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Hospitales Quirónsalud San José y Quirónsalud Valle del Henares.
La sinovitis es una lesión común entre la población, especialmente en deportistas y pacientes con enfermedades metabólicas. No es una patología grave, pero un tratamiento inadecuado puede hacer que se convierta en una patología crónica, que afecte a la calidad de vida del paciente.
Está provocada por la inflamación de la membrana sinovial, que recubre las articulaciones. Esta contiene el líquido sinovial, que actúa como lubricante.
En estos casos, la membrana sinovial se hace más espesa y, como consecuencia, se forman más vasos sanguíneos, que pueden originar sangrado en la articulación.
Causas de la sinovitis
Pueden ser muy diversas, pero normalmente están relacionadas con el desgaste de la articulación. De esta forma, los traumatismos, las acciones repetitivas o las actividades que suponen un impacto excesivo sobre las articulaciones, son algunas de las causas más frecuentes.
Otro de los motivos de su aparición son las infecciones, provocadas por una bacteria que penetra en la barrera sinovial, durante una intervención quirúrgica o a través de una herida abierta.
Por último, una producción de ácido úrico por encima de lo normal puede provocar la aparición de depósitos de cristales en las articulaciones lo que, a su vez, puede terminar en sinovitis.
En el caso de pacientes de enfermedades autoinmunes como psoriasis, lupus o artritis reumatoide, también es más habitual el desarrollo de dicha afección.
Síntomas de la sinovitis
Son diferentes en función de las características generales del paciente, es común que aparezca inflamación en la zona articular como consecuencia de la acumulación de líquido sinovial, además en estos casos, puede producirse un aumento de la temperatura en la zona.
Los pacientes suelen presentar dolor intenso en el área, que provoca rigidez e inmovilidad, pudiendo afectar de forma directa a la realización de actividades cotidianas.
Tipos de sinovitis más comunes
En función de la causa que la provoque y su duración, se puede hacer una primera clasificación, entre sinovitis aguda, su aparición es repentina y suele estar provocada por un traumatismo, y sinovitis crónica, tienen una duración de más de tres meses y el dolor no desaparece en situaciones de reposo.
En cuanto a los tipos más comunes de sinovitis, hay varios: la sinovitis congénita, se produce cuando se forma un pliegue en el tejido de la rodilla, generando inflamación. Mientras que la sinovitis traumática es la consecuencia de caídas o traumatismos.
Por otro lado, la sinovitis reumatoide está relacionada con enfermedades degenerativas, como la artritis reumatoide. Sin embargo, la sinovitis infecciosa, como se ha comentado anteriormente, se desencadena por la presencia de hongos o bacterias en la articulación.
Articulaciones más comunes con sinovitis
Es la patología de dolor de cadera más frecuente entre los niños de 3 a 10 años. Algunos de sus síntomas son dolor en la ingle, rodilla o muslo, suponiendo un esfuerzo el realizar actividades físicas sencillas como caminar. El origen suele ser debido a una infección vírica o por un traumatismo.
Es una de las articulaciones más afectadas. Se origina por la inflamación de la membrana sinovial de la rodilla, produciendo así un derrame articular. Entre sus síntomas, destacan dolor e inflamación, falta de movilidad y rigidez. Su tratamiento puede realizarse mediante una artroscopia de rodilla, con la que el tiempo de recuperación será muy breve en comparación a una cirugía convencional.
Es una inflamación producida en la articulación del tobillo. En ciertas ocasiones, llega a desencadenar un esguince.
Diagnóstico de la sinovitis
Habitualmente no reviste gran complejidad y puede ser detectada mediante un examen físico, en el que se explore manualmente la articulación afectada, que, en ocasiones, irá acompañado de una extracción del líquido sinovial, para su posterior análisis.
En otros casos es necesario realizar pruebas más complejas, que den más información sobre el alcance de la lesión, como resonancias magnéticas o ecografías musculoesqueléticas.
Tratamiento de la sinovitis
Se inicia con la recomendación de reposo, suministro de antiinflamatorios y aplicación de terapias de frío y calor. En ocasiones, es necesario realizar una punción para extraer el líquido sinovial y, así, reducir la inflamación y las molestias del paciente.
Si los dolores sean muy intensos, se recurrirá a la medicina deportiva, realizando inyecciones de corticoides directamente en la articulación, lo que aliviará los dolores de forma notable y mejorará la movilidad.
La rehabilitación con ultrasonidos es un método muy eficaz sin efectos secundarios casi en la totalidad de los pacientes. Este tratamiento, actualmente, es muy demandado para el tratamiento de lesiones deportivas.
