Quirónsalud
Blog del servicio de Traumatología de los Hospitales Quirónsalud Alicante, Torrevieja, Murcia y Valencia
Texto elaborado por el Doctor Juan Antonio Lozano Requena, especialista en columna del hospital Quirónsalud Torrevieja.
La enfermedad discal degenerativa, a nivel macroscópico, afecta al disco intervertebral y también al conjunto del complejo vertebral que conforma el segmento móvil vertebral vinculado al disco afectado.
Se caracteriza por la alteración de la estructura del "annulus fibrosus" o estructura periférica discal, y la zona central o "núcleo pulposo" caracterizada por su alto contenido hídrico.
Posteriormente afecta las estructuras adyacentes: adelgazamiento y erosión del cartílago vertebral discal, formación de osteofitos y pérdida de altura del disco; en estadios más avanzados se asocia a alteración degenerativa de facetas articulares posteriores con hipertrofia facetaria y del ligamento amarillo interlaminar.
Dichos hallazgos evolutivos pueden ser valorados con precisión mediante estudios de RNM: deshidratación discal "disco negro" indicativo de la pérdida del contenido hídrico del nucleo pulposo, disminución de la altura discal y la existencia de protrusión y/o hernia discal asociados a roturas del anillo discal periférico.
Es importante destacar que hay un número relevante de pacientes con cambios discales degenerativos que son asintomáticos, y su diagnóstico es en muchos casos incidental, enfermedad discal no activa.
En los casos sintomáticos, en los que hay enfermedad discal activa, los síntomas más frecuentes son rigidez lumbar matutina y el incremento del dolor lumbar de predominio en las últimas horas del día y a primera hora de la mañana.
Es característico del dolor discogénico su incremento con bipedestación prolongada y con hiperextensión lumbar.
Las causas de la discopatía degenerativa pueden ser multifactoriales.
Por una parte, se encuentra la parte genética. La alteración en la formación de colágeno, factores de crecimiento y otras sustancias bioquímicas necesarias para mantener una correcta estructura macroscópica discal.
Por otra parte, la herencia: estudios en gemelos homocigóticos confirman dicho patrón genético, mostrando la presencia de cambios tipo Modic discales en una estimación del 30% (16%-43%).
Por último, se encuentran los factores personales, como pueden ser fumar, la obesidad y trabajo físico.
Considerando su origen multifactorial, es evidente que actualmente, no podemos influir en sus causas genéticas y hereditarias. Sin embargo, sí podemos actuar en las causas externas: fumar, obesidad y trabajo físico.
La patología discal degenerativa es más frecuente en los segmentos distales, una inadecuada respuesta a la sobrecarga mecánica aplicada sobre un disco intervertebral puede condicionar su activación sintomática.
En trabajos de esfuerzo físico se han de considerar las medidas oportunas en la prevención de riesgos laborales relacionados con su actividad profesional.
Destacar el conjunto de la población con actividad más sedentaria, donde las recomendaciones ergonómicas-posturales son claves en el correcto equilibrio y redistribución de cargas en los planos coronal y sagital de tronco, con especial relevancia en región lumbar.
La mayor repercusión para los pacientes, es padecer un dolor lumbar crónico secundario a la activación de la discopatía. Sólo en estadíos muy avanzados puede progresar afectando al conjunto del segmento móvil, condicionando la aparición de herniación discal y estenosis lumbar degenerativa.
El diagnóstico en fases precoces es fundamental. Hay que considerar que el dolor lumbar crónico es únicamente un síntoma. Por ello, el diagnóstico de una discopatía degenerativa implica una correcta interpretación de los síntomas y su correlación con estudios diagnósticos, especialmente la RNM.
Si la discopatía ya está presente, no existen tratamientos que permitan recuperar la estructura micro y macroscópica normal del disco intervertebral actualmente.
Los tratamientos son múltiples según el estadío evolutivo. En general hay que mantener el principio de progresividad, empezando con tratamientos menos invasivos; reservando los procedimientos quirúrgicos como última opción terapéutica.
