Quirónsalud
Blog del Dr. Daniel Martín Fernández-Mayoralas. Neurología. Complejo Hospitalario Ruber Juan Bravo y Hospital Universitario Quirónsalud Madrid
5 efectos sorprendentes del cannabis en el cuerpo adolescente, según la ciencia.
Introducción: más allá de los mitos
La percepción del daño asociado al cannabis ha disminuido constantemente entre los adolescentes, mientras que su uso sigue siendo generalizado. Según la encuesta "Monitoring the Future", más del 10% de los estudiantes de octavo grado y más del 35% de los de duodécimo grado han consumido cannabis en el último año. Este uso extendido, combinado con una menor percepción del riesgo, crea un desafío de salud pública significativo: asegurar que las decisiones de los jóvenes se guíen por la ciencia, no por mitos populares.
Pero, ¿qué sabemos realmente sobre cómo afecta el cannabis al cuerpo durante el período crítico del desarrollo adolescente? Más allá de los debates habituales sobre sus efectos psicoactivos, un creciente cuerpo de investigación científica revela un patrón de desregulación sistémica que afecta desde las hormonas que gestionan el estrés hasta las funciones básicas del sueño y el metabolismo.
Este artículo se aleja de las suposiciones para explorar los hallazgos de una reciente revisión científica. A continuación, realizamos un recorrido guiado por cinco de los efectos físicos más impactantes y menos conocidos que el cannabis puede tener en los sistemas fundamentales del cuerpo adolescente.
Primer hallazgo: la paradoja del peso corporal
Una conexión sorprendente: menor índice de masa corporal (IMC).
Existe una profunda contradicción en los efectos del cannabis sobre el peso. Por un lado, el consumo agudo es famoso por estimular el apetito (los "munchies") y aumentar la ingesta calórica. El responsable principal es el tetrahidrocannabinol (THC), el principal componente psicoactivo del cannabis. El THC actúa sobre los receptores CB1 del sistema endocannabinoide, que están presentes en varias áreas del cerebro relacionadas con el apetito, el placer y el olfato. Al activarse estos receptores: Se estimula el centro del apetito en el hipotálamo. Se intensifican los sentidos del gusto y el olfato, haciendo que la comida parezca más sabrosa. Se libera dopamina, lo que aumenta la sensación de placer al comer.
Sin embargo, la ciencia revela una paradoja mucho más compleja y fascinante.
Múltiples estudios en adultos, cuyos hallazgos también se han observado en adolescentes, asocian consistentemente el consumo de cannabis con un índice de masa corporal (IMC) más bajo. Lo que hace este hallazgo tan contraintuitivo es que los datos también muestran que los consumidores de cannabis adultos tienden a reportar una mayor ingesta calórica, una dieta de menor calidad (menos frutas y verduras) y más comportamientos de control de peso poco saludables, como saltarse comidas. Aunque los mecanismos exactos aún se investigan, una posible explicación parcial es que los consumidores también reportan mayores niveles de actividad física. Este hallazgo desafía las suposiciones comunes y demuestra la compleja interacción de la sustancia con el metabolismo durante un período de crecimiento crucial.
Segundo hallazgo: el sueño interrumpido
El falso aliado del sueño: más problemas para dormir, no menos.
Muchos adolescentes creen que el cannabis es una ayuda eficaz para dormir. Si bien el consumo agudo puede inducir somnolencia temporalmente, la investigación científica pinta un cuadro muy diferente sobre el uso constante. Lejos de ser un aliado, el consumo regular interfiere con un proceso biológico fundamental para el desarrollo.
Los estudios han asociado el consumo de cannabis en adolescentes con una serie de resultados negativos para el sueño:
Esta alteración es especialmente perjudicial durante la adolescencia, un período en el que el sueño es crucial para el desarrollo cognitivo, la regulación emocional y el crecimiento físico. El mecanismo puede estar relacionado con el sistema endocannabinoide del cuerpo, que participa en la modulación del ritmo circadiano y el ciclo de sueño/vigilia.
"...la investigación implica que el consumo constante y de mayor frecuencia de cannabis en general se asocia con déficits y patologías del sueño en múltiples dominios."
Tercer hallazgo: vómitos incontrolables
Síndrome de hiperémesis cannabinoide: cuando el remedio se convierte en la causa.
Una de las condiciones más graves y paradójicas asociadas al consumo crónico es el Síndrome de Hiperémesis Cannabinoide (SHC), cuya fisiopatología aún es desconocida por los investigadores. Este síndrome se caracteriza por episodios cíclicos y debilitantes de vómitos intensos en consumidores habituales.
La característica clínica más peculiar del SHC es un comportamiento compulsivo: tomar baños o duchas calientes de forma excesiva para aliviar los síntomas, una conducta reportada por más del 90% de los pacientes en una revisión sistemática. La incidencia de casos de SHC en los servicios de urgencias ha aumentado notablemente; por ejemplo, en Colorado casi se duplicó desde la legalización del cannabis recreativo. Es crucial destacar que, actualmente, el único tratamiento exitoso conocido para el SHC es el cese completo y definitivo del consumo de cannabis.
Cuarto hallazgo: una respuesta al estrés anormal
Una calma engañosa: el cannabis puede alterar la respuesta hormonal al estrés.
