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Blog del Sº de Cirugía Oral y Maxilofacial & Unidad de Odontología y Periodoncia Hospitalaria. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo

  • De cómo se amuebla la cabeza un médico y cómo nos ayudan los pacientes.

    Una de las actividades que hago como médico es la docencia a estudiantes de medicina. No soy ni mucho menos profesor a tiempo completo. Doy las clases de una asignatura transversal de sexto llamada "Habilidades quirúrgicas", e imparto algunas clases dentro de la asignatura de otorrinolaringología. Por algún motivo, que sería largo de explicar y difícil de hacer entender, nuestra especialidad no tiene una asignatura específica en los planes de estudios. Pero ese es otro melón que no voy a abrir en este post.

    Dar clases supone entre otras muchas cosas asistir, como espectador a la vez que como participante, al desarrollo del pensamiento médico en los alumnos. Es una forma de pensar que se va desarrollando con los años. Cada profesión tiene la suya. En cada profesión se agudizan unas cualidades y se atemperan otras. La nuestra tiene, como no puede ser de otra manera, una importante parte memorística, a la que se une cierta dosis detectivesca, más el necesario impulso a hacer las cosas (la procrastinación, el dejar las cosas para otro día, no suele tener cabida en nuestra profesión, más que impuesta por la lista de espera, de la que somos los médicos también un poquito víctimas, como lo son, mucho más gravemente, los pacientes).

    Esa formación médica progresiva, yo la veo asimilable a la construcción de un edificio moderno, complicado, con sus cimientos, sus diferentes plantas con distintas funciones, lleno de tuberías, cables, aislamientos, cristales, pasillos, ascensores… en fin, un lío a poco que uno lo piense un poco. Nuestra función como profesores es diferente en los cursos preclínicos de primero a tercero, mucho más centrados en los cimientos: biología, bioquímica, estadística, embriología, anatomía, fisiología y farmacología son algunas (hay más) de las asignaturas que conforman los pilares sobre los que luego se va a construir el resto. Los cimientos, literal y figuradamente. En los cursos clínicos, de cuarto a sexto, se empiezan a poner las plantas superiores, con las conexiones básicas: los ascensores, el agua, la electricidad, el internet. Para cuando termina la formación en la facultad de medicina, el médico recién formado tiene una idea general bastante buena de las diferentes plantas, de cómo se va de una a otra, de cómo funcionan los grifos, y ya se van poniendo algún mobiliario. Luego llega el MIR. Creo que no tengo ni que explicar en qué consiste. La metáfora que me salta a la cabeza es que en durante la residencia el médico amuebla fenomenalmente su piso. En fin, no me invento la metáfora, "amueblar la cabeza" es una expresión muy adecuada a lo que se consigue con la educación formal, en colegio, instituto, universidad o formación profesional.

    La verdad es que ya desde el primer momento, mientras mete los muebles ya está haciendo las primeras reformas del piso recién entregado. Y no sólo tiene que amueblar muy bien su piso… tiene que estar muy pendiente de sus vecinos de rellano, los médicos de especialidades afines, y de escalera. Tiene que saber qué muebles trae el vecino, qué escombros saca, porque a veces conviene comprar sus propios muebles en la misma tienda. De vez en cuando hay que echar un ojo a la puerta de la calle o por la ventana, por si algún mueble digamos de informática, o de ingeniería, o de biología, o de Historia, le pueda ser útil.

    médico_pacientemédico_paciente

    Bueno, yo soy muy de metáforas, y la de amueblar la cabeza da para mucho. Y esta metáfora me sirve para explicar lo que siento cuando un paciente, que no es médico, viene a la consulta con muchos datos sobre sus síntomas, o incluso sobre la enfermedad que tiene, o que cree tener… o que teme tener. La verdad es que no es algo que ocurra en el día a día, pero digamos que una vez cada dos semanas algún paciente tiene ese perfil. Sabe mucho de sus síntomas, sabe mucho de la enfermedad. Pero mucho, mucho. Es más frecuente que sean los padres del paciente, un niño, los que vengan con tantísima información. Al fin y al cabo, por un hijo somos capaces de hacer mucho más que por nosotros mismos

