Quirónsalud
Blog del Dr. Alfonso Vidal Marcos. Anestesiología y Reanimación. Hospital Sur.
Revolviendo en los cajones del despacho de anestesia, descubrí esta carta manuscrita de una paciente operada semanas atrás, que me llamó la atención por la historia que contaba. Decía así:
Doctor Galván:
Quería darle las gracias por todos sus cuidados. Cuando llegué el día del ingreso al hospital, recuerdo que me recibió uno de sus ayudantes. Me explicó los detalles de la intervención: hemiglosectomía, injerto de antebrazo, vaciamiento cervical y traqueotomía.
¡Qué sensación! Aquella habitación, tan blanca, las sábanas, las paredes, todo en blanco, como mi mente. La noche previa, me quedé dormida muy pronto, probablemente por la pastillita que me dieron.
Al despertar y después de asearme, me montaron en la cama, me llevaron a dar el paseíllo, como los condenados. Oía los ruidos y a las personas, y sonaban como distantes, como ruido de fondo. Veía pasar las lámparas del techo de los pasillos como las señales de kilometraje de una carretera.
Una ola de frio me inundó al entrar al quirófano. Sólo la cálida voz del doctor me reconfortaba. "Vamos Elisa, todo va a ir bien" me dijo, mientras cogía mi mano. Una camilla fría, dura, estrecha, me esperaba ¡Qué curioso, aquel quirófano circular, parecía una cúpula geodésica, un lugar mágico donde se reunieran los sabios para estudiar las estrellas y elaborar los conjuros!
Saludé al Dr. Galván y pensé que quizá serían mis últimas palabras, pues no sabía si volvería a hablar después, incluso pensé cantar una zarzuela en homenaje al equipo médico que me iba a operar, ¡por lo menos quince personas! Se acercó la Dra. Egido, mi anestesióloga, con una mirada clara, me habló con cariño y, todo se apagó....
Las siguientes sensaciones fueron muy confusas, las 10 horas de quirófano, la re intervención de tres horas y las primeras 24h en Reanimación fueron un marasmo de sueños. Subiendo y bajando como de un autobús por un campo, calor, sudor, cansancio. No recuerdo más.
Lo que recuerdo muy bien fue mi primera sensación al despertar: Unas terribles ganas de toser, asfixia y la total imposibilidad de hablar. Tenía la vista nublada. La cánula me producía una sensación de ahogo que no podía resolver tosiendo. Oí las alarmas y alguien me tocó las entrañas y me aspiró dentro de ellas.
Después de la primera sensación de agobio, me encontré mejor. Me recolocaron la cánula y aspiraron las secreciones. Hubiera dado las gracias, pero no salía voz, solo soplidos que se me escapaban por la traqueotomía.
No notaba dolor, pero si una gran impotencia. Las horas pasaban al ritmo de los sonidos de los monitores y las alarmas, de día o de noche, ¡quién lo sabía! Pudo ser un día o un año, el tiempo no parecía pasar. Einstein tenía razón, el tiempo es relativo.
Ya en la planta comencé a notar el dolor: una sensación de escozor, como llevar un paño hirviendo alrededor del cuello y otro en el brazo. Solo podía estar tumbada en la cama boca-arriba. Miraba mi mano y parecía un muñeco hinchable, se me caían las cosas de las manos y no podía cerrar los dedos ¡Vaya ser inútil, sin poder, hablar, tragar, toser, andar, coger cosas, lavarme…¿qué vida me esperaba? ¿En un asilo, como un personaje de Thomas Mann?
La familia me decía que estaba muy bien, los médicos que todo iba fenomenal, pero yo me sentía como esos ciclistas escapados en la alta competición, subiendo el puerto en solitario, con calor, sin aire, extenuada, deseando bajarme de la bicicleta.
En los momentos en los que estaba sola, miraba a través de la ventana de mi habitación y veía las habitaciones de otros pacientes. Los veía moverse, imaginaba sus historias, la de sus médicos, la de los familiares que les visitaban. Cientos de historias en una sola imagen y pensaba en mi vida futura, hasta que el cansancio me vencía.
Día tras día, fui mejorando. Comenzaron a retirarme tubos, sondas, cánulas y vías, etc., dejando mi cuerpo desnudo de soportes, indefenso, pero al fin libre. Comencé a hablar con un ligero acento francés, por aquello de las "erres" y las "ges", que me sigue acompañando.
¡Sí, querido Doctor, ha sido una experiencia terrible para mí, y pese a todo, le agradezco sus desvelos y profesionalidad, a usted y a todo el equipo! Nadie mejor que yo conoce su dedicación. No deseo a nadie que pase por esta experiencia. No olvidare jamás lo que han hecho por mí: ¡devolverme a la vida!
Atentamente,
Elisa, habitación 22
Esta historia me emocionó e hizo recordar, otra que leí hace tiempo del Dr. Alon P. Winnie, con motivo del premio que le otorgó la ESRA, en la que contaba su vida y cómo cambió al contraer la polio y necesitar el uso de una cánula de traqueotomía para sobrevivir.
¡Cómo el extremo proximal del tubo es diferente cuando se es médico o paciente, cómo la penosidad de una enfermedad se describe en términos distintos en los tratados médicos y en las biografías de los pacientes!
Sin embargo, hay algo en común: la humanidad, hermosa condición que nos iguala y pone por encima de otras entidades biológicas; que enriquece a otras titulaciones o categorías profesionales; y que nos permite mirar al futuro con esperanza.
Gracias a todos por compartir esta experiencia y ayudarnos a mejorar cada día ¡Feliz año 2017 sin dolor, y si lo hubiere…tranquilos, aquí seguiremos para combatirlo!
Un blog de dolor, anestesia y reanimacion desde un punto de vista clinico y sanitario pero tambien social y cultural
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