podido superar situaciones que no habrían imaginado. El proceso médico les ha permitido haber vivido momentos que ofrecen la oportunidad de enriquecerse y autodescubrirse.
También muchas pacientes describen un cambio en las prioridades de la vida y en las relaciones interpersonales, por ejemplo menos dedicación por el trabajo, más disfrute situaciones cotidianas y aumento del autocuidado.
Pero este crecimiento personal no es un objetivo al que haya que llegar, ni lo experimenta todo el mundo, a veces ocurre con distinta intensidad, en diferentes etapas del proceso.
"No tengas miedo de tus miedos. No están ahí para asustar, están ahí para hacerte saber que algo vale la pena"
C. JoyBell
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Hábitos beneficiosos para nuestra salud mental y bienestar psicológico. Educación sobre nuestras emociones y pensamientos. Consejos para promover el bienestar psicológico...
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