Pantallas, Navidad y los más pequeños: ¿cómo equilibrar diversión con uso adecuado?

La Navidad trae consigo más tiempo libre para los niños y niñas, reuniones familiares prolongadas y, a menudo, nuevos dispositivos electrónicos bajo el árbol. Este contexto festivo puede disparar el uso de pantallas en los más pequeños durante las vacaciones navideñas. Sin colegio y con mayor tiempo libre, es fácil que pasen demasiadas horas frente a móviles, tabletas o televisión.
De hecho, una de las grandes preocupaciones de muchos padres y madres es cuánto y cómo limitar el tiempo que pasan sus hijos e hijas frente a las pantallas. Y es que un amplio número de estudios e investigaciones han corroborado el impacto que un uso excesivo de estas nuevas tecnologías tiene en su salud física y mental.
"Es comprensible que en estas fechas el uso de dispositivos aumente, pero conviene ser conscientes de los riesgos que conlleva el exceso de pantallas para los más pequeños", advierte la Dra. Pérez Pardo, jefa del Servicio de Pediatría del Hospital Universitari General de Catalunya.
Riesgos del uso excesivo de pantallas en la infancia
Abusar de las pantallas a edades tempranas puede afectar a diversas áreas del desarrollo. Entre las principales consecuencias que apuntan los expertos se destacan:
- Desarrollo cognitivo y atención: el uso excesivo de pantallas implica que se habla e interactúa menos con los adultos, lo que puede frenar la adquisición de vocabulario y habilidades comunicativas. Además, la velocidad e intensidad de los estímulos digitales pueden volver más difícil que se concentre luego en actividades más lentas, como leer un cuento o jugar con piezas de construcción.
- Habilidades sociales y vínculo familiar: horas y horas embebido en una pantalla significan menos tiempo de juego con otros niños o de interacción cara a cara con la familia. Esa interacción real –jugar, hablar, compartir– es la que enseña habilidades sociales como la empatía, la comunicación y el saber manejar pequeñas frustraciones cotidianas.
- Sueño y descanso: el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir está asociado con peores hábitos de descanso. La luz azul que emiten las pantallas retrasa la producción de melatonina, la hormona que nos ayuda a dormir. Además, es un descanso de menor calidad: más despertares nocturnos, menos fase REM y más somnolencia al día siguiente.
- Salud visual: mirar una pantalla a corta distancia durante mucho tiempo favorece la fatiga visual: ojos secos, picor, visión borrosa intermitente o dolor de cabeza. Diversos estudios lo vinculan con un incremento de la miopía en niños cada vez más pequeños.
- Regulación emocional: usar el móvil o la tablet como "apagafuegos" constante —para calmar una rabieta, el aburrimiento o la frustración— puede impedir que aprenda a autorregularse sin ese recurso. Si siempre se tranquiliza con una pantalla, es más probable que la necesite cada vez que se sienta nervioso o incómodo y que tolere peor el "no" o la espera.
"No se trata de demonizar la tecnología," explica la especialista en pediatría, "pero sí de entender que en edades tempranas un uso excesivo puede restar tiempo a experiencias esenciales para su desarrollo, como el juego, la exploración y la conversación con los adultos."
Consejos para un uso saludable según la edad
Tras repasar los riesgos, surge la gran pregunta: ¿cómo lograr un equilibrio? La idea no es educar a los niños y niñas en burbujas analógicas, sino de ajustar su uso a cada etapa:
- Bebés (0 a 2 años): la OMS recomienda evitar las pantallas antes de los 2 años. Una pauta que la Asociación Española de Pediatría respalda y amplía, hasta los 6 años. Su uso debe ser excepcional y vinculado a la interacción social, por ejemplo, una videollamada breve con para que el bebé vea y escuche a un familiar.
- Preescolares (3 a 5 años): de nuevo, la recomendación general es no utilizar pantallas. Si se introducen conviene hacerlo de forma muy limitada: no superar una hora al día - repartida en tramos cortos -, y siempre con supervisión adulta. Por ejemplo, ver juntos un episodio de dibujos y luego comentarlo o jugar a algo relacionado para que la pantalla sea solo una actividad más, no la protagonista del día.
- Niños en edad escolar (6 a 11 años): a partir de esta edad muchos la usan ya para tareas escolares y ocio, por lo que es importante pactar tiempos - entre 1 y 2 horas-, y priorizar que primero se cumplan las obligaciones escolares y otras actividades (juego activo, lectura, deporte). También ayuda que los dispositivos se utilicen en espacios compartidos y no en la habitación, para facilitar la supervisión y evitar pantallas a última hora del día.
- Adolescentes (a partir de 12 años): en esta etapa el reto ya no es solo el tiempo de pantalla, sino el tipo de uso. Es clave acordar en familia normas claras sobre móvil, redes sociales y videojuegos fomentando la autonomía supervisada.
"Es útil que en casa existan momentos y espacios sin pantallas: en la mesa a la hora de cenar, el dormitorio por la noche o ciertos ratos del día en los que todos —también los adultos— dejamos el móvil a un lado. Si la pantalla se convierte en un recurso puntual y no en la respuesta automática al aburrimiento, es más fácil que aprendan a entretenerse y autorregularse", señala la Dra. Pérez Pardo.
Un equilibrio posible y necesario
En última instancia, el uso de pantallas durante las fiestas navideñas - y de manera general - no tiene por qué ser un motivo de conflicto si se aborda con equilibrio y sentido común. La tecnología bien utilizada puede aportar entretenimiento, aprendizaje e incluso acercar a la familia - por ejemplo, viendo juntos una película navideña o haciendo una videollamada con familiares lejanos.
"El objetivo no es eliminar las pantallas, sino evitar su uso excesivo o inadecuado", apunta la Dra. Pérez Pardo. "Se puede disfrutar de la magia de la Navidad sin que las pantallas sean las protagonistas: los niños recordarán más un juego en familia, una receta de galletas navideñas hecha con mamá o papá, que cualquier rato solos con la tablet."
Para lograrlo, el ejemplo de los adultos también cuenta: si los niños ven que sus referentes son capaces de desconectar del móvil, será más fácil que ellos también lo hagan. En estas fiestas, con un poco de planificación y mucha empatía, es posible encontrar momentos de desconexión digital que se conviertan en verdaderos recuerdos compartidos.
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