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Blog del Dr. Daniel Martín Fernández-Mayoralas. Neurología. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo y Hospital Universitario Quirónsalud Madrid

  • Tratamiento con estimulantes en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (Tercera parte)

    Tratamiento del trastorno por déficit de atención/hiperactividad con estimulantes: efectos secundarios y monitorización.

    Hay que recordar que la selección del fármaco estimulante va a estar mediada por numerosas variables. Condicionada a un estudio planificado e individualizado de cada paciente (ver https://www.quironsalud.es/blogs/es/neuropediatra/trastorno-atencion-tda-h-hiperactividad). El uso de estimulantes en general no produce dependencia ni aumenta el riesgo de abuso de sustancias (en todo caso lo disminuye, especialmente el consumo de alcohol).

    Aunque puede interaccionar levemente con algunos fármacos: algunos antiepilépticos, anticoagulantes cumarínicos y de algunos antidepresivos (tricíclicos o inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina), no tiene interacciones con los fármacos habituales usados en niños como algunos antibióticos y analgésicos.

    Los efectos secundarios más frecuentes son: pérdida de apetito e insomnio de conciliación (le cuesta empezar a dormir). Este último efecto se ve más con fármacos que duran 12 horas que con otros, dado el tiempo de acción. Otros son más raros: cefalea, dolor abdominal leve, irritabilidad. Los demás son todos excepcionales. Existen dudas sobre una adquisición más tardía de la talla final (que el niño crezca un poco más tarde), pero no altera la talla final, es decir, de adulto medirá lo mismo haya tomado o no tratamiento e independientemente del tiempo de duración del mismo. Respecto a los tics, tan solo en una minoría de pacientes pueden recrudecerse, si están presentes, con el tratamiento, o aparecer; en estos pacientes, debe usarse con precaución; los tics no son una contraindicación absoluta para el uso de estimulantes. Según los protocolos conviene tomar la tensión puntualmente, por ejemplo, al inicio del tratamiento y luego cada 6 meses. Sin embargo es muy raro encontrar problemas en este sentido y cuando aparecen, el 90% de los casos se debe a ansiedad del paciente. La consulta no es buen sitio, pues el paciente puede tener algo más de estrés, entre otros motivos, por lo que es mejor tomarla en la farmacia. En cuanto a las recomendaciones sobre seguridad cardiovascular, no es necesario realizar rutinariamente ningún electrocardiograma cuando se va a iniciar tratamiento.

    Errores habituales en el tratamiento con estimulantes en el TDAH.

    • Comenzar el tratamiento sin realizar un diagnóstico adecuado basado en la evaluación exhaustiva del paciente.
    • Posponer el tratamiento médico en niños con repercusión marcada.
    • Utilizar dosis bajas pensando en evitar problemas "a largo plazo".
    • Cambiar de tratamiento sin haberlo ajustado adecuadamente o sin haber reevaluado detenidamente el diagnóstico y sus comorbilidades.
  • Tratamiento con estimulantes en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (Segunda parte)

    Tratamiento del trastorno por déficit de atención/hiperactividad con estimulantes: eficacia.

    En líneas generales, el tratamiento farmacológico del TDAH debe estar sustentado en un diagnóstico completo, del propio TDAH y sus comorbilidades. Debe iniciarse cuando el paciente presente una clara disfunción (social, académica, laboral, anímica o en su calidad de vida) y además, debe ir acompañado, cuando es necesario, de medidas psicoeducativas (familiares, escolares…) y psicológico-cognitivas encaminadas a mejorar los síntomas cardinales y los asociados o comórbidos.

    El estimulante más antiguo disponible autorizado para su uso en el tratamiento del trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH) en España actúa bloqueando la recaptación presináptica, sobre todo, de la dopamina, aumentando la concentración de éste entre neurona y neurona.

