Quirónsalud
Blog del Sº de Cirugía Oral y Maxilofacial & Unidad de Odontología y Periodoncia Hospitalaria. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo
La radiología no es sólo recomendable para la planificación y colocación de implantes dentales. Es imprescindible. Los implantes dentales se anclan en el hueso, y su éxito a largo plazo depende en buena medida de que el anclaje sea firme y estable. El hueso de los maxilares se debe valorar radiológicamente en todos los casos de implantes dentales. Sobre eso no hay discusión. No hay ninguna duda.
En lo que sí hay duda es en la elección de la técnica radiológica. En la consulta dental y maxilofacial hay varias opciones a nuestro alcance. Tenemos la radiología simple y la radiología computerizada. En la radiología simple se obtiene una imagen que es la sombra atenuada de los diferentes componentes corporales por los que han pasado los rayos X. Las imágenes se presentan habitualmente como una escala de grises, y como cualquier sombra, resulta difícil si no imposible determinar la forma tridimensional de la imagen. La radiología intraoral es un tipo de radiografía simple en la que el receptor de rayos X (película radiográfica antes, sensor electrónico actualmente) se introduce en la boca del paciente. Se trata de una técnica con escasa radiación, que da mucha información de detalle de piezas dentales individuales. Resulta, también actualmente, imprescindible para el diagnóstico de las caries dentales y la enfermedad periodontal. Sin embargo, la angulación entre la placa receptora, la estructura corporal y el emisor de rayos es variable, lo que hace que la medida de las distancias y los tamaños sea siempre engañosa.
La ortopantomografía es la técnica radiográfica simple más importante. Es una radiografía "simple" en la que tanto el emisor de rayos como la placa radiográfica van rodeando la cabeza del paciente. El resultado es una imagen plana de una estructura curva (la mandíbula y el maxilar superior), análoga al mapamundi, que es la representación plana de la superficie del globo terráqueo. La calidad de la imagen es algo menor que la radiografía intraoral, pero suficiente para la mayoría de las necesidades de diagnóstico. Da una excelente imagen general de los maxilares. Aunque las medidas de distancia no son exactas, sí son una aceptable aproximación si no se requiere una precisión milimétrica. También orienta en los diagnósticos de sinusitis, cálculos (litiasis) en las glándulas salivales, e incluso en algunos casos puede orientar en el diagnóstico de placas de arterioesclerosis calcificada en las carótidas (que son la principal causa de los infartos cerebrales, cuando alguna de esas placas suelta un fragmento hacia la circulación cerebral).
Eso, en cuanto a radiología simple. La radiología computerizada es otra historia.
Helicoidal (el TC médico de los hospitales), o de panel plano (el CBCT, el habitual en las consultas dentales), da la imagen en tres dimensiones. O como cortes en todas las direcciones del espacio. En los últimos años los equipos se han abaratado y se ha generalizado su uso, no solo en los centros radiológicos, sino en las propias consultas dentales. Son, sin duda, el medio radiológico de diagnóstico más potente para el hueso de los maxilares.
Ahora bien, como cualquier medio diagnóstico, debe utilizarse cuando es necesario. Sin duda la principal preocupación respecto a su uso es la radiación absorbida por el cuerpo del paciente durante el estudio radiológico. Los equipos radiológicos modernos utilizan una menor cantidad de radiación que equipos que se utilizaban hace años. Dentro de los aparatos modernos, el TC helicoidal emite (y el cuerpo absorbe) una mayor cantidad de radiación que los CBCT, los aparatos de la consulta dental y maxilofacial.
Sin embargo, la cantidad de radiación sigue siendo significativa. Un CBCT puede suponer para un paciente entre 5 y más de 50 veces la radiación producida por una ortopantomografía. Las cantidades de irradiación son variables, porque dependen entre otras cosas de la amplitud del campo que se estudia (maxilar, mandíbla o ambos) y de la nitidez que el profesional requiere para cada estudio. Cuanta más nitidez y resolución queremos en las imágenes, más radiación necesitamos utilizar.
