Quirónsalud
Blog de Medicina Deportiva del Grupo Quirónsalud
Mario Queralt, fisioterapeuta del Hospital Universitario Quirónsalud Zaragoza, Servicio Médico Oficial del Casademont Zaragoza
La práctica del baloncesto exige una combinación única de potencia, velocidad, saltos repetidos, cambios de dirección y contacto constante. Estas demandas someten al cuerpo del jugador a un estrés considerable que, si no se gestiona adecuadamente, puede derivar en desequilibrios musculares, compensaciones y lesiones. Aquí es donde la reeducación postural y el entrenamiento del core se vuelven imprescindibles dentro de la fisioterapia deportiva moderna.
Una correcta reeducación postural permite al jugador mejorar su alineación corporal, reduciendo el riesgo de patologías tanto en el miembro inferior como en el tronco.
La postura influye directamente en la mecánica del movimiento: un jugador con buena conciencia corporal es capaz de identificar cómo se mueve y ajustar su técnica durante el partido, evitando tensiones excesivas y movimientos lesivos.
Una postura eficiente facilita que el jugador salte, corra y gire con menor esfuerzo, optimizando su gasto energético y reduciendo la fatiga.
Además:
Los músculos trabajan con mayor eficacia y generan más fuerza.
Se mejora el equilibrio y la coordinación, claves para acciones rápidas como cambios de dirección, fintas, aterrizajes y desplazamientos defensivos.
Se potencia la concentración y la confianza, al comprender mejor cómo se comporta el cuerpo en movimiento.
El baloncesto favorece la aparición de ciertos patrones posturales, como los siguientes:
Incremento de la curva torácica, asociado a falta de extensión cervicotorácica y a posiciones de flexión mantenidas durante el bote o el tiro.
Frecuentemente consecuencia de la debilidad del core, especialmente de la musculatura abdominal profunda y del acortamiento de los flexores de cadera.
Posiciones prolongadas de flexión de tronco afectan a la cadena anterior del hombro y predisponen a lesiones como tendinopatías o pinzamientos.
Una mala alineación del pie puede repercutir en la mecánica de rodilla, cadera y columna lumbar.
Cuando estos desequilibrios persisten, aparecen compensaciones: estructuras que no deberían participar en ciertos movimientos comienzan a hacerlo, incrementando tensión y riesgo de lesión.
El core es el motor de estabilidad y el centro de transmisión de fuerzas entre tren inferior y superior. En baloncesto, su papel es determinante.
Un core fuerte proporciona una base sólida que permite al jugador mantener el control durante movimientos explosivos o de contacto.
También es fundamental a la hora de mejorar la precisión, coordinación y potencia. Un core eficiente estabiliza la columna y optimiza la transferencia de fuerzas en gestos como el tiro, la defensa o los cambios de ritmo.
Todo lo anterior se traduce en un jugador más eficaz, que se mueve mejor, se fatiga menos y tolera mejor la carga de entrenamiento y competición.
Dependiendo del nivel del jugador (profesional, amateur o en formación), el trabajo debe adaptarse. Algunas estrategias efectivas son:
Movimientos que reproduzcan gestos del baloncesto, cuidando la alineación corporal y evitando compensaciones.
Ideales para mejorar postura, movilidad, flexibilidad y conciencia corporal.
Programas completos que incluyan tanto musculatura global como estabilizadores profundos del core: transverso del abdomen, multífidos, glúteos, diafragma, suelo pélvico.
La evaluación de la postura y del core en jugadores de baloncesto es un proceso integral que combina observación clínica, análisis funcional y pruebas específicas tanto en el consultorio como directamente en la cancha.
En consulta, el primer paso suele ser una observación general del jugador en diferentes posiciones —de pie, sentado y en movimiento— con el objetivo de identificar posibles desviaciones como aumentos de la cifosis, lordosis pronunciadas o desalineaciones en hombros y pelvis. En algunos casos, esta observación se complementa con herramientas como la línea de plomada o sistemas de sensores que permiten analizar con mayor precisión la alineación de la cabeza, el tronco y los miembros inferiores. A continuación, se explora la movilidad articular de la columna vertebral, las caderas y los hombros para detectar restricciones o tensiones que puedan influir en su postura habitual o en su técnica de juego.
La valoración del core dentro de la consulta también requiere una aproximación práctica. Se utilizan pruebas de estabilidad, como las planchas o los puentes, que permiten observar la capacidad del jugador para mantener una postura estable con cargas mínimas. A esto se suman pruebas de fuerza mediante dinamometría o escalas de valoración muscular. Finalmente, se analizan movimientos específicos relacionados con el baloncesto para comprobar cómo el core participa en la transmisión de fuerzas y en la estabilidad durante acciones complejas.
Cuando pasamos a la cancha, la evaluación adquiere un carácter más dinámico y contextual. Aquí se observa cómo se coloca el jugador en reposo durante el partido, cómo adopta su postura defensiva o cómo se alinea justo antes de tirar o recibir el balón. Se prestan especial atención a los movimientos explosivos: saltos y aterrizajes, cambios de dirección, desplazamientos defensivos y acciones de dribling. Para enriquecer este análisis, suele recurrirse a cámaras o aplicaciones de biomecánica que permiten revisar el movimiento en detalle y detectar compensaciones sutiles que a simple vista podrían pasar inadvertidas.
La función del core también se evalúa durante estas acciones en campo. Se observa si el jugador mantiene una buena estabilidad cuando aterriza, si su tronco se controla adecuadamente durante los cambios de ritmo o si pierde alineación cuando aparece la fatiga. De hecho, uno de los indicadores más reveladores es cómo responde su cuerpo después de varios minutos de juego intenso: un core eficiente permite recuperarse más rápido y mantener la calidad del movimiento incluso en situaciones de agotamiento.
Finalmente, el propio jugador se convierte en una fuente de información clave. Preguntarle cómo percibe su estabilidad, su control durante el juego y sus sensaciones de fatiga ayuda a completar la fotografía global de su salud postural y del funcionamiento de su zona central.
En muchos jugadores es habitual ver que, al entrenar el core, activan más la musculatura superficial que la profunda, lo que reduce la eficacia del ejercicio y favorece compensaciones que pueden acabar convirtiéndose en malas rutinas de movimiento. También es frecuente que mantengan posturas incorrectas durante los entrenamientos, reforzando patrones que luego se trasladan a la cancha.
Por parte de los entrenadores, uno de los fallos más repetidos es no adaptar los ejercicios a las necesidades individuales de cada jugador, aplicando programas generales que no corrigen sus desequilibrios. A veces el trabajo se centra solo en ganar fuerza, dejando de lado la movilidad o el control postural, y en otras ocasiones no se supervisa la técnica, permitiendo que los jugadores repitan movimientos poco eficientes. Además, en algunos equipos aún se infravalora el papel del core en el rendimiento, lo que reduce la dedicación a este tipo de entrenamiento.
A lo largo de la temporada, el fisioterapeuta se convierte en una figura clave para mantener el equilibrio corporal del jugador y prevenir lesiones. Su labor comienza con la identificación de desequilibrios posturales y limitaciones en el movimiento, algo esencial para comprender cómo se comporta el cuerpo del deportista durante el juego. A partir de esta evaluación, diseña programas personalizados que buscan mejorar la postura, fortalecer el core y reducir compensaciones que, con el tiempo, podrían derivar en lesiones.
Cuando un jugador ya está lesionado, el fisioterapeuta marca el camino de la recuperación y la readaptación, asegurándose de que regrese a la cancha con la máxima seguridad y eficiencia. Además, su trabajo coordinado con entrenadores, preparadores físicos y el resto del equipo médico garantiza que cada deportista mantenga una base postural sólida que le permita rendir al máximo durante toda la temporada.
En definitiva, la reeducación postural y el fortalecimiento del core no son complementos: son la base sobre la que se construye el rendimiento y la longevidad deportiva en los jugadores de baloncesto. Integrarlos en la rutina de entrenamiento y en la evaluación clínica marca la diferencia entre un jugador eficiente y uno que, a pesar de su talento, sufre limitaciones físicas evitables
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