Se pueden estratificar en:
En general la mayor problemática de la discopatía degenerativa es su correcta valoración clínica y diagnóstica mediante RNM y en ocasiones mediante SPECT-TAC. La valoración ha de ser longitudinal (dinámica). No es útil una única valoración transversal (sólo una visita clínica), sino que es preciso estudiar su evolución temporal y la respuesta a los tratamientos propuestos por un equipo multidisciplinar.
Si quieres un diagnóstico preciso en la Unidad de de columna de Quirónsalud podrás contar con los especialistas en este tipo de patología.
Texto elaborado por la Doctora Ana Victoria Martínez, traumatóloga de Quirónsalud Alicante.
El dedo en gatillo es una dolencia en la que uno de los dedos de la mano, se queda atascado en una posición de flexión. El dedo puede flexionarse o estirarse con un chasquido.
El dedo en gatillo o tenosinovitis estenosante se produce cuando una inflamación estrecha el espacio dentro de la vaina que rodea el tendón del dedo afectado. Si el dedo en gatillo es grave, el dedo puede quedar trabado en la posición de flexión.
Entre los pacientes que tienen más riesgo de padecer el dedo de gatillo se encuentran aquellos cuyos trabajos o pasatiempos requieren acciones de agarre repetitivas. La afección es más frecuente en las mujeres y en las personas que tienen diabetes.
Los síntomas del dedo en gatillo pueden progresar de leves a más graves, entre ellos encontramos:
El dedo en gatillo puede afectar cualquier dedo, incluido el pulgar. En este tipo de afecciones suelen afectar más de un dedo y es posible que sea en las dos manos.
Los síntomas suelen ser más pronunciados por la mañana. Molestias en actividades rutinarias como sujetar un objeto con firmeza o cuando estiras el dedo pueden ser señal de padecer dedo de gatillo.
La causa del dedo en resorte es una inflamación crónica de la vaina tendinosa. Los tendones son cuerdas fibrosas que unen los músculos a los huesos. Los tendones están rodeados de una vaina protectora, que es la que se ve inflamada en los casos de dedo de gatillo.
Esta inflamación de la vaina de los tendones interfiere en el movimiento provocando molestias a quienes lo padecen. Esta irritación prolongada puede provocar la formación de nódulos en el tendón lo que dificultará aún más el movimiento.
El dedo gatillo es bastante más frecuente en mujeres. A menudo se produce en personas que hacen movimientos repetitivos de los dedos de la mano por su actividad laboral o aficiones. También se ha visto en personas con patologías de base como enfermedades reumáticas y después de cirugía de Síndrome del túnel carpiano.
El diagnóstico es clínico valorando los síntomas y la exploración física del paciente. Normalmente no son necesarios estudios de imagen.
Es importante acudir a un especialista para un correcto diagnóstico, la presencia de los síntomas anteriormente mencionados pueden ser señal de su presencia.
En Quirónsalud contamos con un equipo de especialistas en traumatología que te harán una exploración física, y en caso de verlo necesario realizarán un estudio con las pruebas diagnósticas por imagen correspondiente para el correcto diagnóstico de tu caso.
En las fases iniciales se puede intentar tratamiento conservador con AINEs vía oral o tópicos, férulas nocturnas o fisioterapia y ejercicios o inyecciones de corticoides.
Texto elaborado por el Doctor Diego Giménez, jefe de la Unidad de Traumatología de Quirónsalud Murcia.
Los quistes sinoviales son tumoraciones siempre benignas en forma de pequeña bolsa llena de un líquido de aspecto gelatinoso que aparecen cerca de articulaciones o tendones.
El síntoma principal es el pequeño bulto que nota el paciente donde le aparece el ganglión.
En ocasiones este bulto produce dolor sobre todo en las primeras fases.
También en ocasiones pueden crecer poco a poco sin que esto signifique ningún signo de preocupación, lo único que pasa es que esta bolsita se va llenando de líquido que viene de la articulación o de la vaina de un tendón.
La localización más frecuente suele ser:
Mención especial merecen los quistes de la parte posterior de la rodilla o quistes de Baker, tienen las mismas características que los que aparecen en la muñeca y también son bastante frecuentes en niños o personas mayores con artrosis de rodilla.
Este tipo de quistes no suelen precisar tratamiento aunque si son grandes y dolorosos se pueden vaciar bajo control ecográfico.
Las causas del ganglión son desconocidas, aunque el roce o movimientos repetidos pueden favorecer su aparición.