    ¿Y cómo encaja este paciente en mi metáfora mobiliaria? El paciente me trae un cuarto de baño, un cuarto de baño perfecto, con unos azulejos impolutos, con una grifería nueva a estrenar, con los suelos brillantes y con una ducha espectacular. A veces mi propio cuarto de baño es algo peor. Las toallas mojadas y alguna tirada por el suelo, unos pelos en la ducha, un grifo que gotea… Pero el cuarto de baño del paciente en sí suele tener fallos cuando uno se fija bien. Más bien parece un decorado. La puerta no va a ningún sitio. No tiene ventanas ni ventilación, y de los grifos no sale agua. Y mejor, porque los sumideros no funcionan. Traducido a la realidad, la información que trae el paciente puede ser fantástica. Pero le falta algo. Le falta el contexto. Las conexiones con el resto de la medicina. Eso no quiere decir que la información que trae el paciente sea inútil. Al contrario. Es muy valiosa, porque a partir de ella podemos enriquecer el cuadro conectando lo que nos trae el paciente con el resto de los conocimientos médicos. Además, si no somos demasiado soberbios, sabremos valorar la información nueva que nos pueda traer el paciente, y podremos encajar con cierta elegancia la cruda realidad de que en internet hay más información médica que la que tenemos los médicos en la cabeza. En mi experiencia, los pacientes agradecen la sinceridad. Agradecen que yo reconozca que desconocía algún dato, síndrome o nuevo tratamiento de alguna enfermedad quizá poco frecuente, o de la que yo tenga poca experiencia. Estoy seguro de que asumen que me puedo poner al día… mirando en internet.

    No es difícil que los médicos nos pongamos al día (aunque, como Aquiles y la tortuga, nunca llegamos a ponernos al día al 100%, para cuando nos hemos puesto al día, ya es el día anterior…). Al fin y al cabo, y rematando la metáfora: tenemos los mejores proveedores de muebles, y compramos al por mayor (vamos directamente a las revistas médicas; los buscadores de revistas médicas son fabulosos). Además, una vez comprado el mueble…. ¡sabemos dónde ponerlo!


  • Reacciones de los médicos ante un síntoma inexplicable

    Dr. Javier Arias Gallo

    Hace poco cayó en mis manos un artículo periodístico con las recomendaciones para pacientes con síntomas a los que sus médicos no habían podido encontrar remedio.Respuestas médicas a síntomas de problemas de bocaRespuestas médicas a síntomas de problemas de boca

    Era un artículo fantástico, muy equilibrado, dirigido realmente a ayudar a los pacientes a encontrar la mejor solución para sus problemas, sin para ello atosigar a su médico ( muchas veces por el mecanismo de cambiar de médico). Me encantaría escribir un artículo con recomendaciones para los médicos que se enfrentan a esa situación. No me atrevo a dar recomendaciones. Solo una pincelada, incompleta y sesgada seguro, de cosas que he visto. Algunas de ellas las he practicado.

    Según voy escribiendo, me doy cuenta que remediar los síntomas no suele ser lo que más desasosiega al médico. Para los síntomas tenemos analgésicos menores, antiinflamatorios no esteroideos, mórficos, neurolépticos, sedantes centrales, antidepresivos, antiepilépticos, ansiolíticos, y dentro de cada unos de estas familias de faámacos la variedad es infinita. El vademecum se rinde a nuestros pies. Los síntomas no son el problema, al menos a corto plazo. El problema real viene cuando no somos capaces de encontrar un diagnostico. Al drama de no resolver el problema del paciente desde el origen se añade para el medico el desasosiego de haber fallado profesionalmente. De haber fallado como " técnico de diagnostico y tratamiento". Espero que esta denominación se entienda en su contexto. No querría que se enfadara ningún descendiente directo de Asclepio o sobrino carnal de Hipócrates. No ser capaz de encajar la sintomatología del paciente en un cuadro lógico, en el que aparezca una causa que esté provocando unas consecuencias nocivas para el paciente es muy inquietante para el medico. Y además dificulta enormemente la curación. Es, en resumen, el equivalente en la edad adulta del examen que uno dejaba en blanco en el instituto. A lo largo de mi vida profesional he visto, tanto en mi mismo como en mis compañeros, varias reacciones ante el pánico de la hoja en blanco.

    1. La negación. Esto que me cuenta el paciente no es real. Se lo está inventando. El mecanismo menos imaginativo y el más patético. Hay una vuelta de tuerca: se lo está inventando "para fastidiarme". Juro que lo he visto.

