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Blog del Dr. Daniel Martín Fernández-Mayoralas. Neurología. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo y Hospital Universitario Quirónsalud Madrid

TDAH y emociones fuera de control: entender la desregulación emocional como un síntoma central del trastorno

Durante años se ha descrito el TDAH como un problema de atención, hiperactividad o impulsividad. Sin embargo, esta definición deja fuera una parte esencial de la experiencia de quienes lo viven: la dificultad para manejar las emociones.

No se trata solo de distraerse o moverse demasiado, sino de sentir con una intensidad que desborda. La frustración, la ira o la tristeza aparecen de golpe, sin previo aviso, y con una fuerza que arrasa con la calma y la convivencia.

Esta dificultad para modular lo que se siente se llama desregulación emocional, y hoy sabemos que no es un añadido, sino un componente central del TDAH.

El tercer eje del TDAH: atención, impulsividad y emoción

El psicólogo Russell Barkley hizo hincapié en que el TDAH combinado no es sólo un trastorno de la atención, sino también del autocontrol, lo que incluye no solo la impulsividad, sino también la capacidad de regular las emociones.

Desde otra perspectiva, Joseph Blader mostró que las reacciones emocionales explosivas son una de las manifestaciones más frecuentes y problemáticas del trastorno.

Ambos coinciden en algo clave: comprender el TDAH sin tener en cuenta la parte emocional es comprenderlo a medias.

No es sentir demasiado, sino perder el control demasiado rápido.

La desregulación emocional puede verse como una impulsividad interna: las emociones surgen, se desbordan y tardan en calmarse.

El niño con TDAH combinado no elige, en general, reaccionar así; su sistema de control biológico simplemente llega tarde.

El cerebro que frena tarde

Las emociones y la atención comparten los mismos circuitos cerebrales.

El sistema límbico (que genera las emociones) y la corteza prefrontal (que las regula) trabajan coordinadamente para mantener el equilibrio.

En el TDAH, esa comunicación es más lenta o menos eficiente: la emoción se enciende antes de que el freno pueda actuar.

La amígdala, responsable de las reacciones rápidas, responde con intensidad, mientras que la corteza prefrontal —la parte racional— tarda en intervenir, gestionando más despacio los sentimientos.

Además, el sistema de recompensa del cerebro funciona de forma distinta.

Las personas con TDAH necesitan más estímulo o novedad para mantener el interés.

Cuando no lo logran, la frustración aparece enseguida, alimentando el ciclo emocional.

Cómo se manifiesta

La desregulación emocional del TDAH difiere de los trastornos del estado de ánimo como los trastornos depresivos, que incluyen el Trastorno Disruptivo de Desregulación del Estado de Ánimo (TDDEA) o el trastorno bipolar y diagnósticos relacionados, entre otros, que además, pueden aparecer de forma aislada o comórbida al TDAH.

Las emociones intensas del TDAH son breves y reactivas: estallan ante una frustración (tareas, obligaciones, interrumpir partidas, y otros estímulos que no deberían ser tan desequilibrantes en un niño normotípico) y desaparecen poco después. Un niño puede gritar o llorar, y minutos después reír como si nada.
Esa oscilación confunde a los adultos, que lo interpretan como manipulación o desafío.

Pero el problema no es la emoción en sí, sino la falta de capacidad para frenarla y reconducirla.

En adolescentes se traduce en impaciencia, irritabilidad, explosiones verbales o la sensación de "no tener filtro emocional". Saben que se desbordan, pero no pueden evitarlo. Esa conciencia sin control genera culpa, ansiedad y agotamiento emocional.

Evaluar para comprender.

Distinguir la desregulación emocional del TDAH de un trastorno del ánimo es fundamental.

En el TDAH, el estado de ánimo entre crisis suele ser normal: el niño disfruta, se ríe y se calma tras la tormenta, que aparece característicamente ante una frustración, a menudo banal. Preguntar si los estallidos tienen un desencadenante claro o aparecen sin motivo ayuda a diferenciar.

