Sepsis
¿Qué es una septicemia? ¿Tiene cura? Toda la información sobre la sepsis: causas, síntomas y tratamiento.
Síntomas y causas
La sepsis, o septicemia, es una afección potencialmente mortal producida cuando el sistema inmunitario reacciona de forma desregulada ante una infección, provocando una disfunción multiorgánica. Los procesos corporales que combaten infecciones se activan de forma extrema, por lo que atacan a sus propios tejidos y órganos.
Cuando la enfermedad avanza, se puede producir un shock séptico, que consiste en una disminución considerable de la presión arterial que hace que el flujo de sangre hacia los órganos internos sea insuficiente. Al no recibir ni el oxígeno ni los nutrientes necesarios, los órganos dejan de funcionar correctamente. Si el daño es grave, puede causar el fallecimiento del paciente. De hecho, la septicemia es una de las causas de muerte más frecuentes en todo el mundo, y es la primera causa de muerte hospitalaria, por lo que una detección precoz resulta vital. La incidencia y letalidad son muy elevadas, tanto que se ha estimado que es responsable de más muertes que el infarto de corazón, el ictus cerebral, los cánceres de mama, colon, recto, páncreas y próstata, todos juntos. Además, la importancia es aún mayor porque la incidencia de la sepsis está creciendo en relación con el aumento de la edad de la población.
Cualquier infección puede derivar en sepsis, aunque es más común en las infecciones que afectan a los pulmones (sepsis pulmonar o respiratoria), al aparato digestivo (sepsis abdominal) o al sistema urinario (sepsis urinaria), además de las ocasionadas en heridas, quemaduras y lugares de colocación de catéteres y vías.
Síntomas
Los síntomas de la sepsis se agravan paulatinamente según avance el daño orgánico:
- Fiebre.
- Sudoración, escalofríos.
- Dolor muscular.
- Aumento de las frecuencias cardiaca y respiratoria.
- Cambio en el estado mental: aturdimiento, desorientación.
- Baja diuresis (no se produce orina).
- Disminución de la presión arterial, pulso débil.
A medida que baja la presión, aparecen los síntomas del shock séptico:
- Temperatura corporal anormal, muy alta o muy baja.
- Mareo.
- Erupción cutánea o cambios de color en la piel.
- Confusión extrema.
- Somnolencia profunda.
- Incapacidad para permanecer de pie.
- Pérdida de consciencia.
Causas
La causa de la sepsis es una infección bacteriana, aunque en algunos casos puede ser vírica, fúngica o parasitaria. Las toxinas producidas por las bacterias hacen que las células del organismo liberen citocinas, que son las proteínas encargadas de coordinar la respuesta inmune del organismo. Estas proteínas, a su vez, provocan la dilatación de los vasos sanguíneos y favorecen la formación de coágulos sanguíneos en los vasos localizados en el interior de los órganos.
Factores de riesgo
Cualquier persona que contrae una infección puede padecer sepsis, pero existen factores que aumentan el riesgo:
- Edad: el shock séptico es más frecuente en neonatos (sepsis neonatal) y en adultos mayores de 65 años.
- Enfermedades crónicas como diabetes, cáncer, enfermedad pulmonar o enfermedad renal.
- Trastornos del sistema inmune.
- Embarazo: el shock séptico es más común en mujeres embarazadas.
- Hospitalización prolongada o ingreso en la unidad de cuidados intensivos.
- Dispositivos intravenosos invasivos, como catéteres o vías.
- Tratamientos con antibióticos o corticoides, que reducen la respuesta inmunitaria.
Complicaciones
A pesar de que la mayoría de las personas consiguen recuperarse de una septicemia leve, si esta avanza y se llega al shock séptico, la tasa de mortalidad es muy alta. Asimismo, es probable que la supervivencia venga acompañada de secuelas físicas y psicológicas y del riesgo de padecer infecciones futuras.
Prevención
La clave para reducir el riesgo de sepsis es tomar medidas para evitar una infección:
- Vacunaciones.
- Buenos hábitos de higiene y lavado de manos frecuente.
- Mantener las heridas limpias y protegidas.
¿Qué médico trata la sepsis?
Por la urgencia y la gravedad que presenta, la sepsis es tratada principalmente en la unidad de medicina intensiva o en urgencias. Sin embargo, al tratarse de una enfermedad que provoca un fallo multiorgánico cuyo desencadenante tiene un origen diverso, en su diagnóstico y tratamiento está implicado un equipo multidisciplinar formado por diferentes especialistas.
Diagnóstico
El diagnóstico de la sepsis puede resultar complicado porque sus primeros síntomas son comunes en otras patologías médicas.
Hace falta la presencia de dos de los siguientes puntos:
- Hipotensión arterial.
- Taquipnea o respiración con frecuencia muy rápida.
- Alteración del estado mental.
Por tanto, es necesario realizar varias pruebas:
- Examen físico para medir los signos vitales: temperatura, presión arterial, frecuencia cardiaca y respiración.
- Análisis de sangre para buscar signos de infección: anomalías en el recuento de leucocitos, problemas de coagulación, niveles de oxígeno bajos, función hepática o renal anormal, o desequilibrios electrolíticos.
- Otros análisis de laboratorio para identificar la fuente de la infección: se analizan muestras de orina, mucosidad y saliva en las vías respiratorias, líquido cefalorraquídeo o material de heridas.
- Pruebas de diagnóstico por imagen: si el origen de la infección sigue siendo desconocido, se tomarán imágenes por radiografía, ecografía, tomografía computarizada o resonancia magnética para buscar la zona afectada.
Tratamiento
Es imprescindible recibir tratamiento médico exhaustivo cuanto antes para aumentar las posibilidades de recuperación:
- Antibióticos: el tratamiento antibiótico comienza en seguida para combatir la infección. Si se desconoce la causa de la infección, se tratará con antibióticos de amplio espectro hasta la confirmación del origen. Si se trata de una sepsis leve inicial, el tratamiento puede no requerir hospitalización.
- Administración de oxígeno para facilitar la respiración. Si la insuficiencia respiratoria es grave, se utiliza un respirador artificial.
- Inyección de líquidos para mantener el flujo sanguíneo y aumentar la presión arterial.
- Medicamentos vasopresores para estrechar los vasos sanguíneos y aumentar la presión arterial, si esta no consigue aumentar con la inyección de líquidos (el llamado shock séptico refractario).
- Cirugía para extraer abscesos purulentos, tejidos infectados o necrosis, si es necesario.
- Diálisis si hay insuficiencia renal.
- Inyección de insulina para reducir los niveles de glucosa, que pueden elevarse con el shock séptico.