Cómo prevenir la sinovitis
En muchos casos el riesgo de sufrir sinovitis se puede reducir siguiendo ciertas pautas. En primer lugar, es importante mantener una alimentación saludable, evitando un consumo excesivo de alimentos ricos en ácido úrico, ya que pueden propiciar la creación de depósitos de cristales en las articulaciones.
Es recomendable realizar ejercicio de forma moderada, que permita mantener las articulaciones en buen estado y fortalecer la musculatura. En esta línea, hay que evitar los deportes de impacto repetitivo que ejerzan presión sobre la articulación.
Prevenir y tratar lesiones con plantillas ortopédicas
Las plantillas ortopédicas son dispositivos médicos recetados que se colocan en el interior del zapato, con el objetivo de corregir problemas en la pisada.
Para que sean efectivas y cumplan su función de forma correcta es necesario realizar un estudio biomecánico previo de la pisada en el que se analiza el pie en posición estática y dinámica, y su relación con la posición de otras articulaciones, como la rodilla, la cadera o la columna vertebral. Se realiza una prueba de estabilidad y un estudio de la huella plantar mediante una plataforma de presiones.
Función de las plantillas ortopédicas
El principal objetivo de las plantillas ortopédicas es reducir las fuerzas patológicas en el pie, para prevenir y mejorar el rendimiento de algunos músculos.
En caso de padecer lesiones, estas pueden ayudar a aliviar el dolor, ya que disminuye la tensión y la presión sobre la zona lesionada. Además, ayudan a mejorar la estabilidad corporal, ya que reparten el peso del cuerpo de forma equilibrada.
Una de sus funciones más importantes es proporcionar un apoyo óptimo al arco del pie, lo que puede evitar la aparición de ciertas patologías.
Tipos de plantillas ortopédicas
En función de sus características y de lo que se pretenda corregir, existen diferentes clases de plantillas. Por un lado, están las de contención, que evitan las posiciones forzadas del pie, en las que pueda existir riesgo de lesiones.
Por otro lado, las de corrección rectifican la postura incorrecta del pie, para evitar el desarrollo de lesiones y la sobrecarga de otras articulaciones.
También, existen las específicas para cada zona, por ejemplo, las taloneras. Se colocan en la zona del talón, y corrigen desviaciones. Suelen ser de silicona, para absorber impactos. En esta línea, también se pueden encontrar unas para tratar patologías concretas, es el caso de las plantillas para espolón calcáneo, con su uso se puede reducir la inflamación de forma notable en poco tiempo.
¿Cuándo utilizar plantillas ortopédicas?
Su uso ha de estar pautado y supervisado por un especialista, para evitar efectos colaterales negativos. De esta forma, es fundamental, que se diseñen en función de las características del paciente.
Normalmente, su uso se recomienda en casos de enfermedades metabólicas que afecten al peso corporal. En caso de aumentos drásticos de peso, pueden reducir el impacto sobre los pies.
En casos de dolor crónico, que impide realizar actividades habituales, logran aliviar los dolores de forma notable.
Consejos para el cuidado de los pies
Los pies son una de las zonas del cuerpo humano que más sufre las consecuencias de otras lesiones y que más incapacitante puede resultar para la realización de actividades cotidianas. Por eso, es importante tener en cuenta ciertas pautas para mantenerlos en buen estado.
En primer lugar, hay que tener en cuenta el calzado que se usa. Debe ser de buena calidad, que permita que el pie transpire y que proporcione una sujeción adecuada que evite torceduras o malas posturas. Por eso, los expertos recomiendan no abusar de los zapatos de tacón, ya que suponen una posición forzada para los huesos del pie y los músculos posteriores de la pierna.
Añadido a esto, es importante la calidad y el material de los calcetines. Lo más adecuado, es utilizar calcetines de algodón, que permitan que el pie transpire. De esta forma, además, se evitará la aparición de hongos y otras patologías. Tampoco es recomendable andar descalzo en superficies muy duras o irregulares.
Es recomendable acudir al podólogo de forma periódica, y utilizar plantillas cuando sea necesario, siempre pautadas por un profesional, y personalizadas para cada paciente, realizando un estudio previo de la pisada.
Su uso supone, en la mayoría de los casos, grandes beneficios para la persona afectada por alguna patología, ya que eliminan dolores que resulten incapacitantes en la realización de actividades diarias.
¿Qué es el cáncer de huesos?
