Quirónsalud
Blog del Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez. Psicólogo clínico del Servicio de Psiquiatría de los hospitales universitarios Fundación Jiménez Díaz y Rey Juan Carlos y especialista en Psicología Deportiva
Para comenzar, es importante señalar que no hay "pautas", "herramientas" o una "llave mágica" que solucione los problemas que pueden presentar los niños, por lo que responder a las preguntas "qué hago cuando…" es difícil, e incluso puede llegar a ser contraproducente por las particularidades de cada niño, porque no existe la forma correcta de actuar.
Cada familia vive unas circunstancias distintas, donde entran en juego también las propias experiencias personales de cada padre y madre, como pareja, como individuos, el pasado de cada uno, sus resistencias, sus fortalezas, etc. De forma que es importante poder mirar qué cosas nuestras intervienen en el día a día con los hijos, en las interacciones, en los momentos que se nos hacen más difíciles cuáles son las barreras personales que tenemos, e ir descubriendo aquellas dificultades que impiden sobrellevar la situación. Aprender a observarnos a nosotros mismos, ver cómo hemos estado actuando, si hay alguna cosa que creemos que se podría hacer de forma distinta, si algo de lo que hemos estado haciendo hasta ahora contribuye a que la situación no cambie.
Es importante tener en cuenta que los diagnósticos que puedan tener nuestros hijos no implican conductas inmutables, se debe intentar no etiquetar a los niños, no achacar como causa de su comportamiento el que le hayan diagnosticado autismo, TDAH, etc. Hay que hablar de ellos en relación a cómo actúan o reaccionan, como niños que son.
Por otro lado, es fundamental tener en cuenta que el concepto de portarse bien tiene un significado ambiguo que no especifica qué se espera de los niños. Es imprescindible que los pequeños sepan qué conductas pueden o no realizar, lo que también entraña el peligro de caer en dar múltiples órdenes que sean difíciles, e incluso imposibles, de ejecutar, las cuales podrían ser "estate quieto", "no hagas eso", "no molestes".
A pesar de que, en ocasiones, existen varias conductas que se deberían cambiar en los niños, lo recomendable sería comenzar con tres o cuatro reglas sobre cómo hacer las cosas y, a medida que éstas se vayan introduciendo en su forma de operar, ir añadiendo otras paulatinamente.
También es indispensable tener en cuenta qué castigos ponemos a nuestros hijos, ya que, en ocasiones, se puede entrar en la dinámica de que estas consecuencias resulten excesivas o inverosímiles, como "estás castigado seis meses"; de forma que el resultado sea el contrario a lo que buscamos, porque ¿para qué va a hacer las cosas de otra manera, si ya está castigado seis meses…? Además, es muy importante tener en cuenta, a la hora de intentar modificar su comportamiento, el no caer en la manipulación de sus emociones con frases tan lapidarias como "ya no te quiero", "mira a tu hermano qué bien se porta…"
Para que los niños se den cuenta de que lo que están haciendo no es lo correcto, las consecuencias deben estar ajustadas, lo primero, al momento evolutivo por el que pasan, y también es importante que estén relacionadas, en la medida de lo que se pueda, con lo que queremos modificar, de forma que, por ejemplo, si ha roto algo, debe recogerlo y contribuir a que ese objeto sea repuesto. Otro aspecto a tener en cuenta es que el castigo debe ser inmediato y corto, de manera que al día siguiente tenga oportunidad de volver a empezar de cero y hacer las cosas de forma más ajustada a lo que se espera de él.
A la hora de enfrentarse a los conflictos cotidianos que ocurren en casa es importante poder mirar qué les estamos pidiendo a nuestros hijos que nosotros no hacemos como, por ejemplo, en lo relacionado a la explosión de emociones: es común ver en consulta a padres que reconocen gritar a sus hijos al querer que se tranquilicen, llegando incluso a la agresión física del muy mal entendido ‘cachete educativo’, de forma que le estamos pidiendo a un niño que tenga una gestión emocional y conductual que los adultos no tienen, llegando a enseñarles que la violencia física es una forma de control emocional y de conseguir que el otro haga lo que queremos.
Además, el concepto de obedecer es otro que entraña dificultades, porque ¿es bueno que obedezcan siempre? Hay ciertas características que incomodan, como por ejemplo el que no obedezcan, pero, ¿deberían obedecer a todo el mundo?, ¿a todos los adultos?
