Intolerancia a la fructosa

¿En qué consiste la intolerancia a la fructosa? Información sobre las causas, los síntomas y los alimentos que deben evitar aquellos que la padecen.

Síntomas y causas

La intolerancia a la fructosa es una afección que se produce cuando el organismo no absorbe adecuadamente este tipo de azúcar monosacárido que está presente de forma natural en muchos alimentos.

Existen tres tipos de intolerancia a la fructosa:

  • Intolerancia a la fructosa primaria: la malabsorción se debe a un fallo en el transportador Glut-5 de la pared intestinal. En este caso, la fructosa fermenta en el colon y produce gases.
  • Intolerancia a la fructosa secundaria: es la más frecuente. Se produce por una absorción deficiente en el intestino delgado por la irritación de las células o por un desequilibrio en la microbiota.
  • Fructosemia: es una intolerancia hereditaria a la fructosa muy poco frecuente que suele presentarse en bebés y no tiene cura. Una alteración genética hace que el hígado sea incapaz de metabolizar este tipo de azúcar por una falta de la enzima aldolasa B.

En los últimos años, se han diagnosticado muchos nuevos casos de intolerancia a la fructosa. Aun así, se cree que todavía existe un infradiagnóstico debido a que los síntomas pueden confundirse con otras afecciones del aparato digestivo.

Síntomas

Los síntomas más característicos de la intolerancia a la fructosa son:

  • Dispepsia (dolor, ardor o malestar estomacal).
  • Meteorismo (exceso de gases en el intestino).
  • Distensión abdominal (inflamación).
  • Retortijones y cólicos después de las comidas.
  • Náuseas y vómitos.
  • Diarrea.

Causas

Las causas de la intolerancia a la fructosa son de origen metabólico y pueden ser:

  • Mal funcionamiento del transportador específico de la fructosa (Glut-5).
  • Alteración en la función del transportador inespecífico de glucosa, galactosa y fructosa (Glut-2).

Conviene destacar la diferencia entre la intolerancia y la alergia a la fructosa, que sucede cuando el sistema inmunitario del organismo responde ante este azúcar como si fuera un agente extraño que quiere atacarlo.

Factores de riesgo

Todo tipo de personas pueden desarrollar intolerancia a la fructosa.

Complicaciones

Cuando la intolerancia a la fructosa no se trata adecuadamente, puede provocar:

  • Hipoglucemia (niveles bajos de azúcar en la sangre).
  • Sangrado.
  • Insuficiencia hepática.
  • Gota.
  • Diabetes.

Prevención

La intolerancia a la fructosa no se puede prevenir, aunque adoptar determinados hábitos alimentarios reduce tanto los síntomas como el riesgo de desarrollar otras patologías.

¿Qué médico trata la intolerancia a la fructosa?

La intolerancia a la fructosa se trata en la consulta de endocrinología y nutrición, aparato digestivo o de alergología, especialmente si existe una reacción inmunológica ante los azúcares.

Diagnóstico

La prueba más adecuada para diagnosticar la intolerancia a la fructosa es el test de hidrógeno espirado, que se basa en la liberación de este gas cuando el intestino descompone los azúcares. Para ello, se lleva a cabo una medición basal y, posteriormente, mediciones periódicas (cada 15 o 30 minutos durante una o dos horas y media) después de haber ingerido una solución de fructosa y sorbitol.

Para que los resultados sean fiables, el paciente debe acudir en ayunas y sin haber tomado:

  • En el mes anterior: antibióticos. Tampoco se puede haber sometido a una colonoscopia o a una limpieza intestinal.
  • 15 dias antes: no tomar procinéticos ni probióticos.
  • En las 24 horas anteriores: azúcares, féculas, bebidas gaseosas, chicles, tabaco. Se debe evitar el ejercicio físico y el lavado de dientes.

Tratamiento

No existe un tratamiento que cure la intolerancia a la fructosa. No obstante, seguir una dieta en la que se eliminen los alimentos que la provocan reduce los síntomas y permite a los pacientes llevar una vida normal.

Se recomienda llevar una dieta baja en fructosa, por lo que se deben evitar determinados alimentos, por ejemplo:

  • Edulcorantes como la sacarosa o el sorbitol.
  • Bebidas alcohólicas.
  • Zumos de fruta.
  • Leche condensada.
  • Yogures de sabores.
  • Cereales integrales.
  • Carnes y pescados procesados.
  • Cebolla.
  • Guisantes.
  • Soja.
  • Pimientos.
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