Quirónsalud
Blog del Dr. Daniel Martín Fernández-Mayoralas. Neurología. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo y Hospital Universitario Quirónsalud Madrid
Más allá del mito: 5 hallazgos científicos sorprendentes sobre el cannabis y el cerebro adolescente
A medida que el cannabis se legaliza en más lugares del mundo, la percepción pública sobre sus riesgos ha disminuido drásticamente. El debate a menudo se polariza entre quienes lo ven como una panacea y quienes lo consideran una sustancia peligrosa. Esta simplificación oculta una realidad científica mucho más compleja y, en muchos casos, sorprendente, especialmente cuando se trata del impacto del cannabis en el cerebro adolescente, un órgano en pleno desarrollo.
Mientras la sociedad navega por este nuevo panorama, la ciencia trabaja para desentrañar los efectos reales del consumo de cannabis durante este período crítico de la vida. Lejos de ofrecer respuestas sencillas en blanco y negro, la investigación revela un panorama lleno de matices, donde factores como la edad de inicio, la frecuencia de consumo y la genética juegan un papel crucial. La verdad es más complicada que los eslóganes y las ideas preconcebidas.
Este artículo se adentra en el laboratorio para explorar cinco hallazgos que han obligado a los científicos a reescribir lo que creíamos saber sobre el cannabis y el cerebro adolescente. Este viaje desafiará tus preconcepciones y te ofrecerá una perspectiva más clara y basada en la evidencia.
1. El daño podría no ser permanente, pero hay una condición clave.
Una de las mayores preocupaciones es que el consumo de cannabis en la adolescencia cause un daño cognitivo irreversible. Sin embargo, la evidencia científica ofrece un panorama más esperanzador. La investigación sugiere que muchos de los déficits cognitivos asociados con el consumo frecuente de cannabis pueden ser reversibles, pero con una condición fundamental: la abstinencia.
Ciertos estudios han demostrado que el consumo continuo y frecuente se asocia con pequeñas reducciones en el funcionamiento neurocognitivo. No obstante, un importante meta-análisis reveló un detalle clave: los estudios que exigían un período de abstinencia de más de 72 horas mostraban efectos muy pequeños y no significativos en el rendimiento cognitivo de los participantes. Esto sugiere que el cerebro tiene una notable capacidad de recuperación una vez que se detiene el consumo. El verdadero desafío, por supuesto, es lograr y mantener esa abstinencia, un paso que para muchos es el más difícil de todos.
2. El uso prolongado e intensivo desde la adolescencia sí parece dejar una huella duradera.
Aquí se revela una tensión crucial en la investigación: mientras la recuperación es posible para algunos, el patrón de consumo lo es todo. En contraste directo con la posibilidad de reversibilidad, la ciencia ha identificado un escenario en el que el daño sí parece ser más persistente. Cuando el consumo de cannabis es intensivo, se inicia en la adolescencia temprana y se mantiene a lo largo de los años, los déficits cognitivos pueden no recuperarse tan fácilmente.
La evidencia más sólida de esto proviene del histórico Estudio Longitudinal de Dunedin, que siguió a más de mil personas desde su nacimiento hasta los 38 años. Los resultados fueron contundentes:
Las personas que comenzaron a consumir cannabis al menos semanalmente antes de los 18 años y continuaron consumiéndolo casi a diario durante la adultez temprana mostraron disminuciones significativas en el CI (especialmente en las medidas de CI verbal) entre la infancia y los 38 años, lo que corresponde a aproximadamente 6 puntos de CI.
Este hallazgo es tan impactante porque el estudio midió el cociente intelectual de los participantes antes de que comenzaran a consumir cannabis, lo que permitió establecer una línea de base clara. La investigación apunta a un período de vulnerabilidad específico (antes de los 18 años) y demuestra que el patrón de consumo más arriesgado es el que comienza temprano y se mantiene de forma intensiva y prolongada.
Pero justo cuando el estudio de Dunedin parecía ofrecer un veredicto claro sobre el consumo temprano, otra línea de investigación introdujo una variable inesperada que complicó todo el panorama: la genética.
3. No es solo el cannabis: la genética y el entorno familiar son piezas cruciales del rompecabezas.
Pero la ciencia rara vez ofrece respuestas sencillas. Justo cuando un culpable parece claro, surgen nuevas pruebas que desafían todo el caso. Una de las ideas más contraintuitivas de la investigación reciente es que algunas de las diferencias cognitivas observadas en los consumidores de cannabis podrían no ser causadas directamente por la droga, sino estar relacionadas con factores genéticos y ambientales compartidos.
Para desentrañar esto, los científicos utilizan "estudios de control con gemelos idénticos", donde comparan a un gemelo que consume cannabis con su hermano que no lo hace. Dado que comparten la misma genética y el mismo entorno familiar, este diseño ayuda a aislar los efectos de la sustancia. Sorprendentemente, estos estudios han encontrado evidencia mínima de una mayor disminución del CI en el gemelo que consume cannabis en comparación con su gemelo abstinente.
Esto no significa que el cannabis sea inofensivo, pero sí sugiere que ciertos factores familiares o genéticos podrían predisponer a una persona tanto al consumo de sustancias como a presentar ciertos rasgos cognitivos. Este hallazgo desafía la narrativa simple de causa y efecto. Esta idea de que existen factores subyacentes que confunden la relación causa-efecto es fundamental, y reaparece al examinar una de las afirmaciones más alarmantes sobre el cannabis: que encoge el cerebro.
4. La idea de que "encoge el cerebro" es una simplificación excesiva.
Una de las imágenes más alarmistas asociadas al consumo de cannabis es la de un cerebro que se daña físicamente o "encoge". Si bien algunos estudios iniciales y de pequeña escala encontraron diferencias en el volumen de regiones cerebrales como el hipocampo, la evidencia general es inconsistente y heterogénea.
Estudios transversales más grandes y recientes, de hecho, generalmente han mostrado menos reducciones consistentes en el volumen cerebral o el grosor cortical en los adolescentes consumidores. La conclusión de los expertos es clara: aunque existe alguna evidencia inicial de alteraciones, se necesita mucha más investigación. Es especialmente crucial realizar estudios que puedan separar los efectos del cannabis de otros factores que a menudo lo acompañan, como el consumo de alcohol y los factores familiares preexistentes que ya hemos mencionado. La realidad es mucho menos sensacionalista que los titulares.