A veces aquello que creemos es un defecto del niño, no lo es al cien por cien. En consulta se ven casos de niños que sufren abusos, muchas veces por parte de alguien al que consideran que deben de obedecer, como una autoridad, alguien cercano o de la familia, y no dicen nada porque les han dicho que no digan nada y obedecen. En ese caso, ¿es positivo que el niño obedezca? Hay niños que se oponen más, que protestan, que son más críticos… a veces esto es un incordio, sobre todo en el día a día con los padres, pero quizás esos niños no se irían con un desconocido, no permitirían que un compañero les agrediera, etc.
La sociedad nunca se ha cuestionado el formarse en campos ocupacionales, pero en algún momento de la historia se implantó la idea de que educar a los hijos debe ser algo "natural" y necesitar ayuda era admitir la ineptitud de los padres. La verdad es que los buenos padres son los que se dan cuenta de sus errores, los que se forman, hacen preguntas y piden ayuda cuando la necesitan.
"Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos" (Sócrates, s. V a.C)
"Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura" (Escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia, 4.000 años de existencia)
Adela Sánchez-Escribano Martínez e Inés Menéndez Cuiñas
Residentes del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
En la actualidad el mindfulness ha cobrado mucha fama llegando a impartirse cursos y talleres a una amplia gama de personas en muy diferentes ámbitos, como por ejemplo en el laboral, escolar, en el ámbito hospitalario… y no sólo dirigido a pacientes con diversas patologías, sino también para el personal sanitario.
Esta gran notoriedad ha permitido que estas técnicas se popularicen, pero también se ha generado cierta confusión, ya que en ocasiones se equiparan las técnicas de relajación y el mindfulness o se cree que es un subtipo de estas, cuando la realidad es que son opuestas.
Las técnicas de relajación como la respiración diafragmática, la relajación muscular de Jacobson, el entrenamiento autógeno de Schultz o las estrategias de visualización, lo que buscan es disminuir, o incluso eliminar, síntomas de ansiedad tanto físicos como mentales, como pudieran ser sudoración, temblores, taquicardia, o pensamientos negativos. Sin embargo, el mindfulness o atención plena va dirigido a que, a pesar de que estos síntomas pudieran resultar molestos, hay que estar en el presente y no centrar nuestros esfuerzos en intentar modificarlos.
El mindfulness tiene sus orígenes en la meditación budista zen y es Jon Kabat-Zin quien promueve su interés en occidente. Se entiende como un proceso no valorativo, de focalización de la atención en el momento presente, y entiende que está en la condición humana cierto grado de malestar y sufrimiento, de forma que debemos aceptar lo que ocurre y dirigir nuestros esfuerzos a la consecución de nuestras metas y no a cambiar lo que pensamos o sentimos.
Los componentes principales de la atención plena incluyen:
Hay diferentes procedimientos para el entrenamiento de mindfulness, que incluso pueden ser similares a los de las técnicas de relajación, como pudiera ser la respiración, aunque el objetivo en lugar de dirigirse a disminuir la hiperactivación del cuerpo y reeducar la forma de respirar para que sea diafragmática en lugar de superficial, va encaminado a observar la respiración que cada uno presenta de forma individual, sin modificar nada, solo con atención plena a como entra y sale el aire del cuerpo y los diferentes movimientos que lo acompañan.
Otras estrategias incluyen la atención a los sonidos, el ejercicio de comer una uva pasa, meditación en los pensamientos, siendo el body scan uno de los más practicados, esta técnica está dirigida a centrar la atención en de las sensaciones mientras se hace un recorrido mental por todo el cuerpo.
El mindfulness utiliza el cuerpo para estar conectado con el presente, ya que la mente se puede ir al pasado, lo que se relaciona con síntomas de depresión y al futuro, que implicaría síntomas de ansiedad, pero el cuerpo siempre está en el presente, y gracias a eso podemos conectar con el aquí y ahora cuando lo necesitemos, practicando la atención plena en nuestras sensaciones corporales.
De manera que, a pesar de que las técnicas de relajación y de mindfulness en ocasiones pueden parecer similares, incluso aunque como consecuencia de la realización de la atención plena consigamos relajarnos, lo cierto es que el objetivo que persigue cada estrategia es completamente distinto.