    El tratamiento debe iniciarse por profesionales con experiencia en el TDAH, su comorbilidad, diagnóstico, diagnóstico diferencial y tratamiento. Es un fármaco con cientos de estudios, dado que se conoce desde hace muchos años (desde la década de 1950). Un meta-análisis (un conjunto de herramientas estadísticas, que son útiles para sintetizar los datos de una colección de estudios) de muchos trabajos publicados (62 estudios aleatorizados y controlados de casi 3.000 niños y adolescentes con TDAH) demostraba claramente la efectividad del fármaco en todas las escalas utilizadas para medir síntomas centrales del TDAH (hiperactividad si estaba presente, impulsividad y déficit de atención). Otros estudios que han medido calidad de vida u otras variables relacionadas con el funcionamiento vital (relaciones familiares, riesgos, relaciones sociales, resultados académicos, autoestima) han demostrado un claro beneficio estadístico con este tratamiento.

    Su uso está claramente indicado en niños mayores de 6 años y adolescentes con síntomas de TDAH (cualquier subtipo, incluyendo el inatento "puro": ver https://www.quironsalud.es/blogs/es/neuropediatra/trastorno-atencion-tda-h-hiperactividad) cuya repercusión sea evidente en el medio escolar, laboral o comunitario. En general, el 70% de los pacientes con TDAH responde adecuadamente en comparación con el 4 a 30% de respuesta a placebo. La remisión sintomática (una especie de "curación", ya que el paciente deja de considerar que tiene los síntomas necesarios para padecer TDAH cuando está bajo tratamiento) se llega a conseguir hasta en el 50-60% de los casos tratados con formulaciones retardadas. Como es lógico, no todos los pacientes responden adecuadamente, como sucede con cualquier tratamiento.

    El uso de estos fármacos podría estar probablemente indicado, aunque con gran precaución, en manos de un especialista con experiencia en niños preescolares mayores de 4 años con síntomas muy acusados que no han respondido a una terapia psicoeducativa intensa y que muestren una repercusión grave (hay más de 10 ensayos aleatorizados que así lo indican), así como en niños con síntomas de TDAH y trastornos asociados del neurodesarrollo como el trastorno del espectro autista o la discapacidad intelectual, entre otros. La experiencia general en estos grupos es la de una eficacia excelente, sin embargo, el tratamiento debe ser iniciado por profesionales especializados, y bajo control estrecho, debido a que los efectos indeseables y las respuestas paradójicas no son infrecuentes. Estos síntomas incluyen irritabilidad, tristeza, empeoramiento del comportamiento, etcétera.

    Estudios recientes demuestran que puede usarse con precaución en pacientes con TDAH y epilepsia controlada.

    Por último, esta medicación puede empeorar el trastorno de ansiedad grave asociado con frecuencia al TDAH, aunque la mejoría en la calidad de vida de estos pacientes puede favorecer una mejora notable de la sintomatología anímica y ansiosa.

    Es conveniente empezar con dosis bajas y después realizar un escalado progresivo en función del efecto y de la aparición o no de efectos secundarios. Como norma, el paciente deberá tomar el tratamiento todos los días, sean lectivos o no. Debemos vigilar especialmente el apetito y el sueño. Si durante esta pauta aparecen problemas importantes de tolerancia de cualquier tipo, recomendamos contactar con el doctor vía mail. La duración del tratamiento dependerá del paciente; no es infrecuente que el tratamiento farmacológico se mantenga hasta la adolescencia, y en algunos casos incluso en la edad adulta, donde el TDAH puede persistir en una cantidad nada desdeñable de personas. En el próximo post hablaremos de los efectos secundarios y la monitorización del tratamiento.

  • Tratamiento con estimulantes en el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (Primera parte)

    Los fármacos estimulantes del sistema nervioso central (SNC) constituyen el tratamiento más usado y eficaz para tratar los síntomas del trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH). El motivo de esta denominación se debe a su capacidad de activar el nivel de vigilancia del SNC. Aumentan la concentración fundamentalmente de dopamina en las regiones cerebrales afectadas en el TDAH como el lóbulo frontal y los ganglios basales.