El cáncer de huesos se forma en las células óseas. Tiene lugar cuando estas comienzan a crecer y expandirse sin control.
Es poco frecuente que sea un cáncer primario, ya que normalmente suele originarse por una metástasis de otro tumor existente en otra parte del cuerpo humano. Por tanto, en estos casos las células cancerígenas presentes en los huesos tendrán las mismas características y apariencia que las células del cáncer primario.
Causas del cáncer de huesos
Habitualmente, el cáncer de huesos aparece de forma esporádica, sin que se pueda distinguir una causa clara. Sin embargo, en algunos casos está relacionado con alteraciones genéticas que pueden ser hereditarias. Las más comunes son las de los genes RB1, p53 y WRN, así como personas que padecen el Síndrome de Rothmund-Thomson.
En algunos casos, se trata de la evolución de un tumor óseo benigno. Existen patologías, tales como la Enfermedad de Paget o la displasia fibrosa, que se caracterizan por la formación de tejido óseo de manera anormal, y que pueden derivar en dicha enfermedad.
La exposición a grandes dosis de radiación ionizante también está relacionada con su aparición. Así como, la exposición a sustancias radioactivas, como el radio o el estroncio.
En el caso de los niños, se ha observado cómo se puede desarrollar tras haber sido sometidos a un trasplante medular.
Tipos de cáncer de huesos
Para diferenciar las clases de cáncer de huesos, es imprescindible establecer una primera división entre cáncer primario y secundario.
En el caso del primario, se hace referencia a los tumores formados en el propio hueso. Existen distintos tipos, pero los más habituales son tres: el osteosarcoma, es el más frecuente. Suele aparecer en huesos largos, especialmente en brazos y piernas. Se genera en las células óseas que generan hueso nuevo. Existen dos tipos de osteosarcoma: medular y periférico. Suele aparecer en jóvenes de entre 13 y 16 años, y en mayores de 65 años.
Otro de los tumores óseos más frecuentes, es el condrosarcoma. Este se forma en el cartílago del hueso, normalmente se manifiesta en la pelvis, el hombro o las costillas. Suele darse en adultos mayores de 40 años.
En tercer lugar, encontramos el sarcoma de Ewing, se caracteriza por la forma redonda de sus células y por la fusión de zonas de dos genes. Por lo general, se diagnostica antes de los 20 años.
Por otro lado, se habla de metástasis óseas, al cáncer de huesos secundario. Es decir, son células cancerígenas que proceden de otras partes del cuerpo y se asientan en el tejido óseo. Es habitual que el cáncer de próstata produzca metástasis óseas. Se pueden diferenciar dos tipos: metástasis osteolíticas y osteoblásticas.
Etapas del cáncer de huesos
Cuando se habla de cáncer de huesos, se clasifica por periodos, en función del estado en el que se encuentre. Las fases van desde el uno al cuatro: cuánto más alto sea el número, el cáncer será más agresivo y estará más extendido.
Para establecer en la que se encuentra, se usa un sistema conocido como TNM que tiene en cuenta cuatro parámetros: el tamaño del tumor, la extensión a los nódulos linfáticos cercanos, la propagación o metástasis en otros lugares y, por último, el grado.
Para medir este último parámetro, se establecen tres niveles: el 1 hace referencia a un tejido del hueso relativamente normal; el 2, que presenta características diferentes; y, por último, el 3, en el que se ve completamente anormal.
Síntomas del cáncer de huesos
El cáncer de huesos muestra señales, casi, desde su inicio. El síntoma más característico es la aparición de dolor intenso y de inflamación o bultos. La debilidad de los huesos suele suponer una limitación de la movilidad en el paciente.
Como en otros tipos de tumores, el paciente puede presentar una pérdida de peso de forma repentina, además de cansancio generalizado.
Diagnóstico del cáncer de huesos
Para una correcta identificación del cáncer de huesos, en primer lugar, debes de acudir a un especialista, estos te realizarán una exploración física, con el objetivo de localizar cualquier adenopatía o signo que pueden alertar de la existencia de tumores óseos.
En segundo lugar, se realizarán pruebas diagnósticas de imagen, tales como radiografías. También resonancias magnéticas, que son las más indicadas.
Normalmente, suele ser necesario realizar una biopsia que permita ampliar la información que se tiene, en el caso de las biopsias óseas, se diferencian dos tipos: abiertas y cerradas. En las primeras se diseccionan la piel y los músculos para acceder al hueso. Y en las segundas, con una aguja gruesa se extrae tejido del tumor.
