Quirónsalud
Blog del Dr. Alfonso Vidal Marcos. Anestesiología y Reanimación. Hospital Sur.
Avicena, (Abu Ali Ibn Sina) eminente médico árabe del siglo X (980-1037), filosofo, pensador, dotado de un conocimiento casi enciclopédico de la medicina y de muchas otras disciplinas fue conocido como príncipe de los médicos por su erudición en múltiples campos del saber. Entre sus muchos trabajos destacamos la descripción del cuadro de neuralgia del trigémino, la describió el cuadro como paresia y desviación dolorosa de la boca (Laqve) con todo lujo de detalles en su tratado: El Canon de la Medicina.
Avicena es uno de los personajes imprescindibles para explicarnos la conservación de la sabiduría clásica y en la innovación, en un momento tan oscuro de la historia como la Edad Media en la que la ciencia y el saber se refugiaron en las cortes de los emperadores abasíes en Bagdad y Córdoba, y en las bibliotecas de los monasterios cristianos.
El progreso de la ciencia suele correr de la mano de la prosperidad económica, aunque también necesita de la tenacidad en el esfuerzo. Resulta paradójico que muchos conocimientos se hayan conservado en la historia por causas tan distintas y por personas tan alejadas en creencias y en distancia, aunque con un afán común, la perpetuación del conocimiento (quizá también para gloria de líderes, reyes, religiones, etc; en eso no es muy distinto nuestro tiempo).
En su canon de la medicina, Avicena realiza una descripción minuciosa de múltiples patologías y plantea la manera de abordar los tratamientos basado en el diagnóstico certero.
Para él, el fundamento del diagnóstico está en la observación minuciosa y sistemática del paciente. Aunque no tenemos la certeza de que realizara disección anatómica, aunque la claridad de sus descripciones de los ojos o del corazón y sus válvulas, nos hacen intuir que si las realizaba.
Las descripciones de enfermedades como la diabetes el sarampión o la viruela son perfectamente superponibles a las actuales en claridad y precisión.
Como médico y filósofo, Avicena no se limitó a una medicina clínica organicista sino que se planteó la relación entre medicina y filosofia y con la concepción psicológica del hombre.
Para él, la medicina depende del conocimiento de los elementos que componen la materia y de las leyes de la naturaleza. Es preciso conocer el cuerpo humano, su funcionamiento y las bases de la salud y de la enfermedad.
En su Canon de medicina se aprecia la idea de una correspondencia entre lo somático y lo psíquico, hasta el punto de que este último influye más de lo que parece en el estado, sano o enfermo, de aquél.
Avicena considera la medicina como ciencia racional, recurriendo constantemente a las reglas de la lógica y aplicando sistemáticamente, sus principios filosóficos. El Canon contiene consideraciones de orden filosófico sobre la naturaleza del mundo y del hombre; la medicina debe referirse a la filosofía para establecer sus principios y determinar los elementos que constituyen al ser humano y regulan su temperamento y la influencia de este sobre la salud.
Avicena tuvo una vida tormentosa, relacionada con su proximidad al poder, su acierto en la curación de las enfermedades de reyes y príncipes, y las intrigas palaciegas y conflictos territoriales de una época convulsa (y un territorio también convulso).
Durante aquellos años, sirvió para varios príncipes mientras atendía también al pueblo, y redactaba su compendio: El libro de la curación, autentica enciclopedia de todo el saber.
Fue un maestro, para los médicos de su época y para muchos durante varios siglos y, hoy en día, sigue vigente su legado como filósofo, erudito y médico para todos nosotros.
El conocimiento integral de la realidad es el primer escalón para el conocimiento de la medicina y es necesario ampliar el campo de visión cuando nos enfrentamos a las enfermedades y a los pacientes que las sufren. Como reza la conocida máxima "el médico que solo sabe de medicina, ni siquiera de medicina sabe".
Nacemos para morir. La vida siempre tiene fecha de caducidad y el tiempo, su aliado más fiel, ratifica de forma inexorable esta realidad. Sin embargo, aunque todos hemos de morir, algunas muertes nos parecen más injustas, casi crueles. La muerte inesperada, la de los inocentes.