En el Trastorno Disruptivo de Desregulación del Estado de Ánimo (TDDEA) los arrebatos de ira son graves y recurrentes, desproporcionados con respecto a la situación o provocación. Esos arrebatos pueden ser verbales o conductuales (gritos, agresividad, destrucción de objetos). Ocurren tres o más veces por semana. Además, el estado de ánimo entre episodios es persistentemente irritable o enfadado la mayor parte del día, casi todos los días. En los trastornos depresivos, el malestar persiste incluso cuando todo va bien. En el trastorno bipolar los síntomas durante los episodios de manía con euforia, aumento de energía, disminución de la necesidad de dormir, grandiosidad, pensamiento acelerado, conductas arriesgadas; o la depresión con inhibición, anhedonia y síntomas vegetativos, son tan patológicos y alternantes, que indican una disfunción mucho más grave que la disregulación anímica del TDAH. Si los síntomas de ira aparecen sólo en un contexto que provoca ansiedad, es importante diagnosticarla adecuadamente investigando miedos y preocupaciones excesivas de forma minuciosa. Aunque los trastornos del aprendizaje pueden producir arrebatos en contextos de pánico/ansiedad intensa o relacionados con tareas escolares específicas, deberían de detectarse durante la evaluación del propio TDAH.

De igual forma los trastornos de sueño importantes deben de ser siempre considerados.

Lo importante no es solo cuán intensa es la emoción, sino cuánto dura y cómo se recupera. Por ejemplo, en los niños, el trastorno bipolar verdadero implica períodos definidos prolongados (días a semanas) de ánimo patológicamente elevado o irritable, con síntomas añadidos como fuga de ideas, hipersexualidad o conductas notablemente desinhibidas. Además, la alternancia de estas conductas con episodios de depresión mayor, de al menos dos semanas de duración, son claramente diferenciadores.

Cuando el comportamiento se caracteriza por la negatividad, la hostilidad y el desafío deliberado con menor carga afectiva, la norma es la existencia de un trastorno negativista-desafiante, a menudo consecuencia de un TDAH sin tratamiento, y con poca frecuencia la antesala de un trastorno disocial o más delante de la personalidad antisocial.

Las señales de alerta que nos dicen que "hay más cosas que un TDAH" y conviene evaluar minuciosamente con un profesional con experiencia son, entre otras:

  • Arrebatos diarios que duran mucho y dejan "resaca" emocional (horas de malestar)
  • Irritabilidad persistente la mayor parte del día durante semanas/meses.
  • Agresividad física o autolesiones
  • Episodios afectivos definidos (días-semanas) con otros síntomas nucleares (sueño, energía, anhedonia, grandiosidad, fuga de ideas).
  • Empeoramiento tras iniciar o subir medicación (posible efecto adverso)
  • Dificultades conductuales marcadas no sólo en casa, también en el colegio, con la autoridad y las amistades.

Tratamiento: del control al autocontrol

El objetivo no es anular las emociones, sino enseñar al cerebro a gestionarlas mejor.

Cuando se trata el TDAH de forma integral, la estabilidad emocional mejora en la mayoría de los casos.

Primera línea: los estimulantes

Los fármacos estimulantes (metilfenidato o anfetaminas) son el tratamiento de primera elección.

No solo mejoran la atención, sino que también reducen la impulsividad y el autocontrol.

Otras posibilidades ¡Cuidado!

Si pese a un tratamiento bien ajustado las emociones siguen fuera de control, existen otras opciones:

  • Medicamentos no estimulantes como la atomoxetina o la guanfacina.
  • En algunos casos, otros fármacos complementarios (por ejemplo, estabilizadores del ánimo o antipsicóticos en dosis bajas).