Es importante, realizar un estudio de la extensión para saber si la enfermedad está localizada o no. Para ello, las pruebas más empleadas son el TAC, que detecta metástasis pulmonares, y la grammagrafía ósea, que puede localizarla en todo el cuerpo.
En último lugar, es importante observar el estado general del paciente y de su capacidad funcional para, así, poder aplicar el tratamiento adecuado.
Tratamientos para el cáncer de huesos
La terapia para curar el cáncer de huesos debe ser multidisciplinar, es decir, en su diseño deben participar profesionales de distintas especialidades para que sea completo.
Cada tipo de tumor tiene un tratamiento diferente, en función de sus características. De esta forma, el osteosarcoma suele tratarse con quimioterapia neoadyuvante, es decir antes de la intervención, y quimioterpia adyuvante, después de la operación. En este caso, la radioterapia no es efectiva, porque suelen ser resistentes a la radiación.
Por otro lado, para el sarcoma de Ewing, el tratamiento más empleado suele ser la cirugía, en combinación con otros tratamientos, habitualmente, radioterapia, ya que se trata de tumores radiosensibles.
El tratamiento para el condrosarcoma suele pasar por una cirugía, que se puede acompañar de radioterapia. En este caso, este tipo de tumores son resistentes a la quimioterapia.
Pronóstico del cáncer de huesos
En los últimos años la esperanza de vida ha aumentado de forma notable para los pacientes de cáncer de huesos. Aun así, la expectativa está directamente condicionada por varios parámetros.
En primer lugar, la edad del paciente, que puede suponer una limitación para ciertos tratamientos. La localización y el tamaño del tumor, la respuesta que la persona presente al tratamiento o la existencia de metástasis, son claves para el pronóstico y las posibilidades de curación.
Prevención del cáncer de huesos
El cáncer de huesos no se puede anticipar directamente, pero sí se pueden seguir medidas preventivas que ayuden a disminuir los factores de riesgo. Algunas de ellas son:
Una prótesis de rodilla es un implante que se coloca en sustitución de la articulación dañada con el objetivo de que realice su función y permita al paciente recuperar la movilidad de la zona afectada.
La rodilla artificial está diseñada para que cumpla con todas las características de la original, sólo se diferencia en que carece de sensibilidad por lo que el dolor provocado por el desgaste articular desaparece.
Tipos de prótesis de rodilla
En función de la gravedad de las lesiones que presente el paciente, el médico traumatólogo especialista en rodilla valora qué tipo de sustituto anatómico es el más adecuado.
Se diferencian dostipos principales: por un lado, la unicompartimental, en este caso solo se reemplazan las zonas de la articulación dañadas, sin embargo, en casos de artrosis, no impide que la enfermedad se extienda por la articulación.
En segundo lugar, están las prótesis de rodilla totales. Estas son más habituales, y se caracterizan por la sustitución completa de esta.
Operación de prótesis de rodilla: duración y procedimiento
En laintervención de prótesis de rodilla, se retira la rótula y se cortan los extremos distales del fémur y la tibia, para ajustar el implante al espacio articular. Después, se fijan al hueso los dos componentes del dispositivo, a través de una técnica de cimentación. Por último, se reparan los músculos y tendones dañados y se cierra la incisión.
La operación suele durar entre una hora y media y dos horas. Se realiza una obertura de unos 20 centímetros, que reduce el sangrado del paciente y mejorar la cicatrización. La anestesia empleada suele ser raquídea, es decir, de cintura para abajo, aunque en casos de artrosis o problemas de coagulación, se aplica la general.
Casos en los que poner una prótesis de rodilla
Habitualmente, es un aparato que se implanta cuando el paciente ha probado otros tratamientos y no han dado buen resultado.
La causa más común para necesitar una prótesis es la artrosis, ya que el desgaste de la articulación provoca dolores que, en muchas ocasiones, se pueden aliviar con dicho sustituto.
Además, se puede necesitar cuando, tras una rotura ósea, la articulación no se ha reestablecido correctamente. En casos de tumores óseos, también se puede recurrir a una para sustituir el hueso dañado.
Vida de una prótesis de rodilla
Las prótesis de rodilla no tienen una duración exacta en el tiempo. Van sufriendo un ligero desgaste con el paso de los años, esto se debe a una razón: al implantarse, hay que incluir un material de deslizamiento, sobre el que se realiza la fricción durante el movimiento. El material que se emplea es el polietileno que, gracias a sus propiedades, imita al cartílago.