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Respetarse a sí mismo y respetar a los demás. Esta frase que parece fácil, esconde tras de sí uno de los conceptos de más actualidad en el ámbito de la psicología: la asertividad.
La forma en la que nos comunicamos con los demás refleja también la forma en la que pensamos sobre nosotros mismos, sobre los demás, y sobre cómo deben ser las relaciones. Los sentimientos que nos surgen en las interacciones con otras personas son clave en el tipo de relación que establecemos, siendo estas satisfactorias o decepcionantes.
En torno a este concepto de asertividad ha surgido una vasta literatura que nos enseña cómo decir no y cómo poner límites a los otros. Pero lo que esconde esta conducta final de decir NO es la interiorización de unos derechos fundamentales que poseemos por el simple hecho de ser seres humanos.
Veamos en qué consiste una comunicación asertiva para pasar a continuación a explicar cómo ponerla en práctica y las repercusiones positivas que puede tener en nuestra salud y autoestima.
La asertividad forma parte de un continuo donde la agresividad y la pasividad serían los extremos.
Según Manuel J. Smith, autor de uno de los libros más influyentes sobre la asertividad, lo primero que debemos hacer es dar valor a nuestra propia opinión, es decir "ser tu propio juez". Ya que si confías en tu criterio sobre cómo debes sentir, pensar o actuar no dependerás de juicios ajenos que pretendan influir en estas variables. Es decir, no dependerás de que nadie decida qué es lo correcto o incorrecto para ti.
Una vez nos liberamos de la presión que ejercen las opiniones ajenas, seremos libres de actuar sin dar explicaciones y de decidir siguiendo nuestra propia lógica sin miedo de quedar mal frente a los otros. Por lo que es fundamental prestar atención a las emociones, siendo necesario expresar lo que estamos sintiendo en la relación con el otro de forma que pueda comprender cómo nos encontramos.
Mantener una actitud de calma, firmeza y perseverancia en la defensa de nuestros intereses es fundamental de cara a tener interacciones sociales en las que no salgamos siempre perjudicados.
En las relaciones familiares, de amistad o laborales podemos actuar de una manera agresiva, pasiva o asertiva, teniendo esto consecuencias diferentes en nuestro bienestar. Una persona pasiva, que ceda ante los demás y que siempre ponga sus intereses en segundo plano frente al de otros verá mermada su autoestima, sentirá que tiene poco control sobre lo que le ocurre y se sentirá insatisfecho con las relaciones personales. Esto puede derivar en un bajo estado de ánimo y en sentimientos de indefensión.
Una persona agresiva, a pesar de conseguir sus metas a costa de las necesidades de los demás, también tendrá relaciones insatisfactorias y puede acabar sintiéndose rechazado, con baja autoestima y sensación de poco control sobre su estado emocional.
Sin embargo, una persona con un estilo asertivo verá aumentado su sentimiento de valía, ya que tendrá una consideración positiva de sí mismo, sentirá que tiene control sobre su entorno y disfrutará de relaciones interpersonales sanas y satisfactorias.
La comunicación asertiva forma parte de un conjunto de técnicas de afrontamiento que pueden hacer que nos veamos menos expuestos a estrés y ansiedad. Al sentir que tenemos herramientas, nos veremos más capaces de llevar a cabo nuestros objetivos, ya sean laborales, sociales o de autocuidado.
Hay personas que de forma natural cuentan con habilidades asertivas en su día a día, ya sea por la educación recibida o por los modelos de conducta que han observado en su entorno… Pero la buena noticia es que la asertividad se puede entrenar y adquirir. Hacer el ejercicio de hacer valer nuestros derechos y necesidades con serenidad y firmeza lleva tiempo y esfuerzo por lo que hay que ser persistentes, pero los beneficios merecen la pena.
Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Adela Sánchez-Escribano
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
¿Alguna vez te has preguntado cómo puede ayudarte la piscología a la hora de mantener un estilo de vida más saludable, controlar tu alimentación o aumentar tu nivel de actividad física de cara a controlar tu peso?
La obesidad es una de las enfermedades más prevalentes a nivel mundial, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), y podría empeorar si no se mejoran las estrategias preventivas y de control. Los datos de la OMS indican que, desde 1975, la obesidad prácticamente se ha triplicado en todo el mundo.