Hay muchas ocasiones en las que el profesional requiere imágenes radiológicas con una gran definición. En casos en los que se planean cirugías complejas, cuando se sospecha o se está seguro de que la cantidad de hueso disponible no es la adecuada, o cuando se sospecha la existencia de alguna patología para cuyo diagnóstico no es suficiente la radiología convencional, entonces, sin duda, hay que utilizar la radiología computerizada.
En casos más sencillos, con la radiología convencional es suficiente. Y en esos casos, no deben hacerse estudios computerizados en tres dimensiones. No se deben hacer. Punto.
Sin embargo, en algunos "centros dentales" la radiología en tres dimensiones se ha convertido en una herramienta de venta como otra cualquiera. Se publicita incluso, como una oferta más. No sólo eso: yo he llegado a presenciar, en congresos médicos y dentales, cómo algunos profesionales describían el flujo de pacientes de su clínica de modo que el paciente pasaba por la recepción, por el gabinete fotográfico y por una radiología CBCT antes de ser visto por el médico o el dentista. A poder ser, el resultado del estudio radiológico se veía inmediatamente en un ipad, con lo que el paciente quedaba, además de irradiado, deslumbrado por el despliegue tecnológico. También hay clínicas que se anuncian en folletos con packs de precio cerrado de CBCT+implante. No quiero ponerle un nombre (feo) a esa forma de actuar, porque no me gustaría crear polémica al final del post, pero no dejo de darle vueltas a que aquí hay un error de concepto.
Cuando una persona acude al gastroenterólogo, es el gastroenterólogo el que decide, en función de su experiencia y la evidencia médica aplicada al caso particular, si le prescribe un método de diagnóstico como la endoscopia oral o la colonoscopia. Parecería absurdo que fuera de otra manera. ¿Y podría imaginarse un hospital que ofreciera a los pacientes algún pack de "endoscopia oral+apendicectomía" o "colonoscopia con spa"?. O incluso, en un alarde de medicina holística: "artroscopia de rodilla con audiometría y electromiograma para túnel del carpo de regalo". Y luego, pase con el médico a ver los resultados. Las posibilidades son infinitas.
"Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia?"
Es el inicio del archimegaconocido monólogo del acto tercero del Hamlet de Shakespeare. Me ha venido a la memoria pensando la cirugía, y más concretamente en la anestesia que es necesaria para la cirugía.
Cuando una enfermedad requiere cirugía el médico y el paciente enfrentan un dilema. Obviamente cada enfermedad tiene sus matices. Cada tratamiento tiene sus puntos fuertes y sus debilidades. A la hora de elegir, hay que poner en la balanza los pros y los contras. Cada persona, médico y paciente, da un peso diferente a cada uno de los aspectos. Pero una de las primeras cosas que hay decidir es si la intervención debe realizarse bajo anestesia local, general, o algo entre medias.
La anestesia general genera mucha controversia y sentimientos encontrados en los pacientes. Están los pacientes que temen la pérdida de conciencia, la pérdida de control, que temen no despertarse nunca, tener complicaciones anestésicas. Otros pacientes temen el dolor, enfrentar despiertos algún procedimiento invasivo. En la cirugía maxilofacial los matices son más sutiles: el paciente suele sentir que "le están operando a él directamente". En los procedimientos bajo anestesia local el paciente en todo momento siente "que le están operando a él". Esto requiere cierta explicación. Cuando se llevan a cabo operaciones sin anestesia general en el resto del cuerpo, sobre todo en las extremidades, el paciente enseguida puede desconectarse de la intervención. El cerebro humano, que interpreta las sensaciones de los órganos de los sentidos y construye la "realidad", enseguida registra que no recibe información sensorial de las zonas anestesiadas, y con mucha frecuencia interpreta que el miembro intervenido ni siquiera le pertenece. Esa desconexión sensorial facilita mucho la desconexión emocional, y hace mucho menos estresante la experiencia quirúrgica. Incluso aunque el paciente esté viendo el campo quirúrgico, puede vivir la experiencia como algo desconectado de su cuerpo.