    2. La bendita estadística. Consiste en explicar los síntomas del paciente como aproximación estadística: si llevo vistas 7 cefaleas tensionales, el siguiente paciente tendrá la octava (aunque los síntomas no encajen ni contratando a los acomodadores del metro de Tokio un día de diario).

    3. La salida "House". El paciente padece la última enfermedad rara leída en la revista especializada (¡o vista en la serie de televisión!) Es un recurso valiente y que requiere de una considerable erudición. Los cirujanos maxilofaciales vemos con cierta frecuencia diagnósticos realmente alambicados en lo que resulta ser finalmente un dolor de muelas.

    4. La enfermedad mental. La depresión y sus primos, la neurosis y la hipocondría. Ante esto, no está de más recordar la indefectibilidad de la muerte. Hasta el neurótico más neurótico finalmente fallece, como los que son "sanos mentales", de alguna enfermedad orgánica, física (exceptuando accidentes, claro). Ojito con eso.

    5. Vuelva usted mañana. Esta opción, tan española y decimonónica, sin embargo, resulta ser especialmente eficaz. Personalmente la encuentro muy recomendable. Una vez descartados los diagnósticos más tenebrosos (y en general, más sencillos) se le puede decir al paciente que vuelva cuando sus síntomas no sean tan atropellados. Da al médico la perspectiva que tiene el pintor cuando se aleja un poco del cuadro que está pintando.

    6. Invitación al "Tour de la imagen médica", que tengo la impresión que desde hace tiempo ha desbancado al clásico Giro del laboratorio de análisis clínicos. Con lo bonitas que salen las imágenes en 3D, con colorines incluidos, ¿quién quiere un asterisco en un aburrido listado de iniciales, no por menos conocidas (ALT, GPT) menos oscuras?

    7. Será un corte de digestión. Yo, que hice medicina sólo para aprender el mecanismo del corte de digestión, ese proceso fisiopatológico que provocaba indefectiblemente la muerte (en segundos) si uno entraba al agua de la piscina sin esperar las dos horas de rigor desde la comida (tres en caso de paella y cocido); yo, digo, me hice los 6 años de carrera, el MIR y la residencia sin que nadie me diera paradero de su etiopatogenia (bueeeno, algo parecido si hay, pero menos florido).

    8. Oiga usted… no sé lo que tiene. No veo que tenga ningún tumor ni ningún otro tipo de enfermedad mortal a corto plazo, pero se va a quedar usted, al menos por el momento, en la categoría de tareas pendientes.

    9. Es algo del riego. Una vez descartada la posibilidad de que el cerebro funcione con riego por goteo, y comprobada la necesidad de sangre abundante en cerebro, cerebelo y bulbo raquídeo, la falta de riego resulta un argumento inapelable.

    El abanico de respuestas es enorme. Personalmente utilizo con cierta frecuencia la 5 y la 8. Como complemento, y ya que tengo dos ojos, pongo uno en los libros y revistas médicas (siempre hay que estar aprendiendo), y el otro en el paciente. Literalmente. Nunca conseguí ser el extraordinario y famoso médico del que me habló una vez un paciente en estos términos: "Doctor, mire usted si es bueno el Dr. XXX que me recibió, entrevistó, diagnosticó y recetó sin ni siquiera mirarme a la cara". Eso lo han oído estas orejas que los gusanos se comerán algún día. Pero nunca confesaré el nombre del médico. Ni bajo tortura.

    Hasta la próxima entrada en el blog.

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Sobre este blog

Las enfermedades de la cara y al cuello son extraordinariamente importantes por afectar a zonas del cuerpo críticas en el día a día de todo ser humano. Comer, masticar, respirar sin dificultad, dormir y descansar, e incluso sonreír son actividades que damos por supuestas pero que pueden verse afectadas gravemente tras traumatismos, tumores, infecciones o por enfermedades congénitas. El cirujano maxilofacial es el especialista central en estas enfermedades. Tanto el punto de vista médico, como el quirúrgico, como la repercusión social y personal de la patología de la cabeza y cuello son importantes para atender y cuidar apropiadamente a nuestros pacientes. Sin olvidar, claro está, a los odontoestomatólogos, periodoncistas, ortodoncistas y odontopediatras con los que trabajamos en estas tareas. En este blog describimos situaciones clínicas, informamos sobre tratamientos, y reflexionamos sobre lo que significa ser médico y cirujano maxilofacial en estos tiempos de cambio y avance continuo. Todo el equipo del Servicio de Cirugía Maxilofacial estaremos encantados de atenderte.

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