5. En algunas tareas, el cerebro de los consumidores trabaja más, no menos, y los científicos no están seguros de por qué.
Quizás el hallazgo más desconcertante —y el que mejor ilustra la complejidad del cerebro— proviene de estudios de resonancia magnética funcional (fMRI), que miden la actividad cerebral en tiempo real. Se podría esperar que el cerebro de un consumidor de cannabis muestre una actividad reducida, pero la ciencia ha encontrado a menudo lo contrario.
Durante ciertas tareas cognitivas, como las que implican la memoria de trabajo (la capacidad de mantener y manipular información en la mente a corto plazo), los adolescentes consumidores de cannabis suelen mostrar una mayor activación en las redes prefrontales en comparación con los no consumidores, incluso cuando su rendimiento en la tarea es idéntico. Esto es profundamente contraintuitivo, ya que, en el desarrollo neurológico normal, una mayor activación en estas mismas áreas suele asociarse con un mejor funcionamiento cognitivo. Esta paradoja hace que los datos sean difíciles de interpretar y demuestra que la respuesta del cerebro al cannabis no es una simple historia de deterioro, sino una compleja reorganización funcional cuyo significado aún no comprendemos del todo.
Conclusión: Navegando en la Complejidad
La ciencia sobre el cannabis y el cerebro adolescente nos aleja de las etiquetas simplistas de "bueno" o "malo". La investigación ha progresado desde el temor inicial al daño permanente hacia una comprensión más matizada. Hemos aprendido sobre la posibilidad de recuperación con la abstinencia, pero también sobre los riesgos duraderos del consumo temprano y sostenido. Luego, la historia se complicó aún más con la aparición de factores de confusión como la genética y el entorno, que desafían las narrativas de causa y efecto. Finalmente, nos enfrentamos a la paradoja de un cerebro que, bajo la influencia del cannabis, a veces parece trabajar más duro, no menos.
Independientemente de los efectos específicos en el cerebro que la ciencia termine por confirmar, el conjunto de todos los riesgos potenciales apunta a una conclusión clara y práctica: existen beneficios evidentes en retrasar el consumo regular de cannabis hasta la edad adulta temprana. Proteger el cerebro durante su fase final de desarrollo es una estrategia de reducción de daños prudente y basada en la evidencia.
Esto nos deja con una pregunta fundamental para el futuro: ante esta compleja realidad, ¿cómo podemos comunicar mejor los riesgos reales del cannabis a los jóvenes de una manera honesta, matizada y eficaz?
Bibliografía:
Scott, J. C., Slomiak, S. T., Jones, J. D., Rosen, A. F. G., Moore, T. M., & Gur, R. E. (2018). Association of Cannabis With Cognitive Functioning in Adolescents and Young Adults: A Systematic Review and Meta-analysis. JAMA Psychiatry.
→ Esta revisión y metaanálisis examina la relación entre el consumo de cannabis y el rendimiento cognitivo en adolescentes y adultos jóvenes, e incluye hallazgos sobre la reversibilidad de los déficits con abstinencia. JAMA Network
Meier, M. H., Caspi, A., Ambler, A., Harrington, H., Houts, R., Keefe, R. S. E., ... & Moffitt, T. E. (2012). Persistent cannabis users show neuropsychological decline from childhood to midlife. Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
→ Este estudio longitudinal destaca que quienes inician el consumo temprano y mantienen un patrón persistente muestran descenso cognitivo, incluso comparando con su rendimiento previo. PNAS+1
Knodt, A. R., et al. (2020). Persistent cannabis use and midlife brain integrity (Dunedin Study).
→ Investigación neuroimagen del estudio Dunedin que analiza la integridad estructural del cerebro en usuarios a largo plazo, considerando efectos de polisubstancias y factores de confusión. dunedinstudy.otago.ac.nz+1
Blest-Hopley, G., Giampetro, V., & Bhattacharyya, S. (2022). A Meta-Analysis of fMRI Studies of Youth Cannabis Use. Brain Sciences / MDPI.
→ Esta meta-análisis analiza estudios de imagen funcional (fMRI) en jóvenes consumidores, mostrando alteraciones en activación cerebral durante tareas cognitivas. MDPI
Rubino, T., & Parolaro, D. (2016). Adverse Effects of Cannabis on Adolescent Brain Development. Preventive Medicine.
→ Revisión amplia que aborda los efectos adversos del cannabis en el desarrollo cerebral adolescente, incluyendo cognición, neuroplasticidad y vulnerabilidad al daño. PMC
5 efectos sorprendentes del cannabis en el cuerpo adolescente, según la ciencia.
Introducción: más allá de los mitos
La percepción del daño asociado al cannabis ha disminuido constantemente entre los adolescentes, mientras que su uso sigue siendo generalizado. Según la encuesta "Monitoring the Future", más del 10% de los estudiantes de octavo grado y más del 35% de los de duodécimo grado han consumido cannabis en el último año. Este uso extendido, combinado con una menor percepción del riesgo, crea un desafío de salud pública significativo: asegurar que las decisiones de los jóvenes se guíen por la ciencia, no por mitos populares.
Pero, ¿qué sabemos realmente sobre cómo afecta el cannabis al cuerpo durante el período crítico del desarrollo adolescente? Más allá de los debates habituales sobre sus efectos psicoactivos, un creciente cuerpo de investigación científica revela un patrón de desregulación sistémica que afecta desde las hormonas que gestionan el estrés hasta las funciones básicas del sueño y el metabolismo.
Este artículo se aleja de las suposiciones para explorar los hallazgos de una reciente revisión científica. A continuación, realizamos un recorrido guiado por cinco de los efectos físicos más impactantes y menos conocidos que el cannabis puede tener en los sistemas fundamentales del cuerpo adolescente.
Primer hallazgo: la paradoja del peso corporal
Una conexión sorprendente: menor índice de masa corporal (IMC).
Existe una profunda contradicción en los efectos del cannabis sobre el peso. Por un lado, el consumo agudo es famoso por estimular el apetito (los "munchies") y aumentar la ingesta calórica. El responsable principal es el tetrahidrocannabinol (THC), el principal componente psicoactivo del cannabis. El THC actúa sobre los receptores CB1 del sistema endocannabinoide, que están presentes en varias áreas del cerebro relacionadas con el apetito, el placer y el olfato. Al activarse estos receptores: Se estimula el centro del apetito en el hipotálamo. Se intensifican los sentidos del gusto y el olfato, haciendo que la comida parezca más sabrosa. Se libera dopamina, lo que aumenta la sensación de placer al comer.