    Fármacos psicoestimulantes

    El empleo clínico de los psicoestimulantes se remonta a 1937, cuando Bradley los emplea de forma empírica para mejorar el dolor de cabeza tras neumoencefalografía (una prueba antigua en la que se metía aire en las cavidades del cerebro), y objetiva anecdóticamente que muchos de estos niños mejoran su atención y conducta. Desde entonces, se han completado más de 200 ensayos controlados con diferentes estimulantes que demuestran su eficacia sobre los síntomas cardinales del TDAH (inatención, impulsividad e hiperactividad), así como sobre las relaciones personales, la agresividad, la conducta oposicionista, los rendimientos académicos a corto y medio plazo, etcétera. De igual modo es frecuente observar a nivel curricular una mejora en la precisión lectora y matemática, así como en la destreza manual y la grafía.

    Mejora en la destreza manual y la grafíaMejora en la destreza manual y la grafía

    Objetivos del tratamiento

    Los objetivos del tratamiento son: la remisión completa de los síntomas (situación ideal) o al menos la reducción de la intensidad de los mismos, la mejora de las relaciones sociales con coetáneos, padres y profesores, la mejora en la calidad y eficiencia del trabajo académico, el aumento de la independencia y autonomía, una mayor autoestima y calidad de vida del paciente, así como una menor siniestralidad o accidentalidad de los mismos. Tras el apunte de estos propósitos, salvo excepciones, el tratamiento debe ser continuado, incluyendo los fines de semana y las vacaciones.

    Tratamiento del trastorno por déficit de atención/hiperactividad

    El tratamiento del TDAH debe ser por definición multimodal y englobar siempre medidas psicoeducativas individualizadas (incluyendo educación y profesionalización de padres, paciente y profesores, técnicas de modificación de conducta, mejora de las habilidades de organización, apoyos ocupacionales, etcétera). Aunque algunos pacientes con escasa repercusión pueden beneficiarse de estas medidas no farmacológicas en exclusiva, los estimulantes son la modalidad de tratamiento más útil y efectiva para el control de los síntomas propios del TDAH a corto plazo. El estudio de tratamiento multimodal (estudio MTA) demostró que los estimulantes eran más eficaces que otras medidas terapéuticas durante los primeros 14 meses de tratamiento controlado, aunque una vez que el estudio pasó a ser observacional, en las revisiones de los 24 y 36 meses, estas diferencias entre los distintos tipos de tratamiento quedaron reducidas, lo que es coherente con una ausencia de control del estudio sobre cual tipo de tratamiento hacían los pacientes (que dependía de ellos mismos). De hecho el estudio de Abikoff demostró la mejoría mantenida idéntica a los 12 y a los 24 meses de tratamiento mantiendo las características iniciales del estudio hasta el final del mismo. En resumen, la eficacia de los tratamientos con estimulantes, pese a la controversia suscitada por medios de comunicación está contratada por cientos de estudios y metaanálisis.

    Para más información sobre los estimulantes y comprobar la bibliografía pertinente al mismo recomendamos el enlace:

    https://www.pediatriadelspirineus.org/files/public/docs/Revision_Actualizacion%20TADH.pdfEste enlace se abrirá en una ventana nueva

  • ¿Trastorno del espectro autista o trastorno de la comunicación?

    En colaboración con Ana Alás, especialista en Lenguaje y Coordinadora de la Unidad de Logopedia y Foniatría de Hospital Quirónsalud Madrid.

    Una de las preocupaciones más frecuentes de los padres de niños pequeños que acuden a la consulta del neuropediatra por un retraso o ausencia de la comunicación o lenguaje es la posibilidad de que su hijo tenga un trastorno del espectro autista (TEA) en vez de un trastorno específico del lenguaje (TEL).

    Trastorno del espectro autista

    Cuando hablamos de estos dos diagnósticos nos referimos a diagnósticos de "manual", esto es, a "cajones" de síntomas que vienen incluidos en libros como el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5). Estos diagnósticos no son "etiológicos", es decir, de "causa" médica. Un paciente puede tener un TEL o un TEA por más de 3.000 causas médicas diferentes. Habitualmente de origen genético. ¿Para qué sirven pues? El diagnóstico de los trastornos codificados en el DSM-5 debe tener una utilidad clínica: debe ser útil para que el médico determine el pronóstico, los planes de tratamiento y los posibles resultados terapéuticos en sus pacientes. Pero no indican cuál es el motivo por el cual el niño tiene un problema en la comunicación. De hecho lo que va a diferenciar un TEL de un TEA no es la capacidad comunicativa, sino la presencia de dificultades importantes en la socialización y la presencia de rituales y estereotipias (comportamientos motores repetitivos, aparentemente guiados y sin objetivo, como agitar las manos, mecer el cuerpo, golpearse la cabeza, morderse o darse golpes).