El sobrepeso y obesidad se caracterizan por una acumulación excesiva de grasa que puede resultar perjudicial para la salud. Es considerado sobrepeso un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 25, y obesidad un IMC igual o superior a 30.
La causa principal del sobrepeso es un desequilibrio entre las calorías consumidas y las gastadas, por lo que la situación cada vez más sedentaria de la población y el aumento en la disponibilidad de alimentos hipercalóricos ricos en grasa hacen que la prevalencia de obesidad siga en aumento.
La importancia de esta enfermedad radica en que es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, dificultades respiratorias o algunos tipos de cáncer.
La buena noticia es que la obesidad puede prevenirse y/o revertirse. La mala noticia es que las personas que desean bajar de peso deben hacer un esfuerzo constante y progresivo para controlar su ingesta y realizar actividad física regular. Adoptar estas conductas puede ser difícil, ya que hay que asumir un cambio permanente en el estilo de vida. Los factores psicológicos pueden jugar un papel fundamental en este cambio de conducta. Las habilidades de auto-regulación, la sensación de control, sentirse capaz o conocer la relación entre las emociones y el comportamiento alimentario, son sólo algunas de las facetas donde la psicología puede aportar una gran ayuda.
Para fomentar las habilidades de auto-regulación disponemos de herramientas contrastadas en psicología como el auto-registro, el auto-refuerzo o el control de estímulos.
El auto-registro es una forma de monitorizar nuestra conducta, registrando lo que comemos o la actividad física, y cuya finalidad es ser más conscientes de nuestro comportamiento, contando con datos objetivos y cuantificables. Gracias al auto-registro, es más difícil que perdamos el control sobre lo que comemos, ya que estamos auto-monitorizándonos. También nos ayudará a tomar decisiones de manera objetiva y valorar nuestros progresos.
El auto-refuerzo es una técnica cuya finalidad es que la conducta que deseamos se lleve a cabo con mayor probabilidad. Por ejemplo, auto-reforzarnos por salir a caminar, ya sea con unas palabras de ánimo y orgullo, premiándonos con algo que nos agrade, hará que sea más probable que volvamos a salir a caminar al día siguiente.
Con respecto al control de estímulos, buscamos conseguir eliminar de nuestro entorno las tentaciones que nos hacen caer en una mala alimentación. El ejemplo más típico es el de salir a hacer la compra con la lista ya hecha, y nunca con el estómago vacío, para evitar comprar alimentos hipercalóricos. Pero también podemos introducir el control de estímulos para incitarnos a realizar actividad física como, por ejemplo, ponernos una alarma todos los días a la misma hora que nos indica que es el momento de salir a caminar o de ir al gimnasio.
Otra variable importante es la sensación de control y responsabilidad sobre nuestra conducta o locus de control. De nada nos servirá saber que tenemos que perder peso si pensamos que no podemos hacer nada por conseguirlo o que depende de factores externos como "productos milagro". Tomar conciencia de nuestra responsabilidad y capacidad para adoptar un nuevo estilo de vida saludable es seguramente el paso más importante.
Por último, vamos a hablar de una de las variables que más interés está despertando en los últimos tiempos con respecto a la obesidad, y es la relación entre los estados emocionales y la alimentación. Los estados de ansiedad y de ánimo bajo pueden actuar como desencadenantes de una mala alimentación, ya que podemos utilizar la comida como método para regular nuestras emociones y reducir a corto plazo los síntomas de angustia. Es necesario conocer esta relación y aprender estrategias para regular nuestra ansiedad y que no dependan de la ingesta de comida.
En definitiva, el asesoramiento psicológico en una intervención multidisciplinar, junto con pautas nutricionales y actividad física, puede hacer que mantengamos la adherencia al tratamiento necesaria para cambiar a un nuevo estilo de vida más saludable.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
El estrés es uno de los principales factores de riesgo relacionado con importantes alteraciones de la salud, como enfermedades del corazón, accidentes cerebrovasculares y el cáncer. Además de su implicación directa en algunas de estas enfermedades, también influye indirectamente al favorecer otros factores de riesgo, como por ejemplo la obesidad, el consumo de tabaco, la hipertensión. En definitiva, el estrés hace a nuestro organismo mucho más vulnerable a desarrollar trastornos de la salud que nos pueden costar la vida.