Este sufre desgaste, ya que desprende unas partículas, que son absorbidas por las células defensivas del cuerpo humano. Dichas células crecen y, en algunos casos, atacan al hueso, provocando una "enfermedad de partículas", es decir, el aflojamiento de la prótesis.
En los últimos años, la calidad de los materiales y las nuevas técnicas utilizadas ha mejorado de forma notable, con lo que, podríamos decir que la duración de la prótesis de rodilla es de alrededor de unos 30 años, después de este plazo, la mayoría deberán ser reemplazadas.
Sin embargo, conviene recordar que no tendrá la misma duración para todos los pacientes, por lo que deberá que hablar con un especialista al respecto, ya que cada caso es totalmente diferente.
Beneficios de una prótesis de rodilla
Lo más habitual, es que antes de someterse a una intervención de esta clase, la persona se haya sometido a otros tratamientos sin obtener resultados.
Tras la aplicación de la prótesis, el dolor suele desaparecer en su totalidad, o transformarse en una leve molestia. El paciente, en función del estado que presentase antes de la operación, suele recuperar la movilidad de forma notable, y por tanto mejora su calidad de vida, ya que puede volver a realizar actividades de su día a día.
Tiempo de recuperación tras una prótesis de rodilla
Volver a disfrutar de una funcionalidad plena tras una operación así suele requerir de ingreso hospitalario de entre tres y cinco días. El paciente empieza a caminar dos días después de la operación, ayudado por unas muletas y las distancias se van aumentando.
En función de la rigidez que presente la articulación y el estado previo, la duración puede ser más o menos larga. En el caso de las prótesis de rodilla, adquiere una gran importancia la rehabilitación y fisioterapia, que empieza pocos días después de la operación, con el uso de máquinas que permiten aumentar los grados de flexión y extensión de la rodilla, progresivamente.
El tiempo de recuperación estimado es aproximadamente de 3 a 5 semanas, pudiendo realizar de nuevo las actividades cotidianas.
Complicaciones tras la implantación de una prótesis de rodilla
Tras la cirugía, solo un 2% de los pacientes presenta dificultades, las más habituales están relacionadas con la aparición de infecciones que, en algunos casos, precisan de tratamiento quirúrgico.
Además, existen otros factores como el aflojamiento o la rotura de la prótesis, que puede provocar dolor y, en algunos casos, será necesario un recambio.
Por otro lado, algunos pacientes pueden experimentar una lesión de los nervios cercanos a la articulación, en casos en los que la deformidad que se corrige es importante, pero no es habitual.
Infección de la prótesis de rodilla
Como se ha mencionado, las complicaciones más habituales suelen ser la aparición de infecciones. Estas suelen presentarlas personas con obesidad o diabetes.
La infección protésica se produce cuando una bacteria llega a la superficie de la prótesis de rodilla. Si el sistema inmune del paciente no es capaz de eliminarla, las bacterias pueden crear un "biofilm", es decir, un ambiente protector o cápsula que las protege del sistema inmune y los antibióticos. En función de la agresividad de los microorganismos, la infección presentará mayor o menor gravedad.
Los tipos más comunes de infección de prótesis de rodilla son:
Cuando aparece alguna de ellas, normalmente se aborda con tratamiento antibiótico, pero es habitual que sea necesario realizar una intervención quirúrgica, en la que se limpia y se aborda la infección desde dentro. En algunos casos, es necesario el recambio del aparato.
Recambio de prótesis de rodilla
En primer lugar, se realiza una radiografía al paciente y, en caso de observar presencia de radiolucencias, es decir, falta de contacto entre el hueso y la prótesis, se lleva a cabo la intervención ya que puede existir riesgo de una fractura periprotésica, la rotura del hueso que sostiene la prótesis.
Normalmente, las cirugías se realizan mediante la técnica de abordaje anterior, en la que se interviene a través de la cicatriz de la operación anterior.
Consejos para cuidar una prótesis de rodilla
Una vez se ha realizado la intervención, es importante tener ciertos aspectos en cuenta, para mantener la prótesis de rodilla en buen estado.
En primer lugar, es importante el cuidado de la herida tras la operación, se debe curar de la forma en la que el especialista indique.
Cuando se vuelve a retomar la rutina habitual, se recomienda evitar los deportes de impacto ya que ejercen presión en la prótesis y pueden provocar la sobrecarga de la articulación. Se debe controlar el peso corporal porque, a mayor peso, la articulación de la tendrá que soportar mayor presión. También, deben limitarse los movimientos bruscos, es recomendable evitar los movimientos y posiciones que supongan posiciones forzadas para la articulación.
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