    La forma de evaluación de las capacidades para el habla, el lenguaje o la comunicación y sus conclusiones, viene condicionada por la edad del niño. El inicio de los síntomas se produce en las primeras fases del período de desarrollo y las evaluaciones precoces (por ejemplo, a los 3 años de edad), deben de ser analizadas con mucha precaución. Las capacidades de lenguaje tienen que ser evaluadas en sus modalidades expresivas y receptivas, y cada una de éstas puede tener una gravedad diferente. Si la capacidad de decodificación (de comprensión del lenguaje) está alterada la norma es que el diagnóstico diferencial, esto es, la diferenciación entre un TEA y un TEL, sea muy complicada. ¿Por qué? Porque los niños con TEL que tienen la vertiente receptiva afectada pueden tener dificultades en el contacto ocular y su modulación social, en el juego simbólico, en el desarrollo de habilidades de atención conjunta, algunas estereotipias o manías, en fin, porque pueden tener síntomas de TEA sin ser TEA.

    Trastorno específico del lenguaje

    El TEL es difícil diagnosticar en niños muy pequeños. Por ejemplo, a los 3 años es muy difícil determinar la cronicidad evolutiva de la capacidad comunicativa y su diferenciación con respecto a otros trastornos como el TEA puede ser muy difícil y a veces imposible. Para hacernos una idea: por regla general, a los 4 años ya se podría hablar de "posible" TEL, para confirmar el diagnóstico a los 5 años, donde el proceso de evaluación suele conllevar un diagnóstico firme. Por lo tanto, en muchos niños, la diferenciación entre un diagnóstico como el TEA y el TEL a edades como los dos años lleva más veces a errores diagnósticos que a otra cosa. En general se debe informar sobre las evaluaciones realizadas a niños menores de 3 o 4 años, por lo general, de "riesgos" o "posibilidades" y no de diagnósticos.

    Sin embargo, a pesar de la dificultad diagnóstica, parece prudente realizar valoraciones a niños en edades tempranas, desde los dos a los cuatro años, si existen aparentes dificultades lingüístico-comunicativas, con cierta frecuencia asociadas inespecíficamente a inquietud motora. ¿Para qué, si el diagnóstico diferencial del trastorno que padecen puede ser imposible? PARA PROGRAMAR UN PROTOCOLO DIAGNÓSTICO MÉDICO Y SOBRE TODO UN TRATAMIENTO LO MÁS PRECOZMENTE POSIBLE. Y esta es la idea esencial del presente post. Divagar entre dos diagnósticos de "manual" poco diferenciables inicialmente no debe demorar el tratamiento, que en edades tempranas es básicamente, el mismo. No son afortunadas las afirmaciones tan comunes como el "ya hablará, es muy pequeño", el soporte del pediatra y el sistema educativo son trascendentes, y existen medidas de screening útiles en la detección temprana del niño en riesgo de padecer un trastorno de la comunicación para profundizar en la evaluación por el neuropediatra y logopeda de los casos que lo necesiten, aunque no en todos los casos se va a confirmar el diagnóstico. La intervención terapéutica debe contar con profesionales especializados en el tratamiento de la comunicación y el lenguaje, siendo el tratamiento más -o menos- multi e interdisciplinar en función de las dificultades del paciente. Es importante tratar precozmente y con la intensidad necesaria. Algunos niños necesitarán de tratamiento farmacológico para un TDAH (u otro trastorno) comórbido y otros niños no la necesitarán. La intervención, dada la complejidad y persistencia de las dificultades, debe ser intensa (por lo menos en las primeras edades) y de larga duración.

    Una buena noticia: ¡la mayoría de los pacientes van a evolucionar positivamente!