Estas opciones se valoran solo cuando el tratamiento principal no basta o no funciona adecuadamente y siempre bajo supervisión médica, dado que pueden existir condiciones comórbidas al TDAH que ya hemos comentado y que no solo pueden no mejorar con los fármacos del TDAH, sino que pueden empeorar.

Más allá de la medicación: enseñar a calmarse

Los medicamentos son una parte del tratamiento del TDAH moderado/grave, pero no la única.

Los programas de entrenamiento parental ayudan a las familias a comprender el problema y a responder sin escalar el conflicto.

El objetivo es prevenir, reforzar lo positivo y enseñar estrategias de calma, no castigar la emoción.

Las terapias cognitivo-conductuales adaptadas al TDAH enseñan a reconocer las señales de desbordamiento, detener la escalada y redirigir la atención antes del punto de no retorno.

También se aplican técnicas de exposición gradual a la frustración: practicar la paciencia en un entorno seguro para fortalecer la tolerancia emocional.

Algunas pautas muy básicas para las familias

1. Preparar el terreno

Rutinas previsibles y señales de transición (avisos de 5 y 2 minutos).

Anticipar situaciones difíciles (salidas, deberes) con reglas claras y visuales.

Dormir, comer y ejercicio: pilares que reducen reactividad.

2. Antes del estallido

Nombrar y normalizar: "Veo que estás frustrado; nos pasa a todos".

Elegir batallas: priorizar 1-2 objetivos conductuales.

Ofrecer alternativas inmediatas: tarjeta de pausa, respirar 4-6, cambio breve de actividad.

3. Durante el estallido

Seguridad primero. Frases cortas, voz calmada, retirar público.

No razonar en pico de activación. Esperar a que baje (10-20 minutos suele ser clave).

Evitar reforzar con atención intensa el berrinche; sí reforzar el esfuerzo por calmarse.

4. Después del estallido

Revisión breve (qué pasó, qué haríamos distinto), plan concreto para la próxima ("si noto 6/10 de enfado, uso la tarjeta de pausa").

Reforzar lo específico: "Me gustó cómo pediste parar un minuto".

5. Construir tolerancia a la frustración

Exposición graduada a "mini-retos" diarios (esperar, perder en juegos, corregir sin derrumbarse) con refuerzo positivo intenso.

Entrenar habilidades: solución de problemas en 4 pasos, role-play de pedir ayuda, autoinstrucciones.

6. Cuidar el clima familiar

Tiempo especial diario 10-15 minutos (sin mandatos, solo conexión).

Coordinación entre cuidadores y con el colegio (mismas reglas, mismas señales).

Evolución y diversidad

No todas las personas con TDAH presentan desregulación emocional.

En algunas es leve; en otras, muy dominante el cuadro. La intensidad varía según la edad, el entorno y el estrés. En estos casos es fundamental un minucioso diagnóstico diferencial de otras comorbilidades como ya hemos explicado.

Con tratamiento y apoyo, muchas personas aprenden a pausar antes de reaccionar. Trabajar esa autorregulación mejora no solo el bienestar, sino también las relaciones, la motivación y la autoestima.

Un cambio de mirada

Reconocer la desregulación emocional como parte del TDAH transforma nuestra comprensión del trastorno.

Ya no hablamos de un problema de carácter, sino de una dificultad de autorregulación. Las emociones no deben eliminarse: deben aprenderse a manejar. No se trata de que los niños se porten bien, sino de que aprendan a recuperar el control cuando pierden el equilibrio.

Cada pequeño avance —una pausa antes del grito, una respiración antes del enfado— es un paso en el desarrollo del autocontrol.

Detrás de cada estallido hay un niño o adolescente intentando hacerlo lo mejor que puede con las herramientas que tiene.

En resumen

Las emociones fuera de control no son un añadido del TDAH, sino una de sus caras más humanas.

Reconocerlo nos permite acompañar con empatía, intervenir con eficacia y construir un entorno donde la emoción no sea enemiga, sino un punto de partida para aprender autocontrol y confianza.

Bibliografía

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