El cuerpo humano gestiona las amenazas a través del eje hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA), el "centro de mando y control" que regula la liberación de cortisol, la principal hormona del estrés. La investigación sugiere que el consumo de cannabis durante la adolescencia puede desregular este sistema fundamental.
Un importante estudio longitudinal (TRAILS) encontró que los adolescentes con historial de consumo de cannabis mostraban una "reactividad al estrés disminuida". Además, el consumo a una edad temprana se asoció con niveles de cortisol más bajos por la mañana y más altos por la noche, alterando su ritmo natural. Aunque una "respuesta disminuida" pueda sonar positiva, no se trata de un estado deseable de "calma". En realidad, indica una disfunción del sistema de estrés que puede perjudicar la capacidad de un adolescente para reaccionar adecuadamente a los desafíos del mundo real, desde la presión académica hasta los conflictos sociales, lo que podría conducir a peores mecanismos de afrontamiento y consecuencias negativas para la salud emocional a largo plazo.
Quinto hallazgo: riesgos agudos y graves para pulmones y corazón
Riesgos raros pero mortales: más allá de la tos crónica.
Más allá de los efectos respiratorios crónicos, el consumo de cannabis conlleva riesgos agudos, raros pero potencialmente mortales, que demuestran que no es una sustancia benigna.
Conclusión: una perspectiva informada
Los efectos físicos del cannabis en los adolescentes son mucho más complejos de lo que se cree popularmente, y van más allá de la experiencia psicoactiva inmediata para alterar los cimientos de la salud. La evidencia científica muestra un patrón claro: el consumo durante este período de desarrollo crítico puede desregular sistemas corporales fundamentales.
La evidencia es clara: mientras la percepción social del cannabis se suaviza, la comprensión científica de su impacto en el cuerpo en desarrollo se endurece. La verdadera pregunta no es si existen riesgos, sino cómo comunicar que estos no son posibilidades abstractas y futuras, sino alteraciones concretas en los sistemas esenciales —metabolismo, sueño, estrés y salud cardiovascular— que construyen la base para una vida adulta saludable.
Bibliografía:
El consumo de cannabis durante la adolescencia, especialmente entre los 12 y los 18 años, está asociado a consecuencias negativas, como cierta disminución del cociente intelectual, del rendimiento académico, problemas de memoria de trabajo, del autocontrol (impulsividad) y del razonamiento, a pesar de que su uso es cada vez más aceptado socialmente, debido, entre otras razones, a una falsa sensación de seguridad de su uso debido a mala información a través de redes y medios de comunicación, y a la posibilidad de un uso médico controlado terapéutico y bien orientado en ciertas afecciones psiquiátricas y neurológicas. Por otro lado, los jóvenes continúan buscando sus efectos euforizantes (sentirse "colocados"), o lo usan como medio de afrontamiento y cohesión social, alivio temporal de los síntomas de ansiedad y tristeza. De hecho, los problemas interiorizantes, como la depresión y la ansiedad, son muy comunes en quienes usan cannabis y pueden llevar un trastorno por consumo de dicha sustancia. Es importante enfatizar las terribles complicaciones y consecuencias de la depresión, asociadas a un uso problemático de sustancias, incluyendo el cannabis.
El trastorno por déficit de atención con/sin hiperactividad (TDAH) y otros comportamientos problemáticos (especialmente el trastorno de conducta oposicionista/negativista-desafiante) pueden ser factores de riesgo para desarrollar una adición al cannabis. El diagnóstico y tratamiento precoz del TDAH disminuye la probabilidad de ésta y otras adicciones. Los factores hereditarios individuales del TDAH y la iniciación del uso de cannabis se han observado entre el 70% y el 80% y entre el 40% y el 50%, respectivamente. Debido a la comorbilidad de estos trastornos, es esencial contar con un amplio conjunto de intervenciones clínicas, que incluyan tanto tratamientos farmacológicos como psicosociales, bien desarrollados, para mejorar la calidad de vida de estos jóvenes. Los síntomas del uso crónico de cannabis y del TDAH pueden ser similares (por ejemplo, disminución del rendimiento académico, comportamiento disruptivo en clase, dificultades de aprendizaje, dificultades frontales ejecutivas como la gestión del tiempo, etcétera), lo que hace que sea difícil el diagnóstico diferencial correcto, y dado que la adicción retroalimenta la disfunción propia del TDAH de forma negativa, el tratamiento del propio TDAH se torna más difícil y complejo, siendo importante, además, la anamnesis evolutiva para detectar cambios más o menos súbitos en los síntomas del paciente. Las intervenciones psicosociales para el TDAH, como el tratamiento cognitivo conductual y otras terapias, deben de adaptarse cuando existe un consumo de sustancias y otros problemas emocionales y de comportamiento asociadas. Entender las diferencias a largo plazo entre los problemas internos (como la depresión y la ansiedad) y los problemas externos (como el TDAH y el trastorno oposicionista desafiante) y cómo se relacionan con el uso de sustancias puede ayudar a crear intervenciones preventivas para las personas con mayor riesgo.
Por lo tanto, ante un diagnóstico de TDAH, es muy importante realizar un tratamiento multimodal (medicación si es necesaria más terapia psicopedagógica, cognitivo-conductual o basada en el entrenamiento neurocognitivo, entre otras) de cara a disminuir el riesgo de consumo de esta droga, así como de otras muchas, muy nocivas para el desarrollo cerebral de los jóvenes.
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