Elvira M. acudió a consulta por primera vez en el primer trimestre del año. Ya había sido operada por un cáncer de mama dos años atrás. Acudía por la aparición de un dolor óseo a nivel costal de difícil control con naproxeno y tramadol a dosis altas. Con apenas 37 años y dos hijos pequeños despertaba ternura por su fragilidad y por la viveza con la que sufría aquellas molestias. Comenzamos un tratamiento con fentanilo transdérmico en dosis crecientes y planteamos el uso de radioterapia local en la metástasis ósea costal. De otro lado la quimioterapia parecía controlar la diseminación y apenas generaba efectos secundarios. Un ligero prurito en palmas y plantas de los pies.
Tras casi cinco meses de tratamiento, la paciente comenzó de nuevo con dolor intenso en la cadera. Un tac evidenció metástasis óseas en pelvis, ambos fémures y quinta vértebra lumbar. El dolor precisó un incremento de la dosis de fentanilo transdérmico y dosis ocasionales de fentanilo oral para el dolor irruptivo.
Dado el incremento de los síntomas optamos por realizar un bloqueo epidural analgésico con colocación de catéter tunelizado conectado a una bomba externa. La paciente mejoró de forma espectacular. Prácticamente asintomática a los cinco días con dosis progresivas de bupivacaína y morfina epidurales.
Ante la perspectiva de un incremento de síntomas y una esperanza de vida mayor de seis meses optamos por la colocación de una bomba implantada de flujo fijo con catéter intratecal. Un sistema totalmente implantado con un reservorio de 40 ml con un flujo fijo de 0,5 ml al día.
Colocamos el dispositivo en quirófano y comenzamos la infusión a dosis equivalente vía intratecal (aproximadamente una décima parte de la usada por vía epidural). La paciente fue dada de alta necesitando revisiones para el relleno de la bomba cada dos meses. La dosis inicial de analgesia precisó revisión al alza en las tres siguientes visitas. La cuarta visita se acompañó de disfagia y odinofagia después de una sesión de radioterapia vertebral. Una endoscopia descubrió una estenosis esofágica friable y no abordable con dilatación o cirugía. Todo ello coincidió con un empeoramiento progresivo del dolor. Nuevas metástasis a varios niveles en húmero, y vértebras torácicas precisaron duplicar la dosis de analgesia intratecal añadiendo dexmedetomidina a la bupivacaína y morfina empleadas.
La paciente empeoró en su estado general, cada vez con más dificultades para incorporarse, para sentarse incluso para cambiar de postura en la cama. Comenzó a tener edemas en miembros inferiores. Perdió peso de forma progresiva y empezó a tener lapsus de memoria. Un nuevo tac craneal apreció una metástasis cerebral que comenzaba a desplazar la línea media.
Varias semanas después la paciente falleció, además de la vía intratecal empleamos un suplemento de sedación intravenosa. Murió en compañía de sus seres queridos en un entorno de intimidad.
Nuestra paciente acudió para recibir tratamiento para el dolor, usamos los mejores medicamentos, opioides agonistas selectivos mu, la mejor vía de administración la vía intratecal, que disminuye la dosis y los efectos secundarios y mejora los resultados por su acción central. Incluso empleamos los medios tecnológicos más sofisticados, las bombas implantables con catéteres de silicona aptas para largos periodos de utilización.
Lo hicimos lo mejor que pudimos, lo mejor que se puede y nuestra paciente falleció. Falleció como suponíamos de su enfermedad. Nuestro tratamiento no la curó, probablemente no modificó el curso de su enfermedad. Sin embargo, creemos que mejoró su vida, la hizo más confortable y la ayudó en el terrible momento de su final, tanto a ella como a su familia.
Es difícil para nosotros renunciar al objetivo completo de la curación, y también, aceptar qué nuestros pacientes fallezcan a pesar de nuestros cuidados. Es difícil sobreponerse a la experiencia de la muerte. Es difícil aceptar la muerte de los otros, siempre existe una relación personal que se consume con la muerte.
La muerte de los otros, además, anticipa la nuestra propia y nos recuerda que somos seres limitados, en conocimientos y en esperanza de vida.
Descanse en paz, nosotros intentaremos también hacerlo.