Algunos pueden aparecer después de traumatismos sobre la zona.
El paciente nota el bulto que puede crecer poco a poco y siente molestias en esa zona.
Suele consultar con su médico que puede hacer el diagnóstico solo por palpación de la zona, aunque solemos pedir una ecografía que es una prueba rápida, sencilla y de bajo coste que nos confirma el diagnóstico.
Los gangliones o quistes sinoviales que precisan tratamiento quirúrgico para su extirpación son remitidos al traumatólogo para su valoración y cirugía.
En muchos casos no precisan tratamiento ya que son muy pequeños y no dan ninguna molestia.
Si son más grandes se puede intentar el tratamiento por infiltración, vaciando el contenido del líquido del quiste bajo anestesia local, pero en muchas ocasiones cuando hacemos esto el quiste se vuelve a llenar.
Cuando el quiste se hace grande, produce dolor o algún tipo de molestia la indicación es quitarlo quirúrgicamente, habitualmente y sobre todo en localizaciones superficiales como en el dorso de muñeca o pie es una cirugía sencilla con muy pocas complicaciones que se puede realizar con anestesia local o regional.
El tratamiento quirúrgico ofrece muy buenos resultados ya que elimina el quiste y este no vuelve a salir, aunque se puede dar el caso de que reaparezca después de la cirugía en la misma localización o en otro sitio.
La recuperación de la cirugía es muy rápida y sencilla, el paciente puede comenzar a usar la zona intervenida enseguida y solo tendrá que cuidar su herida hasta la retirada de los puntos de sutura que suele realizarse a los 8-10 días tras la intervención.
Texto elaborado por la doctora Ana Victoria Martínez, traumatóloga de Quirónsalud Alicante.
La rotura del tendón de Aquiles se trata de una lesión frecuente que afecta la parte trasera de la pantorrilla. Ocurre principalmente en las personas que practican deportes recreativos, pero puede sucederle a cualquiera.
El tendón Aquiles es un potente tendón que une el músculo Tríceps Sural con el calcáneo, se encuentra en la parte posterior del tobillo y es fundamental para la estabilidad del mismo y para la marcha. Si se estira en exceso el tendón de Aquiles, puede desgarrarse (romperse) total o parcialmente.
Aunque podemos sufrir un accidente con una sección directa del Tendón de Aquiles, lo más habitual es la rotura espontánea tras un esfuerzo en un tendón que presenta de base un proceso degenerativo por sobrecarga continuada.
Si el tendón de Aquiles se desgarra, es posible que se oiga un chasquido, seguido inmediatamente de un dolor agudo en la parte trasera del tobillo y la pantorrilla, que probablemente afecte tu capacidad de caminar correctamente.
Con frecuencia para darle solución, se realiza cirugía para reparar la rotura. Sin embargo, para la mayoría de las personas, el tratamiento no quirúrgico también funciona.
Hay casos en los que no se presentan signos o síntomas de rotura del tendón, sin embargo en los que casos que hay presencia suele haber:
Entre los factores de riesgo para la lesión del tendón de Aquiles encontramos que la edad promedio para la rotura del tendón de Aquiles es de 30 a 50 años, es cinco veces más probable que ocurra en hombres que en mujeres. El sobrepeso puede ejercer más presión en el tendón.
Las lesiones ocurren con más frecuencia en deportes que implican correr, saltar e inicios y paradas repentinos, tales como el fútbol, el baloncesto y el tenis.
También se ha observado que derivados de fluorquinolonas (antibióticos) aumentan el riesgo de rotura del tendón de Aquiles. Así mismo, paciente con tratamientos prolongados con corticoides o procesos reumáticos tiene más riesgo.
Una de las preguntas frecuentes de los pacientes es sobre cómo se puede prevenir la rotura del tendón del pie a nuestros especialistas en traumatología.
A día de hoy entre especialistas en traumatología existe mucha controversia en el tratamiento de las roturas agudas del tendón de Aquiles entre quienes prefieren un manejo ortopédico no quirúrgico mediante inmovilización inicial con rehabilitación exhaustiva posterior y quienes realizan una reparación quirúrgica (percutánea o a cielo abierto).