  • El ABC de los trastornos del lenguaje

    En colaboración con Ana Alás, especialista en Lenguaje y Coordinadora de la Unidad de Logopedia y Foniatría de Hospital Quirónsalud Madrid.

    Trastornos del lenguajeEl trastorno del lenguaje (TEL) es un trastorno del desarrollo neurológico codificado en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) bajo el epígrafe de los trastornos de la comunicación. Éstos además incluyen el trastorno fonológico, el tartamudeo, el trastorno de la comunicación social (pragmático) y el trastorno de la comunicación no especificado. El trastorno del lenguaje se basaría en la presencia de dificultades para la adquisición y el uso del lenguaje debido a deficiencias de la compresión o la producción del vocabulario, las estructuras gramaticales y el discurso.

    El TEL debe diferenciarse de las variaciones normales del desarrollo. Puede ser difícil hacer esta distinción antes de los 4 años de edad. Algunos profesionales utilizan el término "retraso simple del lenguaje" (RSL), para diferenciar el diagnóstico estable (TEL) de uno "transitorio" o "madurativo" (RSL), pero éste último no se contempla actualmente en el DSM-5 como una entidad diferenciada. Como otras alteraciones del neurodesarrollo, los trastornos del lenguaje comienzan precozmente y pueden producir deficiencias funcionales durante toda la vida, aunque esto no es la norma y la mayoría de los casos pueden recuperase.

    La "etiqueta" diagnóstica que se ha venido utilizando en los últimos años, "trastorno específico del lenguaje" (SLI: Specific Languaje Impairmet), ha avivado la falsa impresión de que es una afectación exclusiva ("específica") de la forma, la función y el uso de un sistema de símbolos convencional como forma reglada de comunicación (esto es, el "lenguaje") cuando es obvio que existen otros procesos neurocognitivos complejos implicados en los pacientes con TEL que modulan no sólo en la comunicación hablada, sino otras dimensiones del lenguaje como la comunicación escrita y el lenguaje de señas. Los procesos cognitivos involucrados son variados, siendo las funciones ejecutivas (capacidad de atención y concentración, inhibición de respuesta, planificación, flexibilidad cognitiva y memoria de trabajo) las más frecuentes. La presencia de un verdadero diagnóstico comórbido de trastorno por déficit de atención con/sin hiperactividad (TDAH) durante la edad escolar precoz es frecuente. El hecho de padecer un TEL no solo no exime, sino que es un factor de riesgo para desarrollar diferentes comorbilidades del neurodesarrollo.

    La evaluación debe tener en cuenta el momento en que evaluamos y el diferente proceder en relación con la edad del paciente. El TEL es difícil diagnosticar en niños muy pequeños. Por ejemplo, a los 3 años es muy difícil determinar la permanencia del problema y es compleja su diferenciación con respecto a otros trastornos (por ejemplo, el "temido" trastorno del espectro autista). Muchos niños con diagnóstico de autismo no lo son evolutivamente si se hace demasiado precozmente el diagnóstico. Por regla general, a los 4 años ya se podría hablar de posible TEL, para confirmar el diagnóstico a los 5 años. Por lo tanto, mucho cuidado con diagnósticos "definitivos" a edades precoces, que condicionan a veces una gran tristeza y desesperanza en las familias. Sin embargo si es importante detectar que el niño precozmente tiene un trastorno de la comunicación, ver cuáles son los déficits más relevantes que padece el niño para empezar con el proceso diagnóstico médico y el tratamiento y la estimulación del lenguaje y la comunicación lo antes posible. Todo ellos es perfectamente compatible con poner el "apellido" definitivo (si es posible) cuando el niño tenga al menos 4 o 5 años. Como el tratamiento es muy similar a esas edades tempranas sea cual sea el futuro "apellido" definitivo del trastorno del niño, lo ideal es planificar con un especialista en lenguaje las terapias más adecuadas para el paciente y explotar su máximo potencial. Así los avances pueden ser espectaculares.

    En próximas publicaciones iremos ampliando información sobre los trastornos del lenguaje y añadiremos también información sobre otros trastornos de la comunicación como los trastornos del espectro autista y el trastorno de la comunicación social.

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