Ivonne es una mujer de 37 años en la actualidad, de origen subsahariano, con dos hijos, acudió a nuestra Unidad por lumbociatalgia y cervicalgia de meses de evolución sin control pese a los tratamientos empleados con AINES y paracetamol. Contaba una historia de dolor relacionado con su actividad en una gran superficie y con las actividades de cuidado de sus hijos de corta edad. Aportaba unas radiografías de columna cervical y lumbar sin lesiones significativas. El cuadro era algo confuso, pero dadas las dificultades de comunicación y lo inespecífico de su dolencia, lo atribuimos a las circunstancias laborales y de adaptación de una persona natural de otro país.
Una revisión de reflejos y movilidad fue inespecífica, por lo que iniciamos tratamiento con tramadol y clonacepam para mejorar el dolor y el descanso nocturno que manifestaba muy deficiente.
Un mes después, acudió a revisión con una reagudización de su cuadro con predominio lumbar y escasa irradiación a MMII. A la exploración la paciente presentaba signos de un traumatismo lumbar con un hematoma localizado en L3-L4 y dolor a la palpación que se irradiaba en sentido craneal. La paciente comentó que había sufrido una caída que le generó estas lesiones.
Dadas las quejas de la paciente y el agravamiento relacionado con el traumatismo, propusimos la realización de un bloqueo analgésico combinado epidural y facetario.
Acudió a realizarlo y al colocar a la paciente en decúbito y descubrir el área lumbar encontramos un hematoma lumbar, pero también no menos de siete lesiones por dientes, perfectamente marcados en hombros y cuello. Lesiones circulares que parecían quemaduras por cigarrillos. Además, marcas paralelas en glúteos y muslos,.. nunca habíamos visto nada parecido. Pensábamos que eran lesiones de otra época, de otra civilización, más próximas a la ficción que a la realidad, pero habían sido perpetradas por un compatriota, en nuestro país y en nuestro tiempo.
Al preguntar, la paciente nos contó entre lagrimas su terrible relación de pareja, el chantaje de su permiso de residencia y la dependencia económica que la tenían atada de pies y manos; La huida a la desesperada de él y como se habían vuelto a reencontrar. Cómo el miedo atenazaba su vida aun más que el dolor.
Además de hablar con ella y aconsejarle, casi rogarle, que pidiera ayuda, presentamos a través de la dirección del centro la correspondiente denuncia de las lesiones.
Aquella mujer vivía una pesadilla cada día, de la que ni los médicos ni la sociedad éramos capaces de ayudarle a salir. Para muchos, en aquel momento, esto era parte de la intimidad de la alcoba??
Afortunadamente para ella su pareja fue detenida y alejada de su vida, nunca hemos vuelto a encontrar casos de tortura como estos. Hombres aprovechándose de sus mujeres, maltratándolas sin pudor, sin piedad, sin humanidad.
¿Qué clase de hombres hacen eso a sus semejantes?
La vida de Ivonne más de diez años después es bien distinta, desaparecida la amenaza recuperó su salud física y mental y, a pesar de la crisis, vive de su trabajo con dignidad y ha rehecho su vida con otra pareja.
La vida de Ivonne ha cambiado pero no así la de muchas otras, algunas porque sucumben en el intento y otras porque nosotros seguimos siendo incapaces de ayudarles todo lo necesario. La violencia de género es intolerable y siempre que no actuamos y no la denunciamos nos convertimos en cómplices.
Cuando los estudiantes acuden a nuestra Unidad llenos de ilusión, y me preguntan cómo se debe tratar el dolor, siempre me paro a pensar la respuesta más adecuada.
De un lado, recuerdo mi época de residente, cuando como todos los jóvenes, quería curar el "Dolor del Mundo", cuando esperaba alcanzar el secreto del tratamiento como una fórmula de alquimista, algo infalible, definitivo; de otro la realidad de la experiencia de estos años de ejercicio profesional, llenos de trabajo, de alegrías y de fatigas; en los que hemos curado a algunos, hemos aliviado a muchos y hemos intentando confortar y educar a todos los posibles.