El postoperatorio implica el uso de bota y bastones de manera inmediata después de la intervención, los que se van retirando progresivamente según la evolución del paciente, hasta recuperar la movilidad sin implementos de apoyo en un plazo de generalmente cuatro a seis semanas. En tanto, la rehabilitación kinésica se inicia entre la segunda y tercera semana.
Texto elaborado por la doctora Ana Victoria Martínez , Traumatóloga de Quirónsalud Alicante.
La rótula es un hueso de forma triangular situado en la parte anterior de la rodilla y sirve como fulcro para el tendón de cuádriceps: aumenta así su brazo de palanca y permite estirar y flexionar la rodilla de forma adecuada.
Es la parte más expuesta de la rótula y actúa como parachoques de la rodilla, por lo que el riesgo de fractura es importante en caso de fuertes traumatismos directos, como los que se pueden producir en un accidente de tráfico o en la práctica de deportes, como el fútbol, rugby o esquí.
En ocasiones la fractura de rótula puede producirse de forma indirecta como consecuencia de un movimiento violento de tracción del cuádriceps (fracturas por estrés, que se dan habitualmente en deportistas).
La fractura de rótula requiere una atención inmediata, fundamentalmente por originar un dolor agudo e intenso y una incapacidad funcional de la articulación más que significativa.
Para el diagnóstico frecuentemente bastaría con la palpación, ya que se pueden identificar la línea de la fractura con el dedo, pero las radiografías aportan una mayor precisión diagnóstica, ya que permiten determinar si hay fragmentación múltiple del hueso.
El escáner aporta la imagen precisa de todos los fragmentos originados por la fractura. Por otra parte, en el caso de que la rotura del hueso se haya producido por estrés o por traumatismos indirectos, la resonancia magnética permitirá una evaluación del conjunto de la rodilla para evaluar otras posibles lesiones de ligamentos o meniscos.
Tras un traumatismo directo puede sufrir una fractura pudiendo ser transversal o longitudinal a su eje. Las fracturas transversales tienen una mayor importancia dado que alteran la funcionalidad de la rodilla impidiendo que se transmitan las fuerzas de extensión de la misma.
Habitualmente son diagnosticadas con radiografías simples, en algún caso es necesario realizar pruebas complementarias como TAC o Resonancia Magnética.
Los síntomas que nos pueden llevar a pensar en una fractura de rótula son: el dolor en cara anterior de rodilla, con o sin lesión cutánea, derrame articular e impotencia funcional con incapacidad para extender la rodilla, en el contexto de un traumatismo sobre la misma.
Otros síntomas comunes son la inflamación de la rodilla, sentir chasquidos y una movilidad anormal. Su clasificación clínica se realiza en función del lugar y la dirección de la rotura y si se ha producido una mayor fragmentación.
El tratamiento de la fractura de rótula dependerá esencialmente de dos factores: si se mantiene o no la función extensora de la articulación o si alguno de los fragmentos generados por la rotura se ha desplazado fuera de su ubicación.
Las fracturas de rótula no desplazadas pueden ser tratadas de forma conservadora con inmovilización de la rodilla en extensión.
Si no se conserva la capacidad de extensión de la rodilla, entonces la fractura deberá ser tratada quirúrgicamente. Generalmente, la reducción de la fractura y la reparación del mecanismo extensor requiere la utilización de alambres (cerclajes) con el fin de devolver a la rodilla su total integridad. También será necesaria la posterior inmovilización de la articulación hasta que la fractura esté suficientemente consolidada.
Independientemente de que el tratamiento sea conservador o quirúrgico, la consolidación de la fractura de rótula se producirá al cabo de un periodo de entre seis y doce semanas, si bien la inmovilización de la rodilla debe reducirse al mínimo necesario con el fin de prevenir una de las complicaciones más frecuentes, como es la rigidez de la articulación.
Tras el periodo de inmovilización o la cirugía suele ser necesario una fisioterapia encaminada a recuperar la movilidad completa de la rodilla, así como la musculatura.
Por lo tanto en el tratamiento de estas fracturas intervendrán varios especialistas, tanto el especialista en traumatología cómo los fisioterapeutas.
https://www.youtube.com/watch?v=4kN2snupHho&ab_channel=Quir%C3%B3nsalud
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