Sin embargo, la ciencia revela una paradoja mucho más compleja y fascinante.
Múltiples estudios en adultos, cuyos hallazgos también se han observado en adolescentes, asocian consistentemente el consumo de cannabis con un índice de masa corporal (IMC) más bajo. Lo que hace este hallazgo tan contraintuitivo es que los datos también muestran que los consumidores de cannabis adultos tienden a reportar una mayor ingesta calórica, una dieta de menor calidad (menos frutas y verduras) y más comportamientos de control de peso poco saludables, como saltarse comidas. Aunque los mecanismos exactos aún se investigan, una posible explicación parcial es que los consumidores también reportan mayores niveles de actividad física. Este hallazgo desafía las suposiciones comunes y demuestra la compleja interacción de la sustancia con el metabolismo durante un período de crecimiento crucial.
Segundo hallazgo: el sueño interrumpido
El falso aliado del sueño: más problemas para dormir, no menos.
Muchos adolescentes creen que el cannabis es una ayuda eficaz para dormir. Si bien el consumo agudo puede inducir somnolencia temporalmente, la investigación científica pinta un cuadro muy diferente sobre el uso constante. Lejos de ser un aliado, el consumo regular interfiere con un proceso biológico fundamental para el desarrollo.
Los estudios han asociado el consumo de cannabis en adolescentes con una serie de resultados negativos para el sueño:
Esta alteración es especialmente perjudicial durante la adolescencia, un período en el que el sueño es crucial para el desarrollo cognitivo, la regulación emocional y el crecimiento físico. El mecanismo puede estar relacionado con el sistema endocannabinoide del cuerpo, que participa en la modulación del ritmo circadiano y el ciclo de sueño/vigilia.
"...la investigación implica que el consumo constante y de mayor frecuencia de cannabis en general se asocia con déficits y patologías del sueño en múltiples dominios."
Tercer hallazgo: vómitos incontrolables
Síndrome de hiperémesis cannabinoide: cuando el remedio se convierte en la causa.
Una de las condiciones más graves y paradójicas asociadas al consumo crónico es el Síndrome de Hiperémesis Cannabinoide (SHC), cuya fisiopatología aún es desconocida por los investigadores. Este síndrome se caracteriza por episodios cíclicos y debilitantes de vómitos intensos en consumidores habituales.
La característica clínica más peculiar del SHC es un comportamiento compulsivo: tomar baños o duchas calientes de forma excesiva para aliviar los síntomas, una conducta reportada por más del 90% de los pacientes en una revisión sistemática. La incidencia de casos de SHC en los servicios de urgencias ha aumentado notablemente; por ejemplo, en Colorado casi se duplicó desde la legalización del cannabis recreativo. Es crucial destacar que, actualmente, el único tratamiento exitoso conocido para el SHC es el cese completo y definitivo del consumo de cannabis.
Cuarto hallazgo: una respuesta al estrés anormal
Una calma engañosa: el cannabis puede alterar la respuesta hormonal al estrés.
El cuerpo humano gestiona las amenazas a través del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), el "centro de mando y control" que regula la liberación de cortisol, la principal hormona del estrés. La investigación sugiere que el consumo de cannabis durante la adolescencia puede desregular este sistema fundamental.
Un importante estudio longitudinal (TRAILS) encontró que los adolescentes con historial de consumo de cannabis mostraban una "reactividad al estrés disminuida". Además, el consumo a una edad temprana se asoció con niveles de cortisol más bajos por la mañana y más altos por la noche, alterando su ritmo natural. Aunque una "respuesta disminuida" pueda sonar positiva, no se trata de un estado deseable de "calma". En realidad, indica una disfunción del sistema de estrés que puede perjudicar la capacidad de un adolescente para reaccionar adecuadamente a los desafíos del mundo real, desde la presión académica hasta los conflictos sociales, lo que podría conducir a peores mecanismos de afrontamiento y consecuencias negativas para la salud emocional a largo plazo.
Quinto hallazgo: riesgos agudos y graves para pulmones y corazón
Riesgos raros pero mortales: más allá de la tos crónica.
Más allá de los efectos respiratorios crónicos, el consumo de cannabis conlleva riesgos agudos, raros pero potencialmente mortales, que demuestran que no es una sustancia benigna.
Conclusión: una perspectiva informada
Los efectos físicos del cannabis en los adolescentes son mucho más complejos de lo que se cree popularmente, y van más allá de la experiencia psicoactiva inmediata para alterar los cimientos de la salud. La evidencia científica muestra un patrón claro: el consumo durante este período de desarrollo crítico puede desregular sistemas corporales fundamentales.
La evidencia es clara: mientras la percepción social del cannabis se suaviza, la comprensión científica de su impacto en el cuerpo en desarrollo se endurece. La verdadera pregunta no es si existen riesgos, sino cómo comunicar que estos no son posibilidades abstractas y futuras, sino alteraciones concretas en los sistemas esenciales —metabolismo, sueño, estrés y salud cardiovascular— que construyen la base para una vida adulta saludable.
Bibliografía:
Durante años se ha descrito el TDAH como un problema de atención, hiperactividad o impulsividad. Sin embargo, esta definición deja fuera una parte esencial de la experiencia de quienes lo viven: la dificultad para manejar las emociones.
No se trata solo de distraerse o moverse demasiado, sino de sentir con una intensidad que desborda. La frustración, la ira o la tristeza aparecen de golpe, sin previo aviso, y con una fuerza que arrasa con la calma y la convivencia.
Esta dificultad para modular lo que se siente se llama desregulación emocional, y hoy sabemos que no es un añadido, sino un componente central del TDAH.
El tercer eje del TDAH: atención, impulsividad y emoción
El psicólogo Russell Barkley hizo hincapié en que el TDAH combinado no es sólo un trastorno de la atención, sino también del autocontrol, lo que incluye no solo la impulsividad, sino también la capacidad de regular las emociones.
Desde otra perspectiva, Joseph Blader mostró que las reacciones emocionales explosivas son una de las manifestaciones más frecuentes y problemáticas del trastorno.
Ambos coinciden en algo clave: comprender el TDAH sin tener en cuenta la parte emocional es comprenderlo a medias.