Imagen en alta resolución. Este enlace se abrirá mediante lightbox, puede haber un cambio de contextoAdemás, se relaciona con diversas enfermedades como las gastrointestinales, el dolor crónico, los problemas de sueño, aumentando el impacto de estas en nuestras vidas. El estrés puede deteriorar de forma importante nuestro funcionamiento cotidiano normal, afectando a nuestro bienestar y calidad de vida.
Cuando hablamos de estrés, estamos utilizando un término muy utilizado en el leguaje cotidiano. Por lo tanto, la palabra estrés puede significar cosas diferentes para diferentes personas. Pero cuando nos referimos al estrés desde el ámbito de la salud mental, nos referimos al algo más concreto, a una forma de respuesta de nuestro organismo ante las demandas hechas sobre él. El estrés es un proceso en el que están implicadas variables fisiológicas que son desencadenadas ante una situación o estímulo, sin olvidar la percepción e interpretación cognitiva que media entre esta situación y nuestra respuesta.
Hace siglos, se usaba la palabra estrés para indicar la fuerza que podía soportar un cuerpo físico, como por ejemplo un puente, antes de ser deformado. Con este ejemplo podemos ver que, en líneas generales, al hablar de estrés nos estamos refiriendo a una situación de sobreesfuerzo.
En la actualidad, al hablar de estrés, no se pone el foco solamente en el estímulo que nos lleva a este sobreesfuerzo, ni tampoco únicamente a la reacción de nuestro organismo. El concepto de estrés se entiende como un proceso en el que nuestros procesos cognitivos son mediadores entre la situación y nuestra respuesta a esa situación. Es lo que suele llamarse Teoría Interaccional del Estrés, cuyo máximo exponente es el psicólogo Richard S. Lázarus.
Uno de los mecanismos por los que el estrés puede ser tan nocivo para nosotros es porque provoca un sobrefuncionamiento de múltiples sistemas en nuestro organismo, debilitando a la larga funciones tan importantes como el sistema inmune. Algunas de las respuestas fisiológicas y cambios orgánicos asociados al estrés son el incremento de las tasa cardiaca y presión sanguínea, hiperventilación, catabolismo proteico, reducción de la competencia inmunológica… por citar sólo unos ejemplos.
Teniendo en cuenta los efectos tan perniciosos que tiene la respuesta de estrés sobre nosotros, es de vital importancia que cada uno desarrolle las estrategias más apropiadas para prevenir el estrés o minimizar al máximo sus consecuencias.
La psicología cuenta con una variedad de estrategias para poder hacer frente al estrés. Una de las más potentes es el entrenamiento en técnicas de relajación.
Aparte de las estrategias de relajación, es importante adquirir herramientas para afrontar las situaciones que nos causan estrés, como por ejemplo el entrenamiento en técnicas de solución de problemas, el entrenamiento en habilidades sociales… estrategias que nos ayudarán a enfrentarnos a las dificultades del día a día de manera menos amenazante para nosotros.
Una vez hemos hablado de cómo regular nuestro estado fisiológico mediante la relajación, y de aprender a afrontar diversas situaciones, es importante prestar atención a los pensamientos que nos surgen ante el estrés. Con respecto a nuestros procesos cognitivos, debemos aprender a vivir más centrados en el presente, en el aquí y ahora, sin anticipar situaciones futuras de manera catastrófica. En definitiva, aprender que las dificultades forman parte del día a día, sin verlas como algo amenazante, sino como oportunidades para poner en práctica nuestras habilidades de afrontamiento.
Por último, es importante prestar atención a nuestro entrono, ya sea laboral, escolar o familiar, para conseguir eliminar o aliviar las situaciones potencialmente estresantes más habituales, siempre que dicho cambio esté en nuestras manos. El apoyo social es un arma esencial en nuestra lucha contra el estrés, ya que percibir apoyo de los nuestros es una de las mejores formas de amortiguar el efecto que dicho estrés tiene sobre nuestro organismo.
Dr. Francisco Javier Bonilla Rodríguez
Residente del Servicio de Psicología
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
Hábitos beneficiosos para nuestra salud mental y bienestar psicológico. Educación sobre nuestras emociones y pensamientos. Consejos para promover el bienestar psicológico...
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