El secreto del tratamiento del dolor está aquí, en las próximas imágenes, es una combinación de dedicación, de conocimiento, de tecnología, de paciencia, de experiencia, de afecto y algo de frustración por no conseguir siempre lo mejor.
Es un trabajo de un equipo, en el que cada pieza es importante y constituye el elemento clave, sin el que el tratamiento es incompleto. Permite la continuidad y aporta una visión multidisciplinar.
El tratamiento del dolor tiene mucho de rigor científico, pero precisa de todas las cualidades del ser humano.
El Dolor como dice el Dr. Jordi Montero, es una cualidad inherente al hombre porque suma a la nocicepción, de todos los animales, la integración en la conciencia y la elaboración psico-socio-emocional propia de los homínidos superiores.
El dolor necesita las técnicas y fármacos que hemos comentado y comentaremos en un futuro, pero necesita la actitud comprensiva, la empatía, la com-pasion, necesita de seres humanos que entiendan la enfermedad y el dolor, porque también lo padecen o pueden padecerlo, "nada de lo humano nos es ajeno".
Una última cita de Dante en su Divina Comedia:
"el que sabe de dolor , todo lo sabe…"
Esperamos acercarnos cada vez más a ese ideal y saber cuanto más mejor, sobre el dolor.
El síndrome piramidal es un cuadro clínico complejo que aparece en pacientes generalmente activos durante la cuarta o quinta décadas de vida, más frecuente en mujeres, siendo responsable de una parte apreciable de los síntomas, en cuadros lumbociáticos complejos y, en ocasiones, la principal causa de los mismos.
Presentamos el caso de un varón de 42 años trabajador en una entidad bancaria y con una vida activa, practicando regularmente atletismo y paddle.
Acude por presentar dolor lumbociático desde hacía seis meses que no mejoró con medidas físicas y que fue etiquetado como síndrome piramidal en el servicio de rehabilitación sin conseguir revertir el cuadro con el tratamiento fisioterápico.
En la primera consulta confirmamos el diagnostico con el interrogatorio y la exploración física, por lo que acordamos la realización de un bloqueo analgésico del músculo con esteroides y anestésico local. Este bloqueo se realizó con éxito una semana después permaneciendo asintomático el paciente durante casi un mes. Tras lo cual reapareció la sintomatología por lo que se realizó el bloqueo con toxina botulínica, empleamos 80 uds. con un resultado analgésico excelente tras cuatro meses desde el bloqueo.
El músculo piramidal es un pequeño músculo triangular situado entre el hueso sacro, desde el segundo al cuarto agujeros sacros, hasta el trocánter mayor. En su trayecto, se cruza perpendicularmente con el nervio ciático. En muchos casos incluso el nervio ciático atraviesa la masa del músculo resultando su relación anatómica muy estrecha.
El músculo piramidal actúa como rotador de la cadera, dando estabilidad a la articulación por su parte posterior
Esta vecindad explica el cuadro de ciatalgia que acompaña a las contracturas de este músculo y que pueden remedar un cuadro de irritación radicular que no encuentra congruencia en las imágenes de la columna lumbar y que muchas veces solo será posible detectar con una exploración funcional o con ecografía muscular.
El síndrome piramidal cursa con dolor glúteo y en muslo, pierna y pie. Pero a veces también en ingle, periné y cadera. Aparece en la marcha pero también en la sedestación prolongada, lo que impide una posición natural y, por supuesto, cruzar la pierna sobre la contralateral.
Habitualmente, si pedimos al paciente que cruce la pierna afecta sobre la contralateral aproximando la rodilla al hombro contrario, generamos un estiramiento del músculo que agrava los síntomas de manera transitoria y mejora tras su realización.
Otro dato relevante es la mala tolerancia a la sedestación que en otros cuadros alivia los síntomas, o la rotación externa de la pierna en decúbito supino.
El tratamiento mediante medidas físicas debe ser la primera indicación con estiramientos y ejercicios que mejoren la contractura y con medidas de ergonomía en la vida cotidiana y en el ámbito laboral.
Cuando esto fracasa, la realización de bloqueos analgésicos o con toxina botulínica mejora significativamente el cuadro durante periodos prolongados lo que lo convierte en una excelente alternativa terapéutica con escaso nivel de intervencionismo.
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