En la cirugía facial ese fenómeno de desconexión sensorial y emocional con la anestesia local es menos frecuente: el paciente "ve" en todo momento que las actividades quirúrgicas se dirigen hacia sí mismo, hacia el "centro de mandos" sensorial. La visión, el olfato, el sabor, el sentido del equilibio, todo eso sigue recordando al cerebro del paciente que es el propio cuerpo del paciente el objeto de la intervención quirúrgica. Incluso la propiocepción le conecta al paciente con la intervención. La propiocepción es el sentido que informa al cerebro de la posición y movimientos del propio cuerpo. Cuando se efectúa una cirugía en la cara, cada pequeño movimiento del cuello del paciente le hace mantener el contacto con la realidad, con el quirófano, con la propia mesa quirúrgica. Cuando la cirugía es en el interior de la cavidad oral el cerebro sigue registrando la posición de la mandíbula, y se potencia más la sensación de "realidad".
Por eso la cirugía de la cara en general, y la cirugía de la cavidad oral en particular, son una fuente de ansiedad habitual en muchos pacientes.
¿Qué podemos hacer los médicos para mitigar esa ansiedad?
1. La respuesta más obvia es utilizar la sedación o la anestesia general. Las técnicas anestésicas son en el momento actual extraordinariamente seguras, y proporcionan una experiencia quirúrgica que para el paciente es nula, mínima, o irrelevante. El uso de los procedimientos anestésicos que no incluyen intubación endotraqueal (o sea, la sedación) deben, sin embargo, utilizarse con particular cuidado cuando el campo quirúrgico es la parte posterior de la cavidad oral o la faringe. Así, un procedimiento de sedación que no esté milimétricamente controlado por un anestesista experto puede conllevar riesgos adicionales si, por ejemplo, el paciente sufre un sangrado del lecho quirúrgico y no puede colaborar para permitir al cirujano acceder con comodidad para cohibir el sangrado. Por eso, es muy importante que tanto el cirujano como el anestesista tengan amplia experiencia, y que el centro donde se realice la intervención cuente con todas las garantías (preferiblemente un hospital, desde mi punto de vista). Y también, por eso, con mucha frecuencia es preferible, más seguro y cómodo para el paciente, el uso de la anestesia general, que obviamente sólo debe ser llevada a cabo en un hospital.
2. La sedación superficial con medicación oral. El uso de benzodiacepinas y otros sedantes puede ser una excelente opción en pacientes que presentan ansiedad frente a procedimientos menores. Es frecuente que nuestros pacientes deban sentarse en el sillón dental varias veces a lo largo de varias semanas o meses. Tenemos comprobado que el uso sistemático de esta medicación en cada una de las visitas va reduciendo la ansiedad anticipatoria del paciente, de modo que finalmente el paciente "aprende" que sentarse en el sillón dental es una experiencia en la que no cabe el estrés ni la ansiedad, y finalmente no resulta necesario el uso de esa medicación. Por el contrario, los pacientes que dicen "aguantar" sin medicación sedante y requieren varias visitas, "aprenden" que sentarse en un sillón es una experiencia estresante, y cada vez se ponen más nerviosos ante procedimientos cada vez menos invasivos per se.
3. La desconexión auditiva y visual. El uso de auriculares con música o sonidos relajantes a elección del paciente es una excelente opción siempre que los cables o los propios auriculares no entorpezcan la intervención. Los pequeños auriculares inalámbricos que ahora están tan de moda son, al menos para esto, una solución muy apropiada (si el paciente no los pierde en el camino a la consulta, claro). Pedir al paciente que mantenga los ojos cerrados es una manera sencilla de ayudar a la desconexión sensorial. Hay pacientes que, en principio, prefieren mantener los ojos abiertos, para estar alerta… "por si acaso". Si favorecemos un entorno de confianza, pueden cerrar los ojos y mejorar su experiencia quirúrgica. Sin embargo, cerrar al paciente los ojos con gasas o vendas resulta más claustrofóbico y debe evitarse, excepto si el motivo es proteger los propios ojos durante la intervención.
4. La desconexión somatosensorial. Es la más difícil. Supone reducir los movimientos del paciente al mínimo, de modo que se reduzcan los "inputs" sensoriales que informan al cerebro de la posición de las partes del cuerpo. Todos hemos experimentado, en el silencio de la noche, en la cama, que después de un tiempo de inmovilidad resulta difícil saber la posición de los miembros, y es el hecho de mover piernas y brazos lo que nos vuelve a conectar con nuestro cuerpo. Si planificamos la cirugía de modo que el paciente mueva lo menos posible el cuello y la mandíbula (con abrebocas que mantienen la posición mandibular y sin giros innecesarios de la cabeza), el paciente, en cierto grado, reduce la consciencia de su propia cabeza. Esto puede parecer un asunto de importancia menor, pero está avalado por casi 20 años de investigación sobre el procesamiento cerebral de la información sobre el propio cuerpo.
Finalmente, la decisión del tipo de anestesia, en procedimientos "menores", puede ser compartida con el paciente, acompañada de la información necesaria. Si el paciente siente que tiene algo de control sobre esa decisión, puede también reducirse la ansiedad que conlleva la cirugía. Porque la información bien administrada y de la mano del médico en quien el paciente pueda confiar, siempre tiene un gran valor: se puede convertir en conocimiento.
Dr. Manuel Chamorro Pons y Dr. Gastón Demaría Martínez.
Efectivamente, es así. Es de suma importancia mantener una correcta respiración durante nuestras horas de sueño. Parece ésta una aseveración muy evidente y simple, pero no tan fácil de conseguir en muchas circunstancias.
El problema es el siguiente: al adoptar la posición de decúbito, es decir, al tumbarnos en la cama para dormir, la musculatura de las vías respiratorias se relaja, la lengua se desplaza hacia atrás y el espacio por el que el aire debe pasar hacia los pulmones se estrecha de manera significativa. En determinadas circunstancias la respiración en esta posición se dificulta, se pueden producir pausas respiratorias prolongadas y la oxigenación del cerebro puede quedar disminuida durante la noche. Estas interrupciones pueden durar desde unos pocos segundos a minutos y pueden ocurrir más de 30 veces por hora.
Es la llamada apnea del sueño, de la que probablemente haya oído hablar al haberse convertido en un importante problema de salud del siglo XXI.
El sindrome de apnea/hipopnea del sueño es el trastorno respiratorio mas frecuente durante el sueño, si excluimos el simple ronquido, ya que puede llegar a afectar al 4% de la población.
Lo característico de los pacientes que sufren apnea del sueño es que mientras duermen su respiración hace pausas periódicas más o menos largas, reactivándose al cabo de unos segundos con una inspiración más intensa, que se asocia a interrupciones en la profundidad del sueño, lo que se conoce como microdespertares, que finalmente originan un sueño muy poco reparador. Como la casi totalidad de pacientes con apnea del sueño roncan, las pausas en el ritmo respiratorio son evidentes como también llamativa y sonora la recuperación de la respiración.
¿Por qué decimos que la apnea del sueño es un problema de salud de primera magnitud?
Primero porque un sueño tan poco reparador hace que el paciente tenga tendencia al adormecimiento durante el día. En cualquier momento y lugar los ojos se cierran y el paciente entra en un sopor irresistible; en una reunión, en el trabajo y por supuesto conduciendo el coche. Lo que aumenta exponencialmente la posibilidad de sufrir un accidente de tráfico.
Por otro lado, esta enfermedad se asocia a un riesgo aumentado de enfermedades coronarias e ictus cerebral. Mientras el paciente sufra por la noche falta de oxigenación, el mal funcionamiento de estos órganos vitales está presente, y la posibilidad de infarto se incrementa de forma importante.
Un problema muy serio, sin duda alguna.
Una pregunta que con frecuencia nos hacen en la consulta: ¿todos los pacientes que roncan tienen estos severos riesgos que hemos descrito? La respuesta, afortunadamente, es no. El ronquido se produce por vibración de las paredes del conducto respiratorio superior con el paso del aire. Como comentamos al principio, al acostarnos y dormir las paredes de las zonas por donde pasa el aire se relajan de forma normal. Con el paso del aire estas paredes relajadas pueden vibrar y producir el ronquido. Hablamos de ronquido esencial cuando existe ruido pero no pausas respiratorias. En este caso no hay problema. Por lo menos para uno mismo, otra cosa es para nuestra pareja, que seguro no opina lo mismo.
El asunto delicado no es, por tanto, el ronquido sino las pausas respiratorias.
Queda claro que la apnea del sueño hay que tratarla, no se puede obviar porque el riesgo de tener un problema muy serio está presente, como hemos explicado.
¿Cuál es la causa de este padecimiento? Aquí tengo que decirle que, como tantas cosas en medicina, no responde a una causa única. Hay una serie de factores que predisponen a padecerla. La obesidad es uno de los más importantes. Las personas obesas, con un cuello de diámetro aumentado presentan gran predisposición de padecer apnea del sueño. La grasa se deposita no sólo en los michelines abdominales, sino también en las estructuras de la garganta, base de la lengua, mejillas y labios estrechando los circuitos por los que el aire debe circular.
Hay otros factores como son el tener la mandíbula retraída. Una mandíbula pequeña desplaza hacia atrás la base de la lengua que se coloca casi en contacto con la pared posterior de la faringe lo que disminuye extraordinariamente el orificio respiratorio, sobre todo al tumbarse para dormir.
Al existir, como digo, diversos factores predisponentes y desencadenases, es obvio que se precisa un diagnóstico preciso de cada caso en concreto.
En cuanto al tratamiento le comento que la corrección de la obesidad es fundamental, pero no suficiente porque eso es una lucha larga y difícil y los riesgos de los que antes hablábamos, hay que cortarlos de raíz.
El tratamiento más general se basa en el uso de la CPAP abreviaturas en inglés de "presión positiva continua en la vía aérea". Se trata de máscaras que emiten un chorro de aire a presión, cuyo objeto es abrir las paredes de la vía área y evitar su colapso. Se trata de un tratamiento efectivo, los riesgos que entraña la enfermedad disminuyen claramente ya que el aparato no permite, al inyectar aire a presión, que los órganos vitales se queden sin oxígeno durante las pausas respiratorias.
El problema de este tratamiento es su cumplimiento. Muchos pacientes usan de entrada el dispositivo. Pero, a medida que pasa el tiempo, comienzan a abandonar su uso por el inconveniente que supone dormir atado a una máscara, tener que llevar el aparato de un sitio a otro cuando se viaja, etc. Al abandonar el uso de la CPAP, el riesgo reaparece.
Una opción alternativa consiste en utilizar dispositivos de avance mandibular, férulas DAM. Existen varios tipos de dispositivos, que pueden ser fijos o ajustables. Se realizan en la consulta y al utilizarlos por la noche, aumentan el área faríngea y evitan el colapso de la vía aérea durante el sueño. Según los últimos estudios cada vez hay más pruebas que sugieren que los DAM mejoran la somnolencia subjetiva y los trastornos respiratorios del sueño en comparación con pacientes que no lo utilizan. Como desventaja, solo pueden ser utilizados en las apneas leves.
Por este motivo se han desarrollado intervenciones quirúrgicas que tratan de corregir los puntos de obstrucción de la vía respiratoria superior de forma permanente. La más efectiva, sin duda, es el avance mandibular. Especialmente en los pacientes que presentan una posición retrasada de la mandíbula, que son muchos de los que presentan apneas del sueño severas. Tras realizar los estudios correspondientes y obtener las medidas de la vía aérea, analizamos la posición y tamaño de los maxilares. Mediante una intervención quirúrgica llevamos éstos a una posición más adelantada, lo que se traduce en un aumento espectacular en el diámetro de la vía aérea superior. El aire pasa ahora sin dificultad hacia los pulmones y de ahí, la sangre correctamente oxigenada, a todos los órganos del cuerpo. El resultado de este tipo de intervenciones es muy bueno, el riesgo desaparece y el paciente no depende del uso de una máquina todas las noches de su vida.
Si padece alguno de los síntomas que hemos descrito anteriormente; sueño diurno, no descansa adecuadamente por las noches, su pareja le dice que durante la noche ronca y parece que deja por momentos de respirar, venga a vernos al Servicio de Cirugía Maxilofacial del complejo hospitalario Ruber Juan Bravo. Seguro que podemos ayudarle.
Dres. Miguel Carasol Campillo y Antonio Lorente Pérez-Sierra
Todos los niños esperan con ilusión al Ratoncito Pérez que, cuando están dormidos, les recoge el pequeño diente de leche que se ha caído ese día, y se lo cambia por alguna moneda y, mucho mejor, por un cuento o un juego sencillo. A la mañana siguiente la magia se ha producido y el niño encuentra asombrado algo que no es un diente debajo de la almohada….
¡Qué inocencia! ¡¡No es el único ratoncito que está en la habitación!! Pérez se va, porque tiene mucho trabajo con tantos niños y 20 dientes de leche por niño. Pero una sombra se va cerniendo sobre el blanco nieve del esmalte de los dientes. ¡¡Es Rat Vader!! También es un ratoncito, pero éste es mucho más pequeño y también se va llevando los dientes, pero no de golpe como Pérez, sino poco a poco, día a día, creando un cráter oscuro que los humanos llaman caries, y él Mordór Mal, porque el diente va a doler y pueda ser que un señor con una ropa rara, unas gafas grandes y un papel que le cubre la nariz y la boca (no para no ser reconocido), coja una especie de tenazas que extraiga el diente. ¡Qué futuro tan diferente! El ratoncito Pérez no puede hacer nada, porque el diente está enfermo y ha caído en un frasco que no puede abrir.
Así que, sin un diente, nuestro niño empieza a mordór mal, y Vader se pone muy contento y se anima a oscurecer otro diente. Para ello, llama a su fiel ejército de estreptoorcos, que acuden rápidamente a la grieta de la muela; con sus potentes catapultas lanzan bolas de ácido al esmalte del diente, que se empieza a debilitar, agrietarse y ceder, creando otra vez el cráter oscuro. Qué placer arrasar esos terrenos tan inmaculados…
Pero, algo comienza a suceder. ¡Vader, Vader, hemos vuelto a ver al señor de la cartulina en la nariz! Esta vez viene con un ariete que da vueltas a toda velocidad y se ha metido a saco en el cráter. ¿Pero no era amigo? ¡Qué va, es Dentistalf, el mago de los composites! Ya no queda un orco, ha quitado todo lo oscuro y está echando lava blanca que no deja ni rastro de nuestro trabajo.
¡Es igual, hay que seguir destruyendo el terreno! Imposible, le ha dado al niño una Nimbus Superboy, con los pelos en un lateral y con una poción mágica a base de Elfluor, que hace que todo huela bien. ¡No hay quien lo soporte! Por si fuera poco, ha aparecido una catarata de olas azules que ha arrancado a los orcos de sus bases.
¡Retirada, retirada!, grita Vader, ¡a otro territorio que no se cuide…!
El ratoncito Pérez, desde otra casa donde está trabajando, sonríe satisfecho, porque solo tendrá que recoger el pequeño diente sano que se le haya caído al niño, y que debe dejar paso al diente definitivo, y no porque el malvado Vader se dedique a hacer daño.
Y colorín colorado…
Nota de los autores: cualquier coincidencia con algún libro mediocre que tanto circula por ahí, es mera coincidencia, jeje.
La evolución de la tecnología y el conocimiento no sigue un camino lineal. Los conocimientos no se acumulan como la arena en una playa, poco a poco. Son más bien como las tormentas, que aparecen bruscamente y se llevan por delante lo viejo e instauran lo nuevo. Así, a finales del siglo XVIII la máquina de vapor propició la primera revolución industrial. A finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX la electrificación y el motor de combustión interna supusieron el pistoletazo de salida de la segunda revolución industrial. Hay muchos indicios de que también a finales del siglo XX se inició una tercera revolución industrial, esta vez, basada en la informatización y la robotización. Entre cada revolución el avance técnico y las mejoras para la humanidad han sido más pausadas. Durante cada revolución industrial los cambios han sido más dramáticos y evidentes.
De modo similar, las técnicas quirúrgicas avanzan a ritmos variables. Hay décadas en los que el avance parece imperceptible, y uno tiene que poner cierta distancia para ver la mejora. En cambio, hay periodos cortos de tiempo en los que parece que el avance es mucho mayor que en años previos. El siglo XX convirtió paulatinamente los procedimientos quirúrgicos, que antes eran acontecimientos dramáticos, arriesgados, muchas veces mortales, en intervenciones casi siempre rutinarias (¡bendita rutina!), con resultados cada vez más predecibles y menos arriesgados. La anestesia general, la intubación endotraqueal, la antisepsia, los antibióticos, las transfusiones sanguíneas, los avances en la fisiología y la farmacología, la osteosíntesis, los avances en los conocimientos anatómicos, son algunos de los pasos hacia la mejora de los procedimientos quirúrgicos.
La cirugía reconstructiva del área maxilofacial ha experimentado cambios a lo largo del tiempo. En algunas épocas los cambios eran paulatinos. Sin embargo ha habido años en los que el ritmo del avance se ha acelerado. Las innovaciones, más radicales. Los resultados para los pacientes, extraordinariamente mejores.
La reconstrucción mandibular es uno de los aspectos donde mejor se aprecian los avances técnicos de la cirugía maxilofacial: varios hitos acompañados de un refinamiento general de las técnicas. En los años 60-70, la reconstrucción mandibular se basaba en el uso de injertos óseos de cadera o costilla, con resultados muy pobres en general. Esos injertos óseos se nutrían por difusión de los tejidos circundantes. Algo similar a la respiración de los insectos, que recogen el oxígeno del aire directamente por orificios en su caparazón. Era una buena idea para cantidades pequeñas de tejido, pero para grandes segmentos de hueso en contacto con la cavidad oral, colonizada por bacterias, una mala solución. Parecía mejor solución el uso de placas y tornillos de titanio que puenteaban el defecto, y conservaban el resto de mandíbula en su posición. Pero eso tampoco funcionaba: excepto en casos muy concretos, los tornillos se aflojaban y las placas se rompían o se asomaban al exterior, rompiendo la piel o la mucosa de la boca. En los años 70-80, el uso de los injertos revascularizados supuso una revolución en la cirugía reconstructiva mandibular: los injertos óseos se diseñan para conservar su irrigación sanguínea, reconectando sus arterias y venas a vasos sanguíneos de la cabeza y el cuello mediante el microscopio quirúrgico. El injerto más utilizado es el peroné. La arteria y la vena peroneas se unen a vasos sanguíneos del cuello mediante puntos de suturas casi invisibles al ojo desnudo. Los segmentos de peroné se unen unos con otros y con el resto de mandíbula mediante placas y tornillos de osteosíntesis, que funcionan fenomenal siempre que hay hueso. De este modo, desde el primer momento el injerto es una estructura vascularizada, que no se infecta, y cicatriza con normalidad, como si fuera una fractura ósea estándar fijada con placas y tornillos.
Durante los siguientes años estas técnicas se han refinado con mejoras "menores": mayor experiencia y habilidad de los equipos quirúrgicos, mejor manejo postoperatorio de los pacientes, uso (nunca sistemático) de implantes dentales para permitir una masticación más normal a los pacientes, etc. No se solían poner implantes dentales a estos pacientes porque la posición del nuevo hueso era muchas veces muy poco apropiada para conectar prótesis dentales.
A principios del siglo XXI quedaba aún un escollo importante: en la reconstrucción mandibular con hueso vascularizado, los tamaños y angulaciones del injerto, y la orientación final del injerto en la mandíbula, se decidían "a ojo", haciendo mediciones con regla para hacer que la nueva mandíbula parezca lo más normal posible. Era una tarea imposible: la falta de precisión inherente a este método hacía que los pacientes quedaran con alteraciones en la oclusión dental (los dientes superiores e inferiores que aún quedaban, no encajaban entre sí), y el contorno mandibular quedaba siempre con un cierto grado de deformación.
Y es entonces cuando se produce la revolución. Y es una revolución ligada a la tercera revolución industrial, la de la informática: las técnicas de imagen médica en tres dimensiones nos dan una imagen muy precisa de la forma de los tejidos en los que trabajamos. Mediante el uso del ordenador para la simulación tridimensional de la mandíbula y el peroné, se pueden diseñar con gran precisión la posición, angulación y colocación de cada uno de los segmentos óseos, y diseñar previamente a la intervención una placa de osteosíntesis que se adapte exactamente a los contornos óseos. Gracias a las técnicas de impresión 3D todo ese trabajo virtual en el ordenador se puede traducir al mundo real, como modelos estereolitográficos de la mandíbula, el peroné, y como guías de corte que indican con una exactitud sin precedentes la localización y angulación de las osteotomías. La intervención quirúrgica es mucho más precisa y sencilla, el tiempo quirúrgico se reduce en varias horas, y el resultado es una mandíbula con oclusión dental conservada, y contornos mandibulares simétricos y naturales. En los últimos años hemos utilizado esta tecnología para efectuar reconstrucciones mandibulares con una precisión imposible de lograr con los métodos tradicionales.
El camino ha sido largo: en los años 60, los pacientes que perdían el hueso mandibular por traumatismos o por resección de tumores tenían que convivir con una deformidad tan invalidante que muchos no volvían a salir de sus casas el resto de su vida. Ahora estamos consiguiendo algo extraordinario: que los pacientes vuelvan a vivir una vida normal… una vida "ordinaria". Entrar y salir de casa, ir al cine, ir a un restaurante. Solo las personas que alguna vez han visto limitadas esas actividades aparentemente tan sencillas de la vida pueden comprender el avance que esto supone.
Las enfermedades de la cara y al cuello son extraordinariamente importantes por afectar a zonas del cuerpo críticas en el día a día de todo ser humano. Comer, masticar, respirar sin dificultad, dormir y descansar, e incluso sonreír son actividades que damos por supuestas pero que pueden verse afectadas gravemente tras traumatismos, tumores, infecciones o por enfermedades congénitas. El cirujano maxilofacial es el especialista central en estas enfermedades. Tanto el punto de vista médico, como el quirúrgico, como la repercusión social y personal de la patología de la cabeza y cuello son importantes para atender y cuidar apropiadamente a nuestros pacientes. Sin olvidar, claro está, a los odontoestomatólogos, periodoncistas, ortodoncistas y odontopediatras con los que trabajamos en estas tareas. En este blog describimos situaciones clínicas, informamos sobre tratamientos, y reflexionamos sobre lo que significa ser médico y cirujano maxilofacial en estos tiempos de cambio y avance continuo. Todo el equipo del Servicio de Cirugía Maxilofacial estaremos encantados de atenderte.
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