No es sentir demasiado, sino perder el control demasiado rápido.
La desregulación emocional puede verse como una impulsividad interna: las emociones surgen, se desbordan y tardan en calmarse.
El niño con TDAH combinado no elige, en general, reaccionar así; su sistema de control biológico simplemente llega tarde.
El cerebro que frena tarde
Las emociones y la atención comparten los mismos circuitos cerebrales.
El sistema límbico (que genera las emociones) y la corteza prefrontal (que las regula) trabajan coordinadamente para mantener el equilibrio.
En el TDAH, esa comunicación es más lenta o menos eficiente: la emoción se enciende antes de que el freno pueda actuar.
La amígdala, responsable de las reacciones rápidas, responde con intensidad, mientras que la corteza prefrontal —la parte racional— tarda en intervenir, gestionando más despacio los sentimientos.
Además, el sistema de recompensa del cerebro funciona de forma distinta.
Las personas con TDAH necesitan más estímulo o novedad para mantener el interés.
Cuando no lo logran, la frustración aparece enseguida, alimentando el ciclo emocional.
Cómo se manifiesta
La desregulación emocional del TDAH difiere de los trastornos del estado de ánimo como los trastornos depresivos, que incluyen el Trastorno Disruptivo de Desregulación del Estado de Ánimo (TDDEA) o el trastorno bipolar y diagnósticos relacionados, entre otros, que además, pueden aparecer de forma aislada o comórbida al TDAH.
Las emociones intensas del TDAH son breves y reactivas: estallan ante una frustración (tareas, obligaciones, interrumpir partidas, y otros estímulos que no deberían ser tan desequilibrantes en un niño normotípico) y desaparecen poco después. Un niño puede gritar o llorar, y minutos después reír como si nada.
Esa oscilación confunde a los adultos, que lo interpretan como manipulación o desafío.
Pero el problema no es la emoción en sí, sino la falta de capacidad para frenarla y reconducirla.
En adolescentes se traduce en impaciencia, irritabilidad, explosiones verbales o la sensación de "no tener filtro emocional". Saben que se desbordan, pero no pueden evitarlo. Esa conciencia sin control genera culpa, ansiedad y agotamiento emocional.
Evaluar para comprender.
Distinguir la desregulación emocional del TDAH de un trastorno del ánimo es fundamental.
En el TDAH, el estado de ánimo entre crisis suele ser normal: el niño disfruta, se ríe y se calma tras la tormenta, que aparece característicamente ante una frustración, a menudo banal. Preguntar si los estallidos tienen un desencadenante claro o aparecen sin motivo ayuda a diferenciar.
En el Trastorno Disruptivo de Desregulación del Estado de Ánimo (TDDEA) los arrebatos de ira son graves y recurrentes, desproporcionados con respecto a la situación o provocación. Esos arrebatos pueden ser verbales o conductuales (gritos, agresividad, destrucción de objetos). Ocurren tres o más veces por semana. Además, el estado de ánimo entre episodios es persistentemente irritable o enfadado la mayor parte del día, casi todos los días. En los trastornos depresivos, el malestar persiste incluso cuando todo va bien. En el trastorno bipolar los síntomas durante los episodios de manía con euforia, aumento de energía, disminución de la necesidad de dormir, grandiosidad, pensamiento acelerado, conductas arriesgadas; o la depresión con inhibición, anhedonia y síntomas vegetativos, son tan patológicos y alternantes, que indican una disfunción mucho más grave que la disregulación anímica del TDAH. Si los síntomas de ira aparecen sólo en un contexto que provoca ansiedad, es importante diagnosticarla adecuadamente investigando miedos y preocupaciones excesivas de forma minuciosa. Aunque los trastornos del aprendizaje pueden producir arrebatos en contextos de pánico/ansiedad intensa o relacionados con tareas escolares específicas, deberían de detectarse durante la evaluación del propio TDAH.
De igual forma los trastornos de sueño importantes deben de ser siempre considerados.
Lo importante no es solo cuán intensa es la emoción, sino cuánto dura y cómo se recupera. Por ejemplo, en los niños, el trastorno bipolar verdadero implica períodos definidos prolongados (días a semanas) de ánimo patológicamente elevado o irritable, con síntomas añadidos como fuga de ideas, hipersexualidad o conductas notablemente desinhibidas. Además, la alternancia de estas conductas con episodios de depresión mayor, de al menos dos semanas de duración, son claramente diferenciadores.
Cuando el comportamiento se caracteriza por la negatividad, la hostilidad y el desafío deliberado con menor carga afectiva, la norma es la existencia de un trastorno negativista-desafiante, a menudo consecuencia de un TDAH sin tratamiento, y con poca frecuencia la antesala de un trastorno disocial o más delante de la personalidad antisocial.
Las señales de alerta que nos dicen que "hay más cosas que un TDAH" y conviene evaluar minuciosamente con un profesional con experiencia son, entre otras:
Tratamiento: del control al autocontrol
El objetivo no es anular las emociones, sino enseñar al cerebro a gestionarlas mejor.
Cuando se trata el TDAH de forma integral, la estabilidad emocional mejora en la mayoría de los casos.
Primera línea: los estimulantes
Los fármacos estimulantes (metilfenidato o anfetaminas) son el tratamiento de primera elección.
No solo mejoran la atención, sino que también reducen la impulsividad y el autocontrol.
Otras posibilidades ¡Cuidado!
Si pese a un tratamiento bien ajustado las emociones siguen fuera de control, existen otras opciones:
Estas opciones se valoran solo cuando el tratamiento principal no basta o no funciona adecuadamente y siempre bajo supervisión médica, dado que pueden existir condiciones comórbidas al TDAH que ya hemos comentado y que no solo pueden no mejorar con los fármacos del TDAH, sino que pueden empeorar.
Más allá de la medicación: enseñar a calmarse
Los medicamentos son una parte del tratamiento del TDAH moderado/grave, pero no la única.
Los programas de entrenamiento parental ayudan a las familias a comprender el problema y a responder sin escalar el conflicto.
El objetivo es prevenir, reforzar lo positivo y enseñar estrategias de calma, no castigar la emoción.
Las terapias cognitivo-conductuales adaptadas al TDAH enseñan a reconocer las señales de desbordamiento, detener la escalada y redirigir la atención antes del punto de no retorno.
También se aplican técnicas de exposición gradual a la frustración: practicar la paciencia en un entorno seguro para fortalecer la tolerancia emocional.
Algunas pautas muy básicas para las familias
1. Preparar el terreno
Rutinas previsibles y señales de transición (avisos de 5 y 2 minutos).
Anticipar situaciones difíciles (salidas, deberes) con reglas claras y visuales.
Dormir, comer y ejercicio: pilares que reducen reactividad.
2. Antes del estallido
Nombrar y normalizar: "Veo que estás frustrado; nos pasa a todos".
Elegir batallas: priorizar 1-2 objetivos conductuales.
Ofrecer alternativas inmediatas: tarjeta de pausa, respirar 4-6, cambio breve de actividad.
3. Durante el estallido
Seguridad primero. Frases cortas, voz calmada, retirar público.
No razonar en pico de activación. Esperar a que baje (10-20 minutos suele ser clave).
Evitar reforzar con atención intensa el berrinche; sí reforzar el esfuerzo por calmarse.
4. Después del estallido
Revisión breve (qué pasó, qué haríamos distinto), plan concreto para la próxima ("si noto 6/10 de enfado, uso la tarjeta de pausa").
Reforzar lo específico: "Me gustó cómo pediste parar un minuto".
5. Construir tolerancia a la frustración
Exposición graduada a "mini-retos" diarios (esperar, perder en juegos, corregir sin derrumbarse) con refuerzo positivo intenso.
Entrenar habilidades: solución de problemas en 4 pasos, role-play de pedir ayuda, autoinstrucciones.
6. Cuidar el clima familiar
Tiempo especial diario 10-15 minutos (sin mandatos, solo conexión).
Coordinación entre cuidadores y con el colegio (mismas reglas, mismas señales).
Evolución y diversidad
No todas las personas con TDAH presentan desregulación emocional.
En algunas es leve; en otras, muy dominante el cuadro. La intensidad varía según la edad, el entorno y el estrés. En estos casos es fundamental un minucioso diagnóstico diferencial de otras comorbilidades como ya hemos explicado.
Con tratamiento y apoyo, muchas personas aprenden a pausar antes de reaccionar. Trabajar esa autorregulación mejora no solo el bienestar, sino también las relaciones, la motivación y la autoestima.
Un cambio de mirada
Reconocer la desregulación emocional como parte del TDAH transforma nuestra comprensión del trastorno.
Ya no hablamos de un problema de carácter, sino de una dificultad de autorregulación. Las emociones no deben eliminarse: deben aprenderse a manejar. No se trata de que los niños se porten bien, sino de que aprendan a recuperar el control cuando pierden el equilibrio.
Cada pequeño avance —una pausa antes del grito, una respiración antes del enfado— es un paso en el desarrollo del autocontrol.
Detrás de cada estallido hay un niño o adolescente intentando hacerlo lo mejor que puede con las herramientas que tiene.
En resumen
Las emociones fuera de control no son un añadido del TDAH, sino una de sus caras más humanas.
Reconocerlo nos permite acompañar con empatía, intervenir con eficacia y construir un entorno donde la emoción no sea enemiga, sino un punto de partida para aprender autocontrol y confianza.
Bibliografía
Barkley RA. Attention-Deficit Hyperactivity Disorder: A Handbook for Diagnosis and Treatment. 4th ed. New York: Guilford Press; 2015.
Barkley RA, Fischer M. Hyperactive child syndrome and emotional dysregulation: Toward a new clinical understanding of ADHD. J Affect Disord. 2010;124(3):1–12.
Blader JC, Pliszka SR, Jensen PS, Schooler NR, Kafantaris V. Stimulant-responsive and stimulant-refractory aggressive behavior among children with ADHD. Pediatrics. 2010;126(4):e796–806.
Blader JC. Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder and the Dysregulation of Emotion Generation and Emotional Expression. Child Adolesc Psychiatr Clin N Am. 2021;30(2):371–386.
Baweja R, Waxmonsky JG. Updates in pharmacologic strategies for emotional dysregulation in ADHD. Child Adolesc Psychiatr Clin N Am. 2022;31(2):289–302.
Shaw P, Stringaris A, Nigg J, Leibenluft E. Emotion dysregulation in attention deficit hyperactivity disorder. Am J Psychiatry. 2014;171(3):276–293.
Bunford N, Evans SW, Wymbs F. ADHD and emotion dysregulation: A meta-analysis of literature. Clin Psychol Rev. 2015;40:1–12.
Skirrow C, Asherson P. Emotional lability, comorbidity and impairment in adults with ADHD. J Affect Disord. 2013;147(1–3):80–86.
Waxmonsky JG, Waschbusch DA, Pelham WE, Draganac-Cardona L, Rotella B, Ryan L. Effects of atomoxetine with behavioral parent training on ADHD with emotional dysregulation. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry. 2010;49(8):887–898.
Posner J, Kass E, Hulvershorn L. Using neuroscience to inform treatment of ADHD and its comorbidities. Curr Psychiatry Rep. 2014;16(10):1–9.
Cuando un niño sufre un mareo o lo diagnostican con un "síndrome vertiginoso", es natural que los padres se preocupen. Sin embargo, es fundamental saber que las familias no deben entrar en pánico, ya que el vértigo en niños suele ser producido por causas benignas y transitorias. De hecho, trastornos como el equivalente migrañoso (25%) y el vértigo paroxístico benigno infantil (20%) representan casi la mitad de las causas de vértigo en la infancia, y ambos son completamente benignos. Las causas más graves, como los tumores de la fosa posterior, son extremadamente raras, representando mucho menos del 1% de los casos.
En medicina, cuando decimos que una causa es "benigna", nos referimos a que no pone en riesgo la vida del niño ni deja secuelas permanentes. Dicho de forma más cercana para los padres: son cuadros que, aunque puedan asustar mucho en el momento por sus síntomas llamativos (mareos, pérdida de equilibrio, malestar), no significan una enfermedad grave ni peligrosa. En la mayoría de los casos, tienden a mejorar con el tiempo o pueden manejarse sin complicaciones. Puedes pensarlo así: es como si el cuerpo tuviera un sistema de alarma muy sensible que se activa de más; hace ruido y preocupa, pero no indica que haya un incendio real.
¿Cómo se manifiesta el vértigo en los niños?
Cuando un niño siente mareo o vértigo, muchas veces le cuesta explicar lo que le pasa. Los niños pequeños rara vez se quejan directamente de vértigo, pero pueden parecer torpes o apegarse a un padre sin motivo aparente. Por eso es importante escuchar cómo lo describe con sus propias palabras. Algunos niños dicen que "todo da vueltas" o que se sienten "como en un tiovivo o en un barco".
Además del mareo, pueden aparecer otros síntomas como dolor de cabeza, náuseas, vómitos o incluso dificultad para caminar en línea recta (ataxia). Es útil observar cuándo y cómo aparecen estos episodios: si surgen de repente, cuánto duran, cada cuánto se repiten y si tienen relación con actividades concretas (por ejemplo, al levantarse rápido, al toser, cuando no han dormido bien o en momentos de mucho estrés).
El médico también preguntará si hay cambios en la audición (si oye menos de un lado, si el problema es constante o va y viene, o si nota zumbidos en los oídos). En algunos casos, se exploran otros síntomas como visión borrosa, debilidad en alguna parte del cuerpo o dificultad para coordinar movimientos, ya que ayudan a descartar problemas más serios. Es importante recordar que el vértigo en niños a veces pasa desapercibido por su incapacidad para describir bien los síntomas, la corta duración de los episodios o la presencia de síntomas autonómicos intensos como náuseas y vómitos.
Los desafíos para el diagnóstico del vértigo infantil
Identificar la causa del vértigo en niños puede ser un verdadero reto para los médicos. Aquí te explicamos por qué:
En resumen: Para el médico, el desafío está en recopilar un historial médico completo, escuchar con detalle las explicaciones del niño y los padres, y usar pruebas complementarias solo cuando son necesarias, equilibrando la seguridad con evitar estudios innecesarios.
¿Qué hace el médico para diagnosticarlo?
En la visita inicial, el médico siempre comenzará por recopilar un historial médico completo que incluye los síntomas asociados, el historial médico, los antecedentes familiares y el uso de medicamentos. Es crucial que el niño explique los síntomas en su propio vocabulario y los asocie a experiencias, como estar en un tiovivo o un barco. También se indagará sobre la presencia de pérdida de audición, zumbidos o sensación de oído lleno.
Después de esta entrevista detallada, se realizará un examen físico completo, con especial énfasis en los nervios craneales, incluyendo una evaluación minuciosa de los movimientos oculares y la presencia de nistagmo. El nistagmo es un movimiento rítmico e involuntario de los ojos que no es inducido por ningún estímulo externo y se busca tanto de forma espontánea como al pedir al niño que desvíe la mirada lateralmente (no más de 30 grados). Además de un examen neurológico completo, el médico observará al niño cuando camina o corre para detectar cualquier falta de coordinación de movimientos, conocida como ataxia.
En algunos pacientes, si el diagnóstico no está claro con la historia y el examen físico, puede ser necesario realizar pruebas adicionales, incluyendo pruebas vestibulares y audiológicas en un laboratorio especializado. La Videonistagmografía (VNG) es la técnica más usada para registrar los movimientos oculares, utilizando luz infrarroja. Las pruebas que la componen (pruebas oculomotoras, posicionales y calóricas) suelen durar alrededor de una hora. Antes del estudio, es importante suspender sedantes y fármacos que puedan afectar al sistema vestibular por al menos dos días. La VNG ayuda a diferenciar entre causas periféricas (del oído interno) y causas centrales (del sistema nervioso). El nistagmo observado en estas distintas condiciones permite orientar el diagnóstico. Aunque poco frecuente en niños, existen maniobras específicas como la de Dix-Hallpike que ayudan a identificar el vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB).
Tipos de trastornos que provocan vértigo en los niños
El vértigo infantil se puede agrupar en tres grandes categorías para entender mejor sus causas:
- Vértigo agudo espontáneo no recurrente Son episodios aislados, es decir, ocurren una sola vez y no suelen repetirse. Son poco frecuentes en niños.
- Vértigo recurrente Se presenta en episodios que vuelven a repetirse con el tiempo.
- Mareos no vertiginosos, desequilibrio y ataxia En este grupo se incluyen problemas en los que el niño no siente que "todo gira", pero sí percibe inestabilidad, desequilibrio o falta de coordinación.
En la mayoría de los casos, el vértigo infantil se debe a causas benignas como la migraña vestibular o el vértigo paroxístico de la infancia, que en conjunto representan casi la mitad de los casos. Las causas graves, como los tumores cerebrales, son muy poco frecuentes (menos del 1 %).
Tratamientos: ¿Qué se puede hacer?
Los tratamientos para el vértigo en la infancia son muy variados, ya que dependen directamente de la causa subyacente que lo provoca. Sin embargo, en la mayoría de los casos, son sencillos y efectivos, permitiendo una buena recuperación.
En conjunto, la gran mayoría de los niños con vértigo mejoran con el tratamiento adecuado y evolucionan favorablemente. Los padres pueden sentirse tranquilos y confiados en que, en la inmensa mayoría de los casos, no se trata de un problema grave.
Conclusión: Un mensaje de tranquilidad para los padres
Aunque el vértigo en los niños puede ser alarmante al principio, la gran mayoría de las veces se trata de causas benignas y transitorias. Como hemos visto, las causas graves, como los tumores cerebrales, son extremadamente raras (menos del 1% de los casos). Con el acompañamiento médico adecuado, los pequeños recuperan su bienestar y continúan con su vida normal. Los padres pueden estar tranquilos: no están solos, y detrás de cada síntoma hay soluciones y caminos de recuperación.
BIBLIOGRAFÍA
• Furman, J. M., & Widdershoven, J. C. C. (Sin fecha). 8. Vertigo. (Este es el documento principal del que extrajimos la mayoría de la información).
• Wiener-Vacher, S. R. (2008). Vestibular disorders in children. International Journal of Audiology, 47(9), 578–583.
• Wiener-Vacher, S. R., & Wiener, S. I. (2017). Video head impulse tests with a remote camera system: normative values of semicircular canal vestibulo-ocular reflex gain in infants and children. Frontiers in Neurology, 8, 434.
• van de Berg, R., et al. (2021). Vestibular migraine and recurrent vertigo of childhood: diagnostic criteria consensus document of the Classification Committee of Vestibular Disorders of the Bárány Society and the International Headache Society. Journal of Vestibular Research, 31(1), 1–9.
• Carmona, S., et al. (2018). Vestibular pathology in pediatric population; relevance of vestibular migraine. M J Pediatr, 3, 1–5.
• Basser, L. (1964). Benign paroxysmal vertigo of childhood. Brain, 87, 141–152.
Ya en 2016 se comentaron los trastornos de tics desde la perspectiva del Neuropediatra:
Introducción
A continuación, compartiremos una actualización de los contenidos, con el fin de que las familias dispongan de una guía clara sobre los pasos necesarios para abordar adecuadamente este trastorno, que es frecuente y, en la mayoría de los casos, benigno.
Los trastornos de tics y el síndrome de Tourette en niños y adolescentes no son solo un reto clínico: también pueden convertirse en una experiencia desafiante para las familias. Los tics varían en intensidad y frecuencia, y aunque suelen considerarse una afección benigna, en muchos casos se acompañan de otras dificultades como el TDAH o el TOC. Estas condiciones asociadas pueden repercutir en la vida escolar, social y emocional de los niños. Sin embargo, hoy sabemos mucho más sobre estos trastornos y contamos con herramientas terapéuticas y estrategias de acompañamiento que permiten mejorar significativamente el bienestar y la calidad de vida de los pacientes y sus familias.
¿Qué son los tics y el síndrome de Tourette?
Los tics son movimientos o sonidos repentinos, rápidos, repetitivos y no rítmicos, que en la mayoría de los casos aparecen de forma involuntaria, aunque algunos niños pueden llegar a contenerlos por cortos periodos. Se clasifican en simples, cuando involucran pocos grupos musculares o sonidos breves, y complejos, cuando se trata de movimientos más elaborados o vocalizaciones con palabras o frases.
El síndrome de Tourette se diagnostica cuando existen múltiples tics motores y al menos un tic vocal en algún momento de la evolución, sin necesidad de que coincidan, y siempre que se mantengan durante más de un año desde su inicio, el cual debe ocurrir antes de los 18 años.
En la mayoría de los casos, los tics comienzan entre los 4 y 6 años, mientras que en algún niño van despareciendo a partir de esta edad, algunos pacientes alcanzan la máxima intensidad en la preadolescencia (hacia los 10-12 años) y luego tienden a mejorar. Solo un porcentaje pequeño tiene un pronóstico reservado, la mayoría de las veces desaparecen solos. Es característico que su frecuencia y severidad fluctúen a lo largo del tiempo (fenómeno de ‘subidas y bajadas’), e incluso pueden presentarse periodos libres de tics, aunque para establecer el diagnóstico es necesario que hayan estado presentes de manera intermitente durante al menos un año.
¿Cómo afectan las comorbilidades?
La comorbilidad es la norma, no la excepción. El 60% de los niños con Tourette tienen TDAH, y cerca del 50% presentan rasgos TOC. El TDAH se traduce en distracción, impulsividad e hiperactividad, mientras que el TOC provoca rituales y pensamientos obsesivos difíciles de controlar. La presencia de estas condiciones asociadas puede agravar de forma significativa las dificultades académicas, las relaciones sociales y aumenta el riesgo de ansiedad y trastornos del estado de ánimo.
TDAH y Tourette: La presencia de TDAH en el síndrome de Tourette tiene un impacto clínico significativo: el TDAH con/sin hiperactividad suele aparecer antes que los tics y se asocia a mayor deterioro en habilidades organizativas, atención y adaptación escolar. El TDAH contribuye a dificultades académicas, problemas de conducta y mayor riesgo de rechazo social, agravando el pronóstico funcional de los pacientes con Tourette. Además, la coexistencia de ambos trastornos incrementa la probabilidad de alteraciones conductuales y empeora la calidad de vida.
El manejo de Tourette con TDAH debe ser individualizado, priorizando el tratamiento de los síntomas que más afectan la funcionalidad. Los fármacos como los estimulantes (LDX o metilfenidato), atomoxetina, clonidina y guanfacina han demostrado eficacia para reducir síntomas de TDAH sin empeorar los tics; incluso pueden mejorar ambos cuadros en algunos casos. La atomoxetina es particularmente útil en estos casos. Sin embargo, los estimulantes pueden empeorar, especialmente en pacientes con TOC o ansiedad generalizada comórbida, los tics, por lo que debemos estar atentos a dicha posibilidad siempre que se usen estimulantes.
En cuanto al pronóstico, los síntomas de TDAH pueden mejorar en la adolescencia, pero algunos adultos requieren tratamiento continuado. La presencia de TDAH en Tourette se asocia a mayor necesidad de intervenciones psicoeducativas, apoyo escolar y seguimiento multidisciplinar, dada la alta carga de deterioro funcional y social. El TDAH suele aparecer antes que los tics y empeora la capacidad de organización, atención y adaptación escolar. Además, la suma de tics y TDAH incrementa la probabilidad de problemas conductuales, bajo rendimiento escolar y rechazo social. La presencia del TDAH previo a la aparición de los tics puede llevar a la falsa conclusión de que es el tratamiento estimulante el que ha hecho "nacer" los tics. En ciertos casos dicho tratamiento puede ser un precipitador real.
TOC y Tourette: en el contexto del síndrome de Tourette, aunque aproximadamente el 50% de los pacientes presentan rasgos obsesivo-compulsivos o síntomas obsesivo-compulsivos, e incluso solo obsesivos, solo una proporción menor cumple criterios diagnósticos completos de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) que conlleva deterioro significativo o daño.
La literatura médica distingue entre comportamientos obsesivo-compulsivos subclínicos, frecuentes en Tourette, y el TOC formal según criterios DSM, que requiere la presencia de obsesiones y compulsiones que causan malestar clínicamente significativo, deterioro funcional o riesgo. Estudios epidemiológicos y revisiones clínicas muestran que hasta el 80% de los pacientes con Tourette pueden tener algún tipo de comportamiento obsesivo-compulsivo, pero solo entre el 20% y el 30% cumplen criterios de TOC completo, y dentro de este grupo, una fracción aún menor presenta deterioro funcional relevante.
Por tanto, la diferenciación clínica entre rasgos obsesivo-compulsivos y TOC formal es fundamental para el abordaje terapéutico y pronóstico.
En el síndrome de Tourette, los síntomas obsesivo-compulsivos no siempre son iguales a los del TOC clásico (aunque pueden serlo). Más que estar provocados por pensamientos obsesivos y ansiedad, suelen aparecer por una sensación interna de que algo no está completo o no está en su sitio. Para aliviar esa incomodidad, los niños repiten ciertas acciones, como tocar, golpear u ordenar objetos, lo que a veces se confunde con tics complejos. Estas diferencias, no siempre tan claras, ayudan al diagnóstico diferencial y enfoque terapéutico.
En el TOC típico, los rituales como lavarse o comprobar cosas se realizan para calmar la ansiedad que producen pensamientos intrusivos. En cambio, en Tourette los comportamientos repetitivos están más relacionados con sensaciones físicas o con la necesidad de lograr simetría. Por eso, suelen causar menos malestar que en el TOC clásico, aunque sí pueden afectar la vida diaria y requieren una evaluación cuidadosa para distinguirlos de los tics. No obstante, cada paciente es diferente, y debe ser enfocado de forma única.
Diagnóstico y tratamiento: pensados para la familia
Diagnóstico
El diagnóstico debe ser minucioso y considerar la historia clínica, así como el contexto escolar y familiar. Pueden utilizarse herramientas específicas como la Yale Global Tic Severity Scale (YGTSS). En otras ocasiones puede ser más útil emplear escalas para TOC (Children’s Yale-Brown Obsessive Compulsive Scale, CY-BOCS) y para TDAH (Conners Rating Scales, ADHD-RS), o incluso combinarlas.
Las escalas de funcionamiento (por ejemplo:Weiss), de depresión (por ejemplo Beck), de ansiedad generalizada, de irritabilidad, etc, pueden poseer un gran valor añadido. En caso de sospecha de TDAH asociado, la evaluación neuropsicológica especializada -con pruebas de inteligencia, atención y aprendizaje, entre otras-, es extremadamente útil.
Es fundamental diferenciar entre tics, compulsiones del TOC y conductas propias del TDAH, un proceso que requiere experiencia clínica y mucha escucha activa a la familia.
El especialista en neuropediatría o psiquiatría infantil puede pedir, en los casos que estime, pruebas complementarias como EEG, analítica, o resonancia magnética en función de la historia clínica, laos antecedentes, la exploración, etcétera.
Tratamiento
El tratamiento del síndrome de Tourette se fundamenta en la educación y el apoyo psicosocial, proporcionando información honesta sobre el curso clínico: los tics suelen mejorar o incluso remitir en la edad adulta, y el síndrome no es "progresivo". Es esencial el soporte escolar y la comprensión por parte de los adultos para minimizar el impacto funcional y social.
Además del tratamiento farmacológico, la terapia conductual constituye una herramienta fundamental. Entre ellas, el Entrenamiento en Reversión de Hábitos y la Intervención Conductual Integral para Tics (CBIT) han mostrado gran eficacia en la reducción de tics, el control de impulsos y los síntomas obsesivo-compulsivos o de ansiedad.
CBIT combina diversas técnicas: entrenamiento en reversión de hábitos, ejercicios de relajación y estrategias para reconocer y modificar situaciones que agravan los tics. Se recomienda como tratamiento inicial en la mayoría de los niños y adolescentes con Tourette, siempre que exista motivación y los síntomas generen malestar o interfieran en la vida diaria.
Además, la terapia puede aplicarse de forma presencial, por videoconferencia o incluso en formato guiado por los padres, con resultados positivos en muchos casos.
Cuando los tics, el trastorno obsesivo-compulsivo o el TDAH generan una interferencia significativa, se consideran opciones farmacológicas. Para Tourette con TDAH asociado, pero también planteable en casos de Tourette "a secas", los agonistas alfa-2 adrenérgicos (por ejemplo: guanfacina) pero sobre todo la atomoxetina son alternativas útiles. La presencia de TDAH en el síndrome de Tourette incrementa el riesgo de dificultades académicas, problemas conductuales y rechazo social, por lo que su abordaje debe ser prioritario y multidisciplinar. En todos los casos, el tratamiento debe individualizarse según la severidad de los síntomas y el grado de afectación funcional. El resto de comorbilidades, por ejemplo, la ansiedad o el TOC (pero cualquier otra), deben de ser manejadas multimodalmente de estar presentes, de lo contrario el tratamiento fracasará.
Vivir con tics: implicaciones familiares y sociales
Si hay algo esencial para las familias, es saber que no están solas y que el abordaje es multidisciplinar. Los padres pueden ser motor de cambio: impulsar el apoyo escolar, reclamar adaptaciones, y contribuir al trabajo terapéutico integrando estrategias conductuales en casa. La persistencia y el ejemplo de tolerancia y esperanza son claves para el bienestar de los niños y adolescentes con tics.
Referencias
Blog sobre los temas relacionados con la neuropedciatría: déficit de atención, hiperactividad, epilepsia, cefaleas, tics, encefalitis, problemas escolares, etc.
La finalidad de este blog es proporcionar información de salud que, en ningún caso sustituye la consulta con su médico. Este blog está sujeto a moderación, de manera que se excluyen de él los comentarios ofensivos, publicitarios, o que no se consideren oportunos en relación con el tema que trata cada uno de los artículos.
Quirónsalud no se hace responsable de los contenidos, opiniones e imágenes que aparezcan en los "blogs". En cualquier caso, si Quirónsalud es informado de que existe cualquier contenido inapropiado o ilícito, procederá a su eliminación de forma inmediata.
Los textos, artículos y contenidos de este BLOG están sujetos y protegidos por derechos de propiedad intelectual e industrial, disponiendo Quirónsalud de los permisos necesarios para la utilización de las imágenes, fotografías, textos, diseños, animaciones y demás contenido o elementos del blog. El acceso y utilización de este Blog no confiere al Visitante ningún tipo de licencia o derecho de uso o explotación alguno, por lo que el uso, reproducción, distribución, comunicación pública, transformación o cualquier otra actividad similar o análoga, queda totalmente prohibida salvo que medie expresa autorización por escrito de Quirónsalud.
Quirónsalud se reserva la facultad de retirar o suspender temporal o definitivamente, en cualquier momento y sin necesidad de aviso previo, el acceso al Blog y/o a los contenidos del mismo a aquellos Visitantes, internautas o usuarios de internet que incumplan lo establecido en el presente Aviso, todo ello sin perjuicio del ejercicio de las acciones contra los mismos que procedan conforme a la Ley y al Derecho.