Quirónsalud
Blog del Sº de Cirugía Oral y Maxilofacial & Unidad de Odontología y Periodoncia Hospitalaria. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo
Dr. Javier Arias Gallo
Así, en general… Menuda pregunta. Como pasa siempre en estas entradas de blog, voy poco a poco o de golpe arrimando el ascua a mi sardina. Esta vez será poco a poco:
Como ya he mencionado en alguna entrada de blog previa, yo toco el piano en plan aficionado. Al parecer entre los médicos es bastante frecuente tocar algún instrumento. No voy a entrar en los motivos (pero me lo apunto para una futura entrada en el blog, porque lo difícil es siempre encontrar temas sobre los que pegar la hebra), pero el caso es que uno de mis colegas de maxilofacial, compañero y amigo mío durante 15 años, también toca el piano (y le voy a reenviar el link de esta entrada del blog, a ver si se da por aludido).
Desde hace un par de años, estoy con la idea de hacer en mi casa alguna pequeña "velada gastronómico-musical", invitando a algunos otros amigos que cantan, o tocan algún otro instrumento, más otros invitados que estén más atraídos por la parte gastronómica del asunto, y a los que embauquemos para que sean nuestro auditorio. Digo que estoy con la idea, pero entre la pandemia, la desidia y la indecisión, al final nunca termino de organizarla (bueno, es que ni empiezo a organizarla, pero, ah, el idioma español, siempre al rescate de los procrastinadores). Antes de la pandemia le conté mis planes a mi maxilofacial pianista amigo. Y ahí empieza la cosa, el primer acercamiento del ascua a la sardina: mi amigo me dijo una cosa que entonces me sonó antinatural. Me dijo: "yo es que toco para mí mismo". ¿Cómo que para ti mismo, alma de cántaro?, pensé yo… será para ti y para el vecino de abajo. Ah, no, que tiene un piano electrónico, y toca con auriculares.
Pero aún así, ¿no es un poco raro limitar una actividad tan social como la música a uno mismo? Pues con el tiempo he llegado más o menos a entenderle. De hecho, la fuerza arrolladora de los hechos (nadie me oye nunca tocando el piano porque me pongo auriculares yo también, mi hijo estudia en la universidad y el machaque pianístico le desconcentraría) hace que últimamente yo también diga, porque no me queda más remedio, que toco para mí mismo. En realidad, yo toco para un auditorio imaginario. Toco por muchos motivos, muchos de ellos imposibles de poner en palabras. Pero ese es uno de ellos. Cada persona hace las cosas por una razón. Se ve que mi amigo la mía no la comparte. Él toca para sí mismo. En la escuela de música a la que voy como alumno se organiza todos los años un concierto de fin de curso en el que tocamos los alumnos adultos y añejos (con una pequeña parte gastronómica después también, no se crean). Ese suele ser mi auditorio imaginario. Llevamos dos años, pandemia mediante, en los que no hemos tenido concierto. Reconozco que he estado algo menos motivado con el piano este tiempo, que me perdonen mi profesora, Chopin, Mozart y sus herederos legales, porque sabía que no habría para mí culminación social del esfuerzo personal.
Ahora cojo la sardina (más bien el palo), cojo también el ascua, y las arrimo más: todo este tiempo, en que pensaba que era antinatural tocar un instrumento musical para uno mismo, estaba ciego ante una evidencia habitual en mi trabajo como cirujano: mis pacientes de cirugía estética (concretamente, de cirugía estética nasal, que es a la que me dedico fundamentalmente), casi siempre se operan ….¡para sí mismos! Los pacientes no quieren agradar a los demás con su nueva apariencia. No, eso puede venir después. La mayoría de las personas que quieren algún cambio estético lo hacen para sentirse bien consigo mismos. Para mirarse en el espejo y gustarse. ¿Acaso eso es malo? En otros ámbitos, hacemos y no hacemos muchas cosas para sentirnos bien con nosotros mismos: cumplimos (generalmente) con las normas cuando estas son justas, no sólo por temor al castigo, sino para podernos mirar (metafóricamente) al espejo y ver reflejada a una persona de la que nos podamos sentir orgullosos. Ayudamos a los demás en el día a día, no para que los demás nos quieran, sino para querernos un poquito nosotros.
Mi experiencia de años (cuando un pedante quiere tener razón a toda costa siempre acude a esa frase hecha) me indica que la mayoría de las personas interesadas en la cirugía estética lo hacen para gustarse a sí mismos. Gustar a los demás es un efecto secundario, positivo, pero secundario. Es muy habitual que las parejas de los pacientes intenten convencerles de que no se operen, con el argumento de que … para ellos, no hay nada feo en sus parejas, nada que requiera un cambio. Ah, queridas parejas de mis pacientes: erráis el argumento: no se operan vuestras parejas para vosotros, para que les veáis más guapos. No os hagáis ilusiones. Cuando quieran contentaros, os traerán el desayuno a la cama. La cirugía es para ellos mismos. Son ellos los que la sufren (cada vez menos, eh), los que la pagan (aplíquese el paréntesis anterior), y los que salen beneficiados tienen por ella. Porque después de la cirugía se miran al espejo y ya no tienen ese caballete que les desagradaba, esa punta nasal redonda que (a ellos y a nadie más) les recordaba a un payasete, o esa punta nasal caída al modo de Jaffar, el malo de Aladdin.
Ahora carbonizo la sardina a base de ascuazos ¿Cómo no entender a mi compañero el pianista "ermitaño", ahora que me doy cuenta que tantas cosas en la vida las hacemos sólo para nosotros? Y aunque le entiendo, sigo sin compartir su postura. Sí, yo también toco para mí mismo. En parte es una gimnasia. Me asombra y me maravilla que una partitura que al principio es un galimatías, en unas semanas puedo interpretar con soltura. Como se asombra el deportista que va descubriéndose nuevos músculos según va fortaleciéndose a base de machaque en el gimnasio, o el corredor que llega en cada carrera cada vez más lejos y con la lengua menos fuera. Sí, hay una parte de gimnasia interior, que disfruta uno mismo. Pero la plenitud siempre necesita a las demás personas. Somos seres humanos, y por tanto, seres sociales. Si ponemos en facebook el recorrido de nuestra última carrera en solitario, si preferimos ir a un gimnasio antes que ejercitarnos en casa, si nos hacemos selfies con nuestra cara recién operada y los subimos a Instagram, y si queremos de vez en cuando tocar el piano ante un (distinguido) público, no es porque seamos unos esclavos de las apariencias, tontos y superficiales. No, somos seres humanos, y buscamos la aprobación y la compañía de los demás. Y está bien así.
Las enfermedades de la cara y al cuello son extraordinariamente importantes por afectar a zonas del cuerpo críticas en el día a día de todo ser humano. Comer, masticar, respirar sin dificultad, dormir y descansar, e incluso sonreír son actividades que damos por supuestas pero que pueden verse afectadas gravemente tras traumatismos, tumores, infecciones o por enfermedades congénitas. El cirujano maxilofacial es el especialista central en estas enfermedades. Tanto el punto de vista médico, como el quirúrgico, como la repercusión social y personal de la patología de la cabeza y cuello son importantes para atender y cuidar apropiadamente a nuestros pacientes. Sin olvidar, claro está, a los odontoestomatólogos, periodoncistas, ortodoncistas y odontopediatras con los que trabajamos en estas tareas. En este blog describimos situaciones clínicas, informamos sobre tratamientos, y reflexionamos sobre lo que significa ser médico y cirujano maxilofacial en estos tiempos de cambio y avance continuo. Todo el equipo del Servicio de Cirugía Maxilofacial estaremos